El deportista busca sumar experiencia y un encuentro espiritual consigo mismo
Viajará solo durante seis meses en una nave aerodinámica llamada Cascarita
Partirá desde el Puerto de Palos, España, hasta Cancún, México, en una ruta similar a la de Cristóbal Colón
Sábado 11 de enero de 2014, p. a13
Con el mar como su única compañía y la fuerza de voluntad como guía, Abraham Levy se ha propuesto una hazaña sin precedente: cruzar a remo y en solitario los 9 mil kilómetros del océano Atlántico, travesía que realizará en una nave aerodinámica, llamada Cascarita, que lo mantendrá en el espacio marino entre cuatro y seis meses, sólo por el placer de ganar una experiencia más que le permita vivir un encuentro espiritual a través de la naturaleza.
El total estado de soledad en medio del segundo océano más extenso del planeta no atemoriza a Levy, de 1.78 metros de estatura, de cuerpo atlético sin ser corpulento, quien a sus 33 años ya ha vencido al escepticismo humano, al demostrar que por su tenacidad y perseverancia, en 2008 logró recorrer 11 mil kilómetros de las costas de México a bordo de un kayak, travesía que lo mantuvo 13 meses en altamar.
Esa experiencia le permitió redescubrir su esencia como ser humano, por lo que considera que el recorrido en el Atlántico, que comenzará a finales de enero, será una oportunidad tremenda para tener un encuentro conmigo mismo
, y resalta que al principio los grandes proyectos parecen locuras porque se salen de lo que sucede normalmente
.
–¿Por qué cruzar a remo el Atlántico?
–Durante mucho tiempo quise saber qué se siente estar en medio del mar completamente solo. Nada más estás tú para sacar adelante cualquier cosa que se te presente, tener sólo al horizonte como límite, que puedas ver el amanecer, el atardecer, las estrellas, las nubes todos los días, para mí eso es un privilegio.
En las grandes ciudades hay tanto ruido y tienes ideas que difícilmente te das tiempo para realmente convivir contigo. Creo que hoy por hoy está en extinción escucharte.
Es una idea que acaricia desde niño
Se vuelve a entusiasmar al relatar el origen de su curiosidad por enfrentar al mar: cruzar un océano es algo que desde niño tengo en la cabeza. De hecho cuando estaba chico me visualicé cruzándolo a bordo de un buque de carga, como polizón. Poco a poco la idea fue modificándose y decidí que la mejor manera de atravesar el Atlántico era simplemente a remo
.
A Levy no le atemoriza enfrentar tormentas, diversas criaturas marinas –entre ellas el tiburón ballena que llega a medir 12 metros de largo–, la insolación y el revuelo del oleaje sin mayor ayuda que la de su propia entereza y genialidad para resolver los múltiples inconvenientes.
Convencido, asegura que la parte más complicada de esta proeza es tomar la decisión de llevarla a cabo y, sobre todo, “convencerte a ti mismo de que eres capaz de lograrlo.
“Los pensamientos de temor los eliminas y te concentras en las cosas que tienes que hacer para que todo salga bien. Mucha gente me pregunta si me da miedo. Claro que sí, el temor es un instinto natural que nos ayuda a mantenernos vivos porque activa la secreción de adrenalina, la cual nos pone alerta y nos permite reaccionar más rápidamente.
Mientras no te dejes llevar por el pánico y sepas controlar ese miedo para que te empuje a hacer las cosas adecuadas, es positivo mientras te impulse y te haga tomar las precauciones.
Después de cuatro años de planear este proyecto, el anhelo, espanto y euforia se han mezclado para transmutarlos en fuerza mental, por lo que considera que remar es lo de menos
, pese a estar consciente del desmedido esfuerzo físico que tendrá que realizar los eventuales 120 a 180 días que vivirá en el océano.
Aun cuando ha retado la fuerza del mar al navegar en kayak el limítrofe marino mexicano, Levy no se considera un hombre apasionado de las aventuras extremas, sino más bien se describe como un amante de los prodigios que ha creado la naturaleza.
