n los casi 30 años de vida de La Jornada, sólo en una ocasión ocupé este espacio con un problema personal; un problema con Telmex. Ahora se trata del Gobierno del DF, pero no espero nada del mismo. Me parece importante, sin embargo, compartir mi asunto porque esta vez tiene que ver no sólo conmigo, sino con una buena cantidad de vecinos de la zona de Tlalpan en la que vivo (Arenal 253), que vivió este diciembre mi misma suerte.
El 28 de diciembre, al regresar a mi casa, mi esposa y yo encontramos la casa robada. Al día siguiente escribí una breve nota para El Correo Ilustrado, que mi periódico me hizo favor de publicar el día 30, con formato destacado. Decía lo siguiente: “Seguramente la policía no hace nada para cuidar a las personas y sus bienes y, cuando está absolutamente ausente, como es el caso de la zona donde vivo, estamos a merced de toda clase de malhechores. El sábado pasado que regresamos de pasar la Nochebuena con un hijo en Ensenada y, como en tantas casas habrá ocurrido, estas fechas se convierten en noches de horrores: ladrones rompieron una ventana de nuestra casa e hicieron destrozos; las recámaras parecían campos de batalla. Robaron una pequeña caja fuerte donde estaban nuestras chequeras, las llaves de los autos y copias de las llaves de la casa, algunos relojes; se llevaron además dos computadoras, unas pocas joyas que tenía mi esposa, y salieron por la puerta de la calle dejándola abierta. En tanto, en esta zona, nadie ha visto a un policía nunca.
La aparición creciente de policías comunitarias aquí y allá [mutando ahora en un problema confuso] es la otra cara de la moneda de la inutilidad policiaca. La rabia de la impotencia frente al sentirse invadido y saqueado se vuelve, por necesidad, contra los gobernantes.
El propio 30 de diciembre escribí un correo al señor Mancera. Abrí la página del Gobierno del DF, y me encontré con un portal atiborrado de fotografías que retratan toda clase de hechos, con colores y formato kitsch hasta el colmo. El portal sirve fundamentalmente para que el sonriente Mancera vierta la propaganda con la que presume lo que él cree que son su grandes logros. Pero dejemos a un lado su pésimo gusto: cada quien el suyo. Sí vale la pena señalar que entre los primeros visibles vínculos del portal está uno que se llama Mi foto con el jefe de Gobierno
. ¡Uf!, el gobernante cree que los ciudadanos se sienten muy honrados de tener su foto con Mancera. Difícil entender qué son los ciudadanos en la mentalidad del gobernante: unos pelmazos que se sienten condecorados con la tal foto. Al mensaje enviado adjunté la nota referida publicada en La Jornada. Como era previsible no pasó absolutamente nada.
Escribí también, en el mismo momento, al procurador Rodolfo Fernando Ríos en los mismos términos que a Mancera y enviándole la nota de mi periódico. Con un formato bastante más aceptable, pronto encuentra usted un vínculo que, al abrirse, dice: “ Con el propósito de iniciar una relación cercana con usted (itálicas de JB), la Procuraduría pone a su disposición este medio para que exprese sus comentarios, sugerencias, quejas, críticas y/o felicitaciones [felicitaciones, claro, felicitaciones por cumplir con su trabajo, si es que usted cree que eso ocurre], sobre el quehacer de esta institución y sus servidores públicos”. La relación cercana
no sé si ocurre con alguien. Como era previsible, de mi correo, no siguió absolutamente nada.
Intenté escribir también a la delegada Maricela Contreras. El portal algo menos kitsch que el de Mancera esta diseñado con la misma idea: autocelebración propagandística de lo que no es sino su trabajo. La ruta para intentar comunicarse con ella está trazada para hacerlo casi imposible. No se le ocurra escribir a [email protected], que está en el portal, porque le devolverán su correo. Si tiene usted suerte tiene que hacerlo extrañamente por el laberinto de la intranet de la delegación, para lo cual lo envían a estudiar el Manual de usuario para acceder y salir del correo institucional
. Una vez que haya encontrado ahí el navegador que usa usted, debe escribir: https://correo.tlalpan.gob.mx; no, no crea usted que ya llegó; en mi caso esa URL me llevó a una página que dice: Existe un problema con el certificado de seguridad de ese sitio web
. Esta página da algunas explicaciones y tres opciones. Una dice: Vaya a este sitio web (no recomendado)
. Bien, el manual dice que usted debe ir ahí precisamente. Algo similar ocurre con todos los navegadores.
Usted, si confía, entra al lugar no recomendado, y se abre la página de la intranet de la delegación, donde le solicitan nombre de usuario y contraseña, un registro que no existe en el portal de inicio. Existe, sí, un registro, donde sólo le piden su correo, para enviarle el boletín de la delegación. A estas alturas cualquier persona ocupada manda al diablo la página de la delegación. Le muestro la excelsa sintaxis con que está escrito el manual: De esta forma usted podrá tener acceso al su correo institucional evidentemente si cuenta con su usuario y contraseña respectivamente (sic)
.
En dos ocasiones anteriores acudí a la delegación de policía a levantar actas por robo. La policía hizo lo que parece corresponderle: absolutamente nada.