La trata de personas debe preocupar a cada individuo, porque es la degradación de nuestra humanidad común. Debe preocupar a cada comunidad porque desgarra el tejido social. Debe preocupar a cada empresa porque distorsiona los mercados. Debe preocupar a cada nación porque pone en peligro la salud pública y alimenta la violencia y el crimen organizado. Estoy hablando de la injusticia, de la brutalidad de la trata de personas, a la que debe llamarse por su verdadero nombre: esclavitud moderna
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Barack Obama
a trata de personas ignora los límites internacionales y nos afecta a todos. Es por eso que Estados Unidos está comprometido a trabajar con nuestros socios alrededor del mundo para erradicar este nefasto crimen. Es una alta prioridad para mí como embajador de Estados Unidos en México trabajar con el gobierno y la sociedad civil mexicanos para alcanzar este objetivo importante. Pero, como el presidente Obama lo ha señalado, el trabajo de erradicar la esclavitud moderna continúa siendo una lucha cuesta arriba.
El Informe de Estados Unidos de 2013 sobre la Trata de Personas da una breve reseña de la montaña que debemos escalar. Este informe, requerido por ley del Congreso de Estados Unidos, evalúa el trabajo de los países alrededor del mundo –incluido Estados Unidos– sobre el progreso en la lucha contra la trata de personas, con base en una serie de lineamientos que reflejan los estándares internacionales establecidos en el Protocolo de Trata de las Naciones Unidas, conocido también como el Protocolo de Palermo. Y si bien algunos gobiernos cumplen con esos lineamientos y algunos otros no, lo que el informe nos dice en última instancia es que todos los países –incluido Estados Unidos– debemos hacer más.
El informe de este año estima que, con base en la información que los gobiernos han aportado, sólo alrededor de 40 mil víctimas fueron identificadas en el mundo el año pasado. En contraste, los científicos sociales estiman que hasta 27 millones de hombres, mujeres y niños son víctimas de la trata en cualquier momento dado. Esto destaca que los gobiernos han reconocido como víctimas de la esclavitud moderna a tan sólo una fracción de ellas y, por tanto, únicamente un número reducido es elegible para recibir la protección y el apoyo que todas merecen.
La falta de apoyo y protección que resulta de una identificación inadecuada de las víctimas nos cuenta sólo parte de la historia. Otra consecuencia del número limitado de víctimas que se identifica como tales es que los tratantes que esclavizan y explotan a millones están operando con impunidad, más allá del alcance de la ley. Eso significa que se emplean de lleno las leyes modernas contra la trata, y que redes nefastas están operando con demasiada frecuencia fuera del escrutinio de la policía, los ministerios públicos y los ciudadanos. Esto también impide la investigación y el acopio de datos que son cruciales para comprender las raíces de la trata.
Al tiempo que el movimiento contra la trata avanza con innovaciones y asociaciones valiosas para atacar el problema, no debemos perder de vista la idea básica que sostiene esta lucha: la trata de personas es una severa violación a los derechos humanos, y los gobiernos son responsables de hacerle frente de una manera en que se empodere a la víctima y se disuada a quienes buscan robar la libertad de otros. La identificación exitosa de las víctimas es el punto inicial para detener este crimen y para cumplir con los estándares internacionales, a los cuales muchos países se han adherido al ser signatarios del Protocolo de Palermo.
La lucha contra la violencia doméstica y el abuso sexual nos enseñó que la participación significativa de los sobrevivientes –ya sea durante una investigación o proceso judicial, o bien para efectos en el campo más amplio de desarrollar políticas– no sólo les restaura la voz que por tanto tiempo les fue negada, sino también hace que los sistemas de justicia sean más eficaces. Sin embargo, la clave es identificar a las víctimas.
Es por ello que el Informe de Estados Unidos de 2013 se enfoca en la importancia de identificar de manera efectiva a las víctimas, y en los enfoques y políticas que han tenido éxito en sacarlas de la oscuridad de la explotación. Con esta meta en mente, Estados Unidos se ha asociado con organizaciones de la sociedad civil y funcionarios del gobierno de México a todos los niveles para desarrollar una gama de oportunidades de capacitación para luchar contra la trata de personas, la cual incluye mejores prácticas para identificar a las víctimas. Algunos de los programas que patrocinamos llevan a cabo hacer contacto en las calles con poblaciones vulnerables a la trata de personas o bien capacitan a funcionarios del primer nivel de atención, como ministerios públicos y policías, sobre cómo identificar y apoyar a las víctimas.
Sin embargo, ningún gobierno ha perfeccionado la identificación de víctimas, ni el combate a la trata de personas. A medida que trabajamos para mejorar nuestra propia respuesta a este crimen, Estados Unidos continuará asociándose con gobiernos y organizaciones de la sociedad civil que trabajen para hacer frente a este reto. Nuestro éxito será medido en buena parte por la cantidad de vidas restauradas, por el número de hombres, mujeres y menores que puedan vivir sin miedo a esta horrible explotación, y por aquellos a quienes hemos salvado de las garras potenciales de esta esclavitud moderna.
*Embajador de Estados Unidos en México. Artículo de opinión exclusivo para La Jornada