Carlos Arruza XIII
onsignábamos en nuestra anterior entrega que para Carlos, además de los sonados triunfos que alcanzó, había algo más.
Y vaya que sí.
Estando en la tierra de Simón Bolívar conoció a un gran taurino, don Andrés Gago Suárez, sin imaginar que años más tarde sería su apoderado, recorriendo juntos todo el mundo taurino, con un perfecto entendimiento amén de una entrañable amistad.
Obviamente regresó con el ánimo por las nubes y, a poco, designó apoderado a don Benjamín Villanueva, hombre derecho a carta cabal, honrado como el que más y profundo conocedor de los intringuilis
taurinos y quien mucho lo hizo torear en buenos carteles en provincia, pero, en el verano de 1941, una desgracia vino a afectar severamente a su señora madre y a él.
Fue terrible.
Un golpanazo.
La prematura e inesperada muerte de su hermano Manolo los sumió en una profunda tristeza y, sacando ánimos del pozo, se juró que, de ahí en adelante él torearía por los dos.
Torearía cómo sabía hacerlo y, a la vez, lo que su hermano hubiera hecho ante los toros.
Y, si grandes fueron sus dolores por las muertes de su padre y su hermano, a partir de su promesa, se adueñaron de Carlos una inspiración para él desconocida y una seguridad cómo nunca antes había sentido.
Y tan así las cosas que llegó a decir que en el Cielo estaban don José y su hermano formando una poderosa e invisible cuadrilla que en todo lo ayudaban.
Fue un antes y un después.
Al comenzar la temporada 1941-1942, su nombre no figuraba en el elenco de matadores anunciados; después de tantos sufrimientos y de tanto pasarlas negras
, volvían a dejarlo fuera, pero, en una de esas, al regresar a Guadalajara tras haber toreado en algún pueblo de Jalisco, recibió una llamada de su apoderado diciéndole que le ofrecían torear al domingo siguiente una corrida muy grande y fuerte de La Punta y le comentó si no aceptas esta ya no habrá otra oportunidad y en cuanto al peso de los toros no le des importancia si no los vas a cargar
.
El cartel lo completaron Conchita Cintrón, Ricardo Torres y El Calesero y todos, cual trío de desesperados, la formaron en grande con unos punteños que fueron bravos y nobles y les permitieron hacerles lo que les vino en gana. “Marcador: Arruza, oreja y vuelta; Calesero, dos orejas; Ricardo muy bien en sus dos toros y Conchita una oreja”.
Carcho Peralta los mandó llamar y cómo es lógico suponer, Carlos le pidió algo más de dinero, a lo que Carcho le contestó: “te ofrezco toros muy buenos, así que escoge ¿toros o dinero?
Así que repitió el siguiente domingo, con toros de San Mateo, alternando –nada más y nada menos– que con Lorenzo Garza y la alternativa de Manuel Gutiérrez El Espartero.
Bombonero fue un toro de bandera, al que Carlos le tumbó las dos orejas y con ellas recorrió la arena en son de triunfo, lo que le valió nuevo llamado de la empresa.
Dos domingos más tarde volvió a cortar un auricular, así que lo programaron con –otro nada más y nada menos– Fermín Espinosa Armillita chico y El Espartero, cortando Arruza otra oreja. Marcador
: otra oreja, o sea cuatro trofeos en otras tantas fechas”.
Don Carcho Peralta cumplía con lo ofrecido: poca lana
y buenos toros y alternantes y viendo de lo que Arruza era capaz, para la quinta corrida le aumentó la marmaja
y en esa ocasión cortó dos orejas. Vino otra más y nuevo apéndice, o sea seis corridas y nueva peluda
, así que en seis corridas hubo trofeos y, cual broche de oro, vino la mejor tarde de Carlos en esa temporada.
Fue el delirio.
Carlos Arruza y Silverio Pérez, mano a mano.
Silverio inmortalizó a Peluquero, de la ganadería de don Carlos Cuevas y Arruza no se quedó atrás con Mordelón de La Laguna y cómo torearían los dos que la multitud los cargó en hombros y así se los llevó hasta bien entrada la noche, mientras los gritos de toreros, toreros
no cesaban y los cargadores
no disminuían en número.
En tanto, su apoderado le había firmado varias corridas y, poco después, verano de 1942, viajó a Portugal para presentarse ya en calidad de matador de toros.
+ + +
¡Qué bien friega!
Hasta la próxima.
(AAB)