El futbol debe ser visto como un negocio en el que se hace deporte y no como un deporte donde se hace negocio, y las barras representan dinero alterno, planteó el académico Abraham Vergara.

Los líderes mueven muchos recursos por venta de playeras, boletos y drogas; incluso algunos son narcomenudistas. Ahí hay también una violencia económica, agregó durante la mesa de análisis Violencia, barras, dinero y futbol, realizada ayer en la Universidad Iberoamericana de la ciudad de México.

Los dirigentes de las porras, a cambio de pequeñas cantidades, tienen a sus grupos de choque. Otra fuente de sus ingresos son los mismos jugadores, que dan dinero para que los apoyen. ¿Quiénes financian a estos grupos? , preguntó Vergara, integrante del Departamento de Estudios Empresariales y coordinador del Centro PyME de la Ibero.

El moderador de la mesa, Samuel Martínez, profesor-investigador del departamento de Comunicación, apuntó que para elaborar la llamada ley antiviolencia recién aprobada no se consultó a los aficionados del balompié, por lo que se trata de un modelo vertical, autoritario, en el que la lógica del negocio es más fuerte que el deseo de buscar soluciones más amplias, más allá del futbol.

Por su parte, Óscar Galicia, académico del departamento de Sicología, aclaró que la violencia en las barras es un reflejo de la sociedad y del núcleo familiar, por lo que en el balompié debe darse un cambio social y no uno legal, y consideró que los clubes tienen que hacerse responsables de lo que ocurre dentro del estadio y de lo que hagan sus porras.

También participó el brasileño Edison Gastaldo, antropólogo de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro, quien consideró que la FIFA busca un aburguesamiento del futbol.

“El modelo del hincha del organismo rector del futbol internacional es un fanático aburrido, bien portado, que se la pasa sentado, pero por ejemplo el de Brasil no es así”, dijo, y anticipó que en el Mundial 2014 habrá menos protestas sociales que durante la Copa Confederaciones del año pasado.

“Sí habrá movilizaciones, pero no como en 2013, en las que hubo mucha violencia y varias personas se fueron saliendo por eso. En la última manifestación asistieron 5 mil personas y hubo más policías.

La diferencia es que el gobierno ya está preparado, no será tomado por sorpresa y creo que el impacto será menor, comentó.

En tanto, Roger Magazine, académico del departamento de Ciencias Sociales y Políticas, observó que las barras están integradas “por jóvenes de colonias populares, por lo que las clases media y alta los ven con prejuicios, preocupación o miedo.

Y no podemos dejar que la lógica empresarial controle todo. Es más fácil hacer una ley (antiviolencia) que meterse en política y seguridad, en los problemas reales del país.