Opinión
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Los de abajo

Gracias al zapatismo...

G

racias a la irrupción zapatista de hace 20 años, las comunidades indígenas que decidieron otro camino y buscar nuevas posibilidades sin las vías institucionales, son menos pobres y más libres. Estos pueblos, al igual que hace dos décadas, siguen provocando a las buenas conciencias, las mismas que en 1994 los acusaron de extranjeros, de guerrilleros trasnochados, de gavilleros y hasta de narcos. Hoy, ni más ni menos y sin ningún pudor, les endilgan la pobreza de los pueblos indios.

De las primeras acusaciones, los zapatistas se libraron rápidamente. Luego de unos cuantos días no hubo quien se atreviera a cuestionar sus causas, luego de que los rebeldes abrieron sus pueblos para mostrar no sólo la extrema pobreza en la que sobrevivieron siempre, sino su dignidad y el origen del levantamiento armado. Hoy los zapatistas vuelven a abrirse, ya no a través de los medios de comunicación, sino directamente con la gente de fuera, del resto de México y de otros muchos países.

En los primeros días de marzo de 1994, caravanas de periodistas de todo el mundo arribaron a las comunidades rebeldes. Muchos por primera vez descubrieron la pobreza en su propio país, acostumbrados a cubrir las proezas de la modernidad salinista. Muchos otros llegaron de países lejanos a atestiguar el inicio del Tratado de Libre Comercio, y se quedaron con las notas de una insurrección que dio un manotazo al escaparate neoliberal y enseñó el México profundo.

Hoy, 20 años después, ya no son miles de periodistas, sino miles de hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, los que llegan a encontrarse directamente con estos pueblos. Ellos, los que en estos días participan en la segunda y tercera generación de la Escuelita de la libertad según los zapatistas, llegan a otras comunidades. No las que conocimos los periodistas en 1994, sino las que han construido durante más de 20 años de trabajo autónomo, pues este proceso no empezó en 1994 ni con las juntas de buen gobierno en 2003, sino desde antes de la insurrección.

La comunidad de La Garrucha, la primera a la que llegamos los periodistas, no es ni mínimamente la que conocimos entonces. Una simple ambulancia para sacar a los enfermos era impensable en ese tiempo. Hoy está estacionada una frente a la clínica autónoma que atiende la zona. La educación en estos pueblos, donde antes había escuelitas sin maestros, son una realidad que coloca el futuro donde no lo había.

Desde los primeros meses de hace 20 años fue innovadora la sobrexposición zapatista. Ellos explicaron entonces que valoraron pros y contras de la apertura, y decidieron que la balanza se inclinaba en favor de correr el riesgo, de dar entrevistas, permitir el paso a la intimidad de su organización y explicar sus motivos.