Los museos están secuestrados, en México hay muchísimos pintores, pero ya no hay oportunidad de exponer, afirmó el artista Arturo Rivera (1945), durante la presentación de un catálogo por los 50 años de labor pictórica en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

No es como en mi época, cuando teníamos muchísima oportunidad de exponer en los museos. Y los de la Universidad Nacional Autónoma de México, ni se diga. El Museo Nacional de Arte saca una tripa por una ventana, unas vejigas de siete metros. ¿Qué tiene que ver el Munal con eso?, agregó el pintor.

Lo anterior, lo dijo al final del acto, y complementó: No he ido al Museo Universitario Arte Contemporáneo, porque me daría coraje, pero ya me platicaron; ni al Jumex, ni al de Slim, agregó.

Momentos antes agradeció a Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y a Magdalena Zavala, coordinadora nacional de Artes Visuales del Instituto Nacional de Bellas Artes, por la posibilidad de realizar el acto en el máximo recinto cultural del país, así como a los ponentes y a otros participantes tanto en la presentación como en la edición del libro.

La crítica de arte Avelina Lésper se manifestó por una exposición de Rivera, no solamente porque lo merece: lo merecen Bellas Artes y nuestros espacios. Propuesta que fue recibida con aplausos del público.

“Al margen del criterio expositivo, a partir de una especie de estudio de marketing (…) es muy importante ver una exposición de Arturo Rivera, porque (…) hay maestros claramente influenciados por su obra, por la factura de su trabajo y por la obsesión de pintar”.

Durante la charla, moderada por el periodista José Luis Martínez, el poeta y director de la Biblioteca de México, Eduardo Lizalde, celebró la sensibilidad y valor de Avelina Lésper, quien ha enfrentado ciertas modas que impiden el acceso de la gran pintura en boga a nuestros museos por un cierto, fantasioso y absurdo afán de novedades.

El libro Arturo Rivera fue editado por el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, con más de 240 imágenes, además de ensayos y entrevistas escritos por Lésper, Jaime Moreno Villarreal, Guillermo Sepúlveda y Armando Ramírez, entre otros. Es un impreso de lujo con textos en español e inglés, pasta dura y estuche.

Lizalde también afirmó: “Arturo ha producido a estas alturas un prodigioso torrente aterrador de admirable belleza y perfección. Pienso, lo piensa mucha gente, que es el mayor pintor vivo de su generación.

“En su obra no hay tremendismo, hay tragedia y drama; hay visión descarnada de un mundo que ha padecido, que se observa a su alrededor en la realidad social y cultural en la que él vive y también nosotros.

Recordó que el pintor ha dicho que “Goya –a quien admira naturalmente– no inventaba los monstruos de sus Caprichos y de otros cuadros suyos (…) esa violencia es la que rodea al creador, quien escribe sobre sus experiencias, así sean terribles, como algunas que ha vivido Arturo, como en la realidad social injusta, aterradora, imponente que nos rodea”.

En su turno, la poeta argentina Sandra Lorenzano dijo que la producción de Rivera está formada por imágenes despiadadas y leyó su poema a manera de viñetas Versículos impíos referidos a esta obra. En la última recordó al poeta Juan Gelman, fallecido el pasado 14 de enero, quien pidió a Rivera pinturas para ilustrar su poemario Amaramara, de próxima publicación.

Por su parte, Avelina Lésper leyó un fragmento de su texto incluido en el libro: La pintura de Arturo Rivera es la orgía de lo despreciable. Pinta a los parias. Es la paradoja del arte. Rivera tiene la capacidad creadora, la más profunda sabiduría técnica y pinta al horror.