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Astillero

¡Bolas!

Fox da raspón a FC

Tragedia en derechos humanos

PRI: hacha de plástico

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SAN LÁZARO. El embajador estadunidense Anthony Wayne y los diputados Ricardo Anaya y Adriana González, en la reunión del Grupo de Amistad México-Estados Unidos, donde el panista dijo: El respeto a la vida interna de otro país es la paz. La paz a la que se refiere Juárez es confianzaFoto Roberto García Ortiz
C

ierto es que Vicente Fox acabó siendo el más abiertamente priísta de los personajes que el panismo creó en su primera etapa de pragmatismo absoluto en busca del poder, pero en su actual etapa de mayor desfachatez el ex gobernador de Guanajuato se ha sentido en condiciones de criticar y denunciar incluso aquellos procesos políticos de los que fue enteramente corresponsable, como la imposición de Felipe Calderón Hinojosa en Los Pinos.

Así lo acaba de hacer en Madrid, en una entrevista con la publicación digital Qué, la cual se centró en el asunto del espionaje estadunidense a gobiernos de diversos países, entre ellos el de México durante la etapa del sombrío michoacano que ahora reside en Boston. En una línea perdida, que poca relevancia tuvo en los medios de comunicación, el esposo de la señora Marta dijo a la reportera, que le planteaba: “Sin embargo, el ex presidente Calderón sí ha pedido que se haga una queja formal…” Diana García Bujarrabal no pudo terminar la frase, porque el aspirante a productor de mariguana la interrumpió para señalar que igual el ex presidente Calderón sí tiene algo qué ocultar. Ochenta mil muertos en su legislatura. ¡Bolas! (http://bit.ly/16wbH2n ).

De esa herencia terrible de muerte, tortura, desapariciones y violaciones en general de los derechos humanos en México se ha hablado en estos días en Ginebra, Suiza, donde miembros del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas a la hora de hacer su Examen Periódico Universal sobre esos asuntos han señalado con precisión el grave déficit mexicano. A pesar de los esfuerzos de los enviados del gobierno de Peña Nieto para tratar de explicar o suavizar el tema, la postura general fue de exigencia a esta administración priísta para que esclarezca, castigue y frene los actos de personal gubernamental armado contra la población.

En la etapa del priísmo vuelto al poder no ha bajado el índice de hechos delictivos en los que participan grupos de la delincuencia organizada y policías, militares y marinos. Se ha establecido una apenas disfrazada mordaza mediática para reducir la difusión de esos hechos, pero regiones enteras siguen en poder de determinados cárteles, el cobro de cuotas y los secuestros continúan en cifras aterradoras y la nueva administración pareciera cuando menos pasmada en cuanto a la liberación de determinados jefes históricamente aliados al priísmo (Rafael Caro Quintero, por dar un ejemplo) y a ajustes de cuentas inscritos también en historias de un pasado que parece estar en proceso de cobranzas (otro caso es el asesinato de uno de los Arellano Félix, en un episodio de narcorrealismo mágico, a manos de un payaso en un salón de fiestas infantiles de Baja California Sur). Un dato preocupante de esta etapa de violencia pública que ya no es responsabilidad del funerario Calderón es el hecho de que balas igualmente gozosas de impunidad van abatiendo a activistas, líderes sociales o personajes políticos de oposición (el caso más reciente, el de Rocío Mesino, en Guerrero).

Frente a esos agravios criminales contra la sociedad se mantienen una notable insensibilidad ciudadana y un constante cinismo declarativo de las autoridades. Lo mismo sucede en el punto del espionaje a las cúpulas del poder mexicano. Voces hay, como las del resinoso Fox o de quien fue su secretario de relaciones exteriores, Jorge Castañeda, que abogan por una confortable aceptación de la realidad: los gringos siempre han espiado a los gobernantes mexicanos y lo seguirán haciendo, así que no debería haber aspavientos improductivos. Ayer, a contrasentido de esas posturas inmovilizadoras, en Alemania se produjo gran movimiento político y una llamada de Ángela Merkel a Washington para exigirle a Barack Obama que precisara si el teléfono móvil de la poderosa europea había sido sometido a espionaje.

En el contexto de sometimiento a lo que ya es se mueve la administración peñista, cuyo canciller Meade trata de convencer en Ginebra a los organismos especializados en la defensa de los derechos humanos de que en México no se vive lo que evidentemente está sucediendo y de lo cual hay diaria constancia, mientras en la capital del país el embajador Anthony Wayne participa tranquilamente en actos públicos (la instalación del Grupo de Amistad México-Estados Unidos en San Lázaro) y advierte que no andará dando respuesta a cada uno de los señalamientos de espionaje que se vayan presentando y que, en todo caso, la vía para hacer precisiones y fijar posturas será estrictamente la diplomática. Eso sí, dejó muy en claro que la Casa Blanca toma muy en serio los alegatos sobre el tema.

Convertido en la voz sin fuerza de un gobierno federal que sólo así se atreve a simular gallardía, el presidente del PRI, César Camacho, sacó su hacha guerrera de plástico al decir que las explicaciones desde Washington sobre el espionaje a mexicanos han sido insuficientes, limitadas y cínicas. El mexiquense (es decir, Camacho, no Peña Nieto) lanzó un mensaje de que si el PRI fuera de verdad el partido en el poder y no un apéndice de utilería podría parecer aunque fuera un poco preocupante para la Casa Blanca: solamente si las investigaciones son prioritarias (en ambos lados de la frontera, a cargo de los gobiernos de los dos países, pues, como se recordará, ahora México ya no es solamente el espiado con derecho a la indignación, sino el policía auxiliar coadyuvante que va a indagar a su propia gente) y sus conclusiones se hacen públicas en breve tiempo, se podrá recuperar el tono de fraternidad y confianza. ¡Bolas, diría el farandulero Fox!

Y, mientras en Los Pinos el titular de la franquicia decide someterse a heroicos ejercicios para articular bien (entre otras palabras) epidemiólogos y así evitar que haya emparejamientos de vocalización fallida con otros personajes de triste memoria prosódica, como la profesora Elba Esther Gordillo, también famosa por sus dislates al micrófono en actos públicos, ¡hasta mañana!

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