Sábado 3 de mayo de 2014, p. a16
Cuando todos creíamos que las noticias sobre el centenario de La Consagración de la Primavera, de Igor Stravinsky (1882-1971) habían cesado, llega a México una grabación discográfica que hará las delicias de los miles de fervientes de esa partitura brutal y bella: Stravinsky. Stokowski. The Rite of Spring/ Bach transcriptions (Deutsche Grammophon).
La lectura que hace el joven Yannick Nézet-Séguin (Mon-treal, 1975) de la obra de Stravinsky nos sorprende, asombra y entusiasma: debido a la nitidez de sonido, a la calidad que lograron los ingenieros para hacer de este disco un portento de grabación discográfica, escuchamos por vez primera matices, detalles, rincones, recovecos de esta obra-monumento que sigue virgen en cuanto no ha sido develado su misterio.
Esta versión de Yannick Nézet-Séguin está destinada a colocarse entre las mejores, lo cual no es cualquier