Otro encierro débil y sin transmisión de la ganadería de Carranco en la 12 corrida
Mario Aguilar toreó con calidad
Leandro Marcos, detalles
Continúan las entradas flojas
Lunes 6 de enero de 2014, p. a31
A estas alturas aún quedan quienes se sorprenden porque no va la gente a soportar una fiesta brava ¡sin bravura!
En tanto que en España algunos periodistas se devanan los sesos tratando de adivinar cuál es el poderoso grupo empresarial mexicano
que hizo jugosa aunque ingenua oferta a los propietarios de la plaza de Sevilla, aprovechando –¿o respaldando?– el veto de los cinco imprescindibles
a ese coso mientras lo administre el empresario Eduardo Canorea, por atreverse a pedirles bajar sus pretensiones salariales dada la crisis económica en el país –hay figuras que ven la tempestad y no se hincan–, en la Plaza México se llevó a cabo la duodécima corrida de la temporada como grande, con la tercera pobre entrada consecutiva.
Por sus autorreguladas razones la empresa volvió a adquirir un encierro chico de la ganadería potosina de Carranco, que hace años no logra corregir debilidad, sosería y descastamiento, y para colmo destinado a una terna de toreros de corte artístico, como son los mexicanos Jerónimo y Mario Aguilar y el español Leandro Marcos, que tras once años de alternativa vino a confirmarla, en ese despistado y desigual intercambio de toreros entre México y España.
Las reses de Carranco, discretas de presencia, con apenas un puyazo de trámite, aparte de algunos buenos momentos que propiciaron, no faenas de fondo, contrastaron notablemente con la bravura seca y exigente de los toros de De Haro lidiados en la corrida anterior, referente del único sustento posible de la tauromaquia.
Toreros con la expresión privilegiada de Jerónimo merecen una administración más acorde a su capacidad de sentir y hacer sentir, de gustar y emocionar al gran público. El exquisito trasteo a su primero tuvo estructura y belleza, no así intensidad por la mansedumbre y poca transmisión del astado. Pero el hombre viene renovado de espíritu y tras unas suaves verónicas de inicio logró lo imposible: imprimirle hondura y sentimiento a sus tandas por ambos lados a un toro pasador pero sin codicia, colocándose muy bien y llevándolo suavemente. Con lentitud, casi con temple, se fue muy derecho tras el acero y dejó una estocada hasta las cintas, obteniendo merecida oreja. Con su segundo, tan débil y soso como sus hermanos, Jerónimo sólo pudo dejar dos musicales remates capoteros y Christian Sánchez dos soberbios pares por los que fue llamado al tercio.
El aguacalentense Mario Aguilar posee el don de la sobriedad y la elegancia, cada vez mejor sustentados en la técnica. Con su lote ha estado muy bien, tanto con capa –verónicas y navarras de lujo– como con muleta –series bien planteadas y adornos muy finos–, no así con la espada, lo que le impidió cortar la oreja de su primero, manso voluntarioso que apenas fue picado, y pasando de faena a sus dos toros. Hay en Mario un torero con enormes posibilidades, siempre y cuando el sistema lo acabe de valorar.
El vallisoletano Leandro Marcos confirmó su alternativa. Con clase, buen concepto y mejor porte, no logró rebasar las escasas condiciones de sus toros, incluido el de regalo.
Apenas se puede creer el atolondramiento –ni modo que la mala leche– del juez Jesús Morales y de su asesor técnico Juan Vázquez, destacados subalternos en su momento, al no haber pedido un minuto de aplausos en memoria de su destacado compañero Antonio Martínez La Crónica, señor de plata y de la vida, fallecido el miércoles pasado. Ah que la autoridá.