Un teólogo libre
ntre los muchos optimismos de las religiones destaca su obstinada soberbia por intentar entender, explicar e imponer a sus creyentes la naturaleza, esencia y comportamiento del Ser Supremo o Causa Primera, de ese Dios tan omnipotente como despreocupado de la ceguera que agobia al que se dice que creó a su imagen y semejanza.
Así, la teología es la ciencia (?) que trata de Dios y de sus relaciones con el universo, de ahí que el Vaticano y la jerarquía católica en general se hayan pasado a molestar cuando entre algunos miembros de la Iglesia surgió la llamada teología de la liberación, movimiento que se atrevió a poner en boca de Dios unas preocupaciones sociales inimaginables en toda divinidad, sobre todo si se refieren a la justicia en la Tierra, a la preferencia por los pobres más que por las limosnas y a una lectura menos tranquilizadora del mensaje evangélico.
El error de confundir espiritualidad con dogmas religiosos ha limitado el desarrollo de una intuición personal, libre, honesta y responsable de aquellos individuos con sentido laico de lo trascendente, antes o después de la fe, y aun sin ésta, pues la confianza, más que en revelaciones divinas, se basa en un sentido de pertenencia y de solidaridad, es decir, de amor, no de ambición, explotación y acumulación que, disfrazados de defensores de la verdadera fe
, han malogrado el vigor de la Tierra y de sus habitantes.
Hans Küng, teólogo católico nacido en marzo de 1928 en Suiza, a quien el Vaticano prohibió enseñar teología a partir de la publicación, en 1970, de su libro ¿Infalible? Una pregunta, donde cuestiona el dogma de la infalibilidad de la Iglesia, presidente desde 1995 de la Fundación Ética Mundial, que promueve el acercamiento intercultural e interreligioso y autor de una treintena de controvertidas obras, entre otras Morir con dignidad, es aquejado por un avanzado Parkinson y a sus 85 años, congruente con su pensamiento, ha hecho público su deseo de recurrir al suicidio asistido en una clínica suiza.
“No quiero seguir viviendo como una sombra de mí mismo… El ser humano tiene el derecho a morir cuando ya no tiene ninguna esperanza de seguir llevando lo que según su entender es una existencia humana… No estoy cansado de la vida, sino harto de vivir”, ha dicho el también catedrático de la universidad alemana de Turingia, cuya razonada fe sólo reforzó la confianza en su libertad.