e adelantó a los carnavales Arturo Macías, el popular Cejas, y volvió a la melancólica plaza de toros insurgentina, deprimida en soporífera corrida un carnaval en enero al final del festejo. El torero de Aguascalientes se lanzó sobre los bureles de La Punta –sosotes y quedados– y se vació
en verticales bandas de pases por alto que asemejaban renglones de versos populares escritos con tinta de colores en el horizonte infinito del azul del cielo.
Repartía sonrisas El Cejas y el coso registró un aroma carnavalero impregnado de la más clara y transparente de las cervezas, burbujeando espuma borreguna que se confundía con los borregones de La Punta que se deslizaban frenados por el redondel. Pelotitas hechas de lana cargada resbalaban como coro de arcángeles en iglesia de pueblo, y las gargantas de los cabales eran contagiadas del Viva Aguascalientes
, del simpático torero con el torito, manso docilón pero de milagro no lo envió a la enfermería. Venga más cerveza y El Cejas tenía a la plaza en un puño.
Si bien a los cabales nos gusta ver jugar al toro con borreguillos, también a cambio de eso nos gusta ver a los matadores torear toros con edad y trapío con los que no se juega y fueron la base que se llamaba toreo. Mas a los borregos instalados en el coso no hay quien los desaparezca. Torear es cargar la suerte y meterse en el terreno del toro para ganárselo. La realidad es que con toritos como los lidiados la tarde de ayer es imposible. Sólo queda el bullicio de un torero como El Cejas que embiste a los toros y pone la emoción de la que carecen. Por supuesto, salió de la plaza en hombros, en pleno carnaval repartiendo sonrisas.