Gueorgui Margvelashvili gana las elecciones con más de 60 por ciento de la votación
Martes 29 de octubre de 2013, p. 24
Moscú, 28 de octubre.
El triunfo de Gueorgui Margvelashvili, en las elecciones presidenciales del pasado domingo en Georgia, marca el final de toda una época en este país del Cáucaso, en la que –por primera vez desde que hace 22 años se separó de la Unión Soviética– el cambio de presidente se realizó de manera normal, sin golpes de Estado ni revolución de las rosas
, mediante la voluntad popular expresada en las urnas.
De acuerdo con datos de la Comisión Electoral Central de Georgia, dados a conocer este lunes, Margvelashvili, el candidato del movimiento Sueño Georgiano, con mayoría parlamentaria, obtuvo 62.12 de los votos, sobre 99.68 por ciento del escrutinio, cifras de lejos ya irreversibles.
Pero tras la reforma del sistema de gobierno que transfirió muchas de las facultades presidenciales al Parlamento y el primer ministro, de hecho el jefe del Ejecutivo, Margvelashvili será una figura decorativa, como lo es –por poner un ejemplo– el presidente frente al Canciller Federal en Alemania.
El propio Mijail Saakashvili, quien gobernó durante diez años Georgia, promovió en 2012 dicha reforma, con la mirada puesta en ocupar –a modo y semejanza de Vladimir Putin en Rusia– el cargo de primer ministro, tras dos periodos presidenciales consecutivos.
La aparición de Bidzina Ivanishvili, multimillonario que hizo su fortuna en Rusia, como rival político se tradujo en una rotunda derrota electoral y frustró los planes de Saakashvili. Un año más tarde, Ivanishvili –actual primer ministro y líder del Sueño Georgiano– anunció que renunciará al cargo y se retirará de la política el día que tome posesión el nuevo presidente, el 17 de noviembre.
Es difícil saber si Ivanishvili pretende manejar los hilos del poder en Georgia desde su oficina de magnate, aunque el orgullo de los georgianos, parte de su idiosincrasia como nación, hace pensar que ni el nuevo presidente ni el futuro primer ministro aceptarán cumplir órdenes como simples títeres.
El Movimiento Nacional Unificado, el partido del presidente saliente, ya se asume como principal fuerza de oposición y, como si ya hubiera empezado una nueva campaña, sostiene que el premier Ivanishvili no ha cumplido 76 de las 84 promesas electorales que hizo.
El futuro del propio Saakashvili es una incógnita. Parece poco probable que deje la política a los 46 años de edad, pero si interviene demasiado en los asuntos públicos podría terminar en la cárcel, como ya están varios de sus colaboradores cercanos –entre ellos, el antiguo primer ministro, Vano Merabishvili, y dos ex titulares de la cartera de Defensa, Bacho Ajalaya y David Kezerashvili– acusados de corrupción por el gobierno de Ivanishvili.
Los tres presidentes de Georgia anteriores al electo este domingo –Zviad Gamsajurdia, Eduard Shevardnadze y Mijail Saakashvili– accedieron al poder después de deponer por la fuerza al mandatario, pero ahora, con un jefe de Estado debilitado para poder modificar la Constitución e impedido para postularse de nuevo, se daba por excluida esa variante violenta.
Si bien desde la derrota parlamentaria de Saakashvili se notó una ligera mejoría de las relaciones de Georgia con Rusia, países que estuvieron en guerra en 2008, y ahora, al dejar éste la presidencia, desaparece el factor que tanto irritaba al Kremlin, es poco probable que cambie la orientación pro-occidental del país caucasiano.
Para la mayoría de los georgianos es una ofensa el papel de Rusia como garante de la independencia de Osetia del sur y de Abjasia, que consideran parte de su territorio, y, de ahí, su respaldo a ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte como contrapeso al poderoso vecino eslavo.