Ahora, los mansos y deslucidos fueron los de la otrora encastada La Punta
El Capea, afanoso pero deslucido, como su lote; enésima baja asistencia de la temporada
Lunes 13 de enero de 2014, p. a39
Es muy sencillo: si la empresa confecciona carteles de espaldas al público, éste no tiene inconveniente en darle la espalda a esa desaprensiva oferta de espectáculo, dejando vacíos los tendidos de la plaza, lo cual tiene sin cuidado a sus contumaces promotores.
En la decimotercera corrida de la temporada como grande 2013-2014 en la monumental de Insurgentes, en otro cartel diseñado por los secuestradores de la fiesta, no por los antitaurinos, hicieron el paseíllo tres diestros aguascalentenses, dos de nacimiento y uno por adopción: Fabián Barba, Arturo Macías y el salmantino Pedro Gutiérrez El Capea, para lidiar un encierro de la ganadería jalisciense de La Punta, que tantas tardes de gloria diera a la tauromaquia de México en tiempos menos enrarecidos, y que hoy se sumó a la larga lista de mansadas que han venido al serial, llegando a la muleta faltos de clase, recorrido o transmisión.
Fue una corrida sin exceso de kilos ni de cuerna, ni de bravura, ni de calidad, ni de tauromaquia, ni de… público, que, como sentenció el maestro Paco Gorráez, no sabe, pero siente
, y que sintió que esta enésima combinación desalmada de toros y toreros nomás no era garantía ni siquiera de diversión; no se diga de la emoción incomparable de la bravura, que los punteños dejaron en el puyazo.
Arturo Macías, tercer espada, que el año pasado terminó como líder del escalafón con la estimable suma de 46 corridas toreadas, enfrentó primero a un precioso castaño al que le hizo un quite por embarulladas gaoneras y en el último tercio aguantó con más temeridad que dominio, mostrando el defecto de siempre: mucha disposición y poca estructuración. Alejandro Prado saludó en el tercio por lucido cuarteo.
Pero con el cierraplaza, el más ligero del encierro y el único que tuvo alegría, nobleza y recorrido, Macías ejecutó primero verónicas con la mano de salida alta, remató con media, revolera y brionesa, quitó por saltilleras, caleserina y revolera y realizó una vistosa faena únicamente con la diestra, primero con tandas cortas y luego de hasta cinco muletazos bien rematados, yéndose de la cara del toro a saludar al tendido, perdiendo él concentración y ritmo su labor. Tras ser empalado por la entrepierna cobró una estocada entera y recibió dos orejas, excesivas tras el recuerdo fresco de las faenas de Pizarro y de Jerónimo; pero hoy repetitividad mata bravura y tauromaquia.
Fabián Barba, pundonoroso y sobrio como siempre, realizó con su primero –fuerte, bien armado, alto de agujas y de embestida descompuesta, que exigía colocación, valor sereno y mando– un sólido trasteo por ambos lados pleno de convicción y entrega, sin efectismos ni ventajas. En el volapié el toro perdió la mano izquierda y prendió por el muslo al torero, que dejó media en buen sitio y descabelló al primer golpe. En una plaza seria por lo menos habría dado triunfal vuelta; aquí fue sacado al tercio. A su segundo lo recibió en los medios con una larga de hinojos, quitó por gaoneras quietas y limpias y consumó una faena meritoria e intensa a otro tardo y sin clase. Valiente y solvente, Fabián merece estar en otro nivel de carteles.
Esforzado, Pedro Gutiérrez El Capea no logra despojarse de la tiesura ni de la sombra de su padre, por lo que no pudo remontar la poca clase de su lote.