No creo ser ese tipo de persona. Por ejemplo, los extremos creo que son emociones muy rápidas, fuertes y que pasan en un instante, como aventarte de un paracaídas, brincar una cascada en kayak, pero a mí más bien me gusta la experiencia del viaje, apreciar los paisajes con detenimiento. Es un proceso más largo, no buscando la adrenalina, sino la experiencia
, señaló.
Amor por Oaxaca
Hace seis años los retos profesionales de Levy, quien nació en Colima pero se considera oaxaqueño por las maravillas del estado sureño, eran alcanzar la cuota de ganancias en su empresa dedicada a la venta de celulares, actividad que no me gustaba hacer
, lo que lo decidió a dejarse guiar por lo que realmente le apasiona: explorar.
Se dejó llevar por sus anhelos para adentrarse y correr todos los riesgos en la selva, el mar y la montaña, para así transformarse y ser parte de esos escenarios inhóspitos, pero que lo hacen recordar que el ser humano también es hijo de esa misma naturaleza.
Tras varias andanzas se ha convertido en un hombre que necesita del silencio y la armonía que se desprende en los sonidos del río, el bamboleo de los árboles, el golpe de las olas en la tierra y rocas; una serenidad que sólo en la lejanía de las grandes ciudades puede encontrar.
Así comenzó a crear sus propias historias como explorador, cuando en 2008 recorrió en su totalidad las costas de México, desde Tamaulipas a la Riviera Maya, así como desde Baja California hasta Chiapas, todo en un minúsculo kayak de cinco metros de largo y sólo 57 centímetros de ancho, propulsado por Levy y su férrea voluntad.
Esa aventura no sólo le permitió descubrir espacios recónditos del territorio mexicano, sino también le dio la oportunidad de vivir con más intensidad, sentir el entorno, la temperatura del agua, la corriente. Percibes que cada lugar huele distinto, conoces México de manera más intima
, reseña como si se reactivaran cada uno de sus sentidos en el momento en que realizó el viaje.
–¿Cómo le sacudió el alma al terminar el recorrido por las costas de México?
–La parte más difícil de los proyectos es convencerte a ti mismo de que eres capaz de lograrlos. Ese proceso vino antes de zarpar, hubo una transformación de como veía las cosas y hacia donde quería remar. De hecho, lo padre es empezarlo y vivirlo. Terminarlo es una manera de cerrar un ciclo, pero la parte mejor es el camino, no el fin. Se acaba y dices ¿y ahora?
En su segunda travesía de gran magnitud Levy partirá desde Puerto de Palos, España, para llegar a Cancún, Quintana Roo, en una ruta similar a la que hace casi 522 años realizó Cristóbal Colón, pero en el caso del mexicano no será en una carabela.
El origen de la Cascarita
Él viajará en la Cascarita, nave aerodinámica de seis por 1.5 metros que pareciera haber salido de una historia de ficción, pues está equipada con la más reciente tecnología de navegación y comunicación satelital (telefonía e Internet).
Es autoenderezable, cuenta con desalinizador de agua, un camarote y una bodega para resguardar la tonelada de comida deshidratada que aportará las 7 mil calorías que por día necesitará Levy para remar más de 10 horas antes de cada noche.
“Cuando hice lo del kayak pasé por un lugar de Oaxaca; un niñito se me acercó cuando yo llegaba y él preguntaba de todo. Emocionado le platiqué cómo era la ruta y me inquirió ‘¿Oye, de verdad vienes desde tan lejos en esa cascarita?’
“Esta nave es una cascarita en medio del mar, pero es impulsada por el espíritu humano y te puede llevar hasta donde tú quieras ir. Me quedé con esa idea y pareció muy acertado, porque aunque es más grande que el kayak, sigue siendo una corcholata, una cascarita en medio del mar”, refiere.