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En China, la dependencia a Internet es tomada como enfermedad que requiere tratamiento

Llega a Sundance un filme sobre la rehabilitación de ciberadictos chinos

Hilla Medalia y Shosh Shlam grabaron en uno de los 400 centros de desintoxicación de esa nación

La política del hijo único y el sistema educativo ultracompetitivo, las causas, dicen cineastas

Foto
Fotografía carcelaria de James Whitey Bulger de la penitenciaría de Alcatraz, en San Francisco, Estados Unidos, que se incluye en el documental Whitey: Estados Unidos de América vs. James J. Bulger. En el filme, Bulger dice a su abogado que nunca fue informante de la FBI, pero que había agentes federales en la nómina. El documental es dirigido por Joe Berlinger y se estrenó ayer en el festival de cine de SundanceFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Viernes 24 de enero de 2014, p. 9

Park City, EU, 23 de enero.

Dos israelíes lograron entrar en centros militares de desintoxicación creados por China para sus millones de adictos a Internet para filmar Junkie Web, documental en competencia en Sundance, festival anual de cine independiente en las montañas de Utah.

En China, donde la dependencia a Internet es considerada una enfermedad, hay unos 24 millones de jóvenes web junkies (adictos a la red), que pasan más de seis horas diarias online, según las autoridades.

Hilla Medalia y Shosh Shlam tuvieron acceso a uno de los 400 centros de desintoxicación que tiene el gigante asiático para adolescentes de entre 13 y 18 años adictos a Internet y, en particular, a los juegos en red.

China es el primer país que considera la adicción a Internet como enfermedad y que toma medidas, dice Medalia. El documental sigue a tres adolescentes enviados por sus padres a un centro de rehabilitación dirigido por militares. Durante un mes, los muchachos –ninguna chica aparece en el documental– alternan entrenamiento militar, tratamiento médico y terapia familiar, por unos mil 640 dólares, dos veces el salario promedio mensual en Pekín, según Shlam.

Pañales para no dejar el juego

Estos padres están realmente desesperados. Envían a sus hijos (a esos centros), porque es su último recurso; realmente quieren ayudarlos, señala Medalia. Y deben pagar un alto precio. Esto no es subsidiado por el gobierno. El documental no entra en detalles sobre el tratamiento –que a veces roza la locura, como cuando los médicos les ponen un casco a los jóvenes pacientes para analizar supuestamente la estimulación del cerebro–, pero muestra la consternación de estos adictos privados de su computadora. Uno de ellos ruega a sus padres que lo saque del centro, con la promesa de no volver a jugar más de cuatro horas al día en Internet. Otro se jacta de haber jugado una vez durante 300 horas seguidas, interrumpidas por algunas breves siestas.

Shosh Shlam no está convencida de que todos los adolescentes internados sean en realidad dependientes, pero observa algunos comportamientos desviados que revelan, según ella, una patología. Algunos dejan la escuela, pasan el día y la noche en los cibercafés y quieren hasta usar pañales para no tener que ir al baño durante sus sesiones de juegos online, observa.

Shlam señala dos razones principales para la adicción a Internet de los jóvenes chinos, y cita a un profesor que aparece en la película. La primera es la política del hijo único, y la otra, el sistema de educación, muy estricto y ultracompetitivo. Como el futuro de la familia descansa en los hombros de un solo hijo, sus padres constantemente lo presionan para que sea un mejor estudiante, dice la documentalista.

Desde el ingreso mismo a los centros de rehabilitación, la curación de estos jóvenes es muy aleatoria, señala Medalia. Es posible sacarle la heroína de las manos a un drogadicto, pero ¿cómo se hace cuando somos completamente dependientes de Internet para trabajar y comunicarnos?, se pregunta. El principal índice de éxito probablemente hay que buscarlo del lado de la vida social de los adolescentes, que en un mes debieron volver a aprender a hablar cara a cara con sus compañeros, y no a través de la web. Cuando me siento solo, me voy a Internet y me encuentro con otra persona solitaria del otro lado, dijo uno de los jóvenes pacientes a su siquiatra, ilustrando hasta qué punto los juegos online funcionan como forma de socialización.

La adicción a Internet es el tema de otro documental, Love Child, también en competencia en Sundance este año. La película se centra en un hecho que fue noticia en Corea del Sur en 2010: una bebé de tres meses murió de desnutrición, porque sus padres pasaban más tiempo jugando en línea en un cibercafé que ocupándose de ella.