Sábado 1º de febrero de 2014, p. a16
En los estantes de novedades discográficas esplende una colección imperdible: The music of the 20th century; 50 essential works by 50 composers, del sello amarillo Deutsche Grammophon, reconocido como el más importante en el ámbito de la música de concierto.
Medio centenar de obras, de igual número de autores, emblematizan las cumbres de la composición del siglo pasado que, no obstante, no han llegado como debieran, de forma masiva y multitudinaria, a las salas de concierto, si bien muchas de ellas son consideradas como obras de culto, referentes, hitos.
Nos ocuparemos hoy de uno de esos 50 cidís: Steve Reich. Drumming, un clásico entre los clásicos contemporáneos, con sus intérpretes mejores: el propio autor y sus colegas: Steve Reich and Musicians.
El disco incluye otras dos obras maestras: Six pianos, y Mallet instruments, voices and organ.
Existen numerosas versiones, ediciones, re-ediciones de esta obra monumental. De hecho, el Disquero había revisado, en apretadísima síntesis, la más reciente (http://goo.gl/tvlbge) antes de la novísima edición, cuya portada aparece en medio a la izquierda en esta página, reconocible por el legendario sello amarillo.
El propio Steve Reich ha participado en varias grabaciones discográficas de Drumming; aparece haciendo lo propio en las tres fotografías de esta página: en la foto superior, él está a la derecha; en medio, él sólo con la batería de bongóes y abajo con su ahora tradicional e inseparable gorra negra.
El ideario estético de Reich es conocido para los lectores del Disquero (http://goo.gl/1nY2p4): un territorio de la fascinación.
Drumming es uno de esos pocos ejemplos de cuando un músico occidental verdaderamente comprende el inabarcable universo de la música africana. Mencionemos por lo pronto solamente dos ejemplos: el majestuoso disco Lambarena, que el Disquero dio a conocer en México (http://goo.gl/Me3pDj) y otro disco imperdible, donde György Ligeti comparte su manera fascinada de escuchar la insondable, mágica música de los pigmeos: http://goo.gl/u8uj55.
De su estancia en Ghana en 1970, Steve Reich obtuvo dos cosas relevantes: enfermó de malaria y transcribió, pero sobre todo comprendió las lecciones que le impartió el maestro ghanés Gideon Alorwoyie; con las enseñanzas de aquel gran percusionista africano, más otra fuente muy particular de donde abrevó Reich: la música del compositor medieval francés Perotin (Magister Perotinus Magnus), Steve Reich creó Drumming como un ejemplo de cómo los compartimentos estancos sólo son necesarios para quienes no pueden escuchar sin más, simplemente abriendo el corazón, el diafragma, las entendederas, el alma, sin necesidad de ponerle nombrecitos tan ridículos como música minimalista
a lo que se ocupa de la repetición de patrones melódicos, rítmicos y tímbricos.
Después de tres semanas de escuchar Drumming, además de revisitar ese otro monumento sonoro que creó Steve Reich, también un clásico: Música para 18 músicos (http://goo.gl/AUHmSj), uno puede alegremente cambiar el sambenito de música minimalista
por el de música ritualística, hipnótica, mántrica, espiritual, mágica...
El efecto en el escucha no tiene límites. Es similar a cantar mantras, meditar, concentrarse en un punto. Cuando la mente está tranquila, serena, percibe con claridad el géiser, caudal, torbellino, catarata, erupción volcánica que resulta la música de Steve Reich con su fila de bongóes que luego es hilera de marimbas con dos voces de mujer que luego es tripleta de glockenspiels con un silbador (sí, una persona que hace música silbando), una flauta piccolo y al final todos juntos ya construyen un paisaje sonoro sencillamente fascinante.
¿Música minimalística? Pamplinas. Vamos quitándole el apellido.
Música.