Se despiden cuatro que terminan su encargo
Miércoles 30 de octubre de 2013, p. 8
¡He estado en 287 sesiones en estos cinco años. Casi un año en sesión continua!
, resume la consejera Macarita Elizondo, del Instituto Federal Electoral, quien sostiene que la intensidad ha sido el signo de cinco años en la institución. Es una vorágine de asuntos que hay que atender
, agrega antes de precisar que la carga laboral será excesiva para los cuatro consejeros que se quedarán, motivo por el cual este periodo no debería ser muy largo.
Sobre la mesa, un legajo de papeles: el acta de entrega-recepción de la oficina que dejará a partir de hoy. Un legajo que muestra casi con orgullo, al igual que los informes personales e institucionales sobre su intensa actividad en materia de equidad de género. Narra sus vivencias en el instituto, mientras su oficina es un ir y venir de colaboradores cargando papeles y libros para vaciarla, sin que haya la certeza de cuándo se volverá a ocupar.
Este periodo será tres veces más intenso, porque los números no dan para que los cuatro consejeros integren todas las comisiones, sostiene Elizondo. Formada en el Poder Judicial, destaca que es fundamental para el IFE tener los procedimientos sancionadores como elemento clave, unas grandes tenazas
para el arbitraje del proceso electoral, que no deben suprimirse en la inminente reforma.
Con su oficina prácticamente vacía, en la que sólo permanece el aparato donde reproduce música con la obsesión de un melómano, el consejero Francisco Guerrero anticipa su retorno a la academia. Dice haber llegado, en 2008, a un IFE sacudido por la crisis política de 2006, una polarización que desgastó a la institución y propició una compleja reforma que le correspondió instrumentar.
Una reforma que sometió al IFE a continuas tensiones ante el caudal de quejas que generó el nuevo modelo de comunicación o el esquema de procedimientos especiales sancionadores, lo que incrementó el estrés que de suyo ya tiene el arbitraje
, dice Guerrero.
Proceso que se da en un esquema peculiar que dispara las tensiones: en la misma mesa están sentados quien promovió la queja, quien es sujeto de la misma y la autoridad que debe resolverla
.
Lo ideal para el IFE es que sea menos protagonista en el abritraje, que exista una cultura de reconocimiento de la victoria para evitar que el país se mantenga en un interminable proceso de reformas electorales. Es paradójico, concluye, que el IFE esté sometido a una crítica tan severa continuamente pero al mismo tiempo se le considere el modelo a seguir para el nuevo instituto nacional electoral.
En una sala de juntas alterna, porque su oficina está en proceso de desalojo, el consejero Alfredo Figueroa resume en una frase el mayor desafío del IFE en este periodo: el instituto libró la mayor batalla simbólica y real que el Estado mexicano haya tenido con la industria de radio y televisón
, cuyas pretensiones, si hubiera habido debilidad institucional, habrían supuesto la pulverización del modelo de comunicación política
.
Aunque admite que la tensión con las televisoras disminuyó, hubo momentos de exigencias inadmisibles, sugerencias de buen trato en la televisión, buena imagen, a cambio de no aplicar la Constitución
. Incluso, la propuesta de un trato especial con publicidad integrada –mensajes favorables al IFE en noticieros y telenovelas– a cambio de ceder la mitad de los tiempos del Estado, lo cual no ocurrió pero sometió a tensiones y a votación privada de consejeros.