Opinión
Ver día anteriorMartes 7 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Sobre copias y falsos legales
E

l ejemplo más reciente de falsos legales lo ha proporcionado la experiencia publicada en una nota de periódico, cuya autora es la crítica de arte Avelina Lésper y está relacionado con las copias legalizadas de Frida Kahlo exhibidas en el Naval Training Center de la ciudad de San Diego. Esa zona californiana es proclive a tales funciones mercantiles, hará algo más de un año yo visité en una ciudad vecina cierta galería en la que se vendían Vlaminck, Renoir, Matisse, Klee y hasta Rothko acompañados por documentos que certificaban las piezas como copias legítimas de estos autores, proporcionando el nombre del copista, las medidas de los originales y hasta breves biografías. Eso quiere decir que tales obras son copias legales certificadas, cosa distinta al proceder de Gabriel de la Mora y de allí la veracidad del título que dio a su libro comentado en mi nota pasada, pues esas obras sólo en su origen, ya remoto, fueron falsos. Excepto un par de éstas, las piezas deconstruidas que se proponen como ejemplo, estrictamente analizadas por Reyes Palma, ya no guardan parecido alguno con los originales. Se trata de reconstrucciones sometidas a procedimientos técnicos y aún científicos, ingeniosos, a veces algo jocosos, que han dado origen a obras cuya índole genuina está en ser de Gabriel de la Mora. Pueden generar un mercado súper legítimo que va a atraer, más que a nadie, a quienes están al tanto de estos procesos. Si Gabriel fundió, hizo pedazos o decantó obras falsas, eso en verdad ya no importa mas que como idea sustentante. Importa fundamentalmente, para este ingenioso artista, como sustancia simbólica.

La acuciosa lectura del libro comentado en mi nota pasada fue temporalmente cercana a una visita circunstancial a un sitio urbano en el que existen reproducciones murales de obras impresionistas, al parecer todas copiadas de obras que pertenecen a la colección del Museo de Orsay, que recientemente prestó un buen acervo de su colección al Museo Fundación Dolores Olmedo, en La Noria (Xohimilco).

Estas obras son murales, copias no tan libres, algo burdas, pero perfectamente identificables, de Manet, Monet, Renoir, Van Gogh, Turner (aunque no sea propiamente impresionista) y hasta Soroya. Quienes conocen, ya sea los originales o las multitudes de reproducciones comerciales tipo poóters que existen en los supermercados, marquerías, hospitales etcétera, las identifican de primera mano como copias convertidas en murales.

Los transeúntes sienten enorme gusto al identificar las fuentes. Estas obras murales fueron realizadas en el muro liso, bien aplanado, que cerca los terrenos de una escuela anexa a campo deportivo en la calle Arteaga, que desemboca en Frontera, en los lindes entre San Ángel y Tizapán. La moción parte del Gobierno del Distrito Federal y se titula Museos en la calle. Así como el enjuiciado en el artículo de Lésper da cuenta de la legalización de falsos Frida como productos comerciales y el libro de De la Mora-Reyes Palma es tan parco y exacto como una ecuación matemática y da lugar a calibrar un interesante vericueto conceptual, de igual manera esta acción es popular, vecina a un mercado típico (Melchor Múzquiz) de la delegación Álvaro Obregón y susceptible de ser aprehendida por transeúntes y automovilistas por igual. No se trata de grafiti; esta forma de arte urbano, espontánea o no tanto, obedece a otras intenciones y condicionamientos muy distintos a la que menciono, que intenta reproducir en la calle objetos sacralizados por los museos, convertidos en exposición pública realizada legalmente por pintores anónimos. Anteriores mociones en este aspecto, realizadas a partir de reproducciones fotográficas, han fracasado, tal vez por razón de derechos autorales. Museos en la calle, ¿podría promover una mayor afluencia de público en nuestros museos, si se reprodujeran versiones de piezas de acervo?