Los nuevos retos de la Muestra
Para Gustavo García, in memoriam
42 años de haber sido creada, la Muestra Internacional de Cine celebra este 2013 su 55 edición. Si se considera que durante algún tiempo el encuentro tuvo dos ediciones al año, Muestra de primavera y Muestra de otoño, y que en realidad poca gente tenía algo serio que objetar a esa razonable división de una vigorosa oferta fílmica, no sería del todo desacertado retomar aquella tradición. Esto por varias razones.
A lo largo de los años recientes la asistencia a la Muestra se ha incrementado considerablemente. Basta ver las salas llenas cada día durante ese encuentro, con funciones agotadas, particularmente los fines de semana, y a un público cautivo tradicional al que se añade un número mayor de jóvenes para quienes la Muestra se ha vuelto una cita obligada.
Con todo el entusiasmo que esto suscita, y a pesar del razonable esquema de proyectar la misma cinta en seis días diferentes, es común escuchar que el paquete de 22 títulos semeja un maratón fílmico tan atractivo como extenuante.
Evidentemente, para aquellos espectadores acostumbrados a asistir a festivales cinematográficos (críticos, reporteros, profesionales de la industria), esta oferta fílmica es fácilmente asimilable. No es el caso de un espectador medio acostumbrado a una frecuentación menor a las salas de cine, incluidas las de la Cineteca.
Convendría tal vez atraer a ese público medio y estimularlo a ver un cine diferente volviendo al esquema atractivo de dos Muestras y un Foro de la Cineteca distribuidos a lo largo del año con un número menor de cintas, tal vez 15, lo que a la postre representaría ver más cine, mejor repartido.
El público de la Muestra ha evolucionado en los años recientes, es ahora más joven y a menudo más exigente. Se ha educado lo mismo en la propia Cineteca, en el circuito universitario de cine, en la televisión por cable, en las cintas que baja de la red o en el comercio informal que le propone a buen precio ofertas variadísimas.
Ese público no se sentirá indefinidamente atraído por películas de arte o por títulos de corte comercial para los que las distribuidoras tienen programado un estreno inminente, cuando no tienen expuesta ya la publicidad correspondiente en los complejos cinematográficos.
La Muestra como pasarela de prestrenos es un concepto que ha conocido mejores tiempos, aquellos de una proliferación menor de salas de cine, con públicos por lo general de edad madura resignados a la liberación a cuenta-gotas de algunos títulos esenciales.
Son múltiples los retos para la programación de una Muestra Internacional de Cine en esta época nuestra de multiplicación de dispositivos y pantallas (La pantalla global, Lipovetsky/Serroy, Anagrama, 2009).
Revisando las estrategias de programación de las Muestras en muchas de sus ediciones, se percibe un desfase entre las propuestas rutinarias (cintas premiadas en festivales, prestrenos llamativos, rituales de rescate de cintas clásicas en copias restauradas) y las exigencias crecientes de un cine diferente de espectadores más inquietos, mejor informados y más alertas a una auténtica novedad fílmica.
Con una estupenda selección, la 55 Muestra Internacional de Cine apunta hoy en la buena dirección. Sería deseable diversificar todavía más las estrategias de programación con base en un conocimiento cabal de las expectativas y exigencias de los públicos actuales. Es de esperar que la nueva administración de la Cineteca Nacional valore con justeza la dimensión e importancia de estos retos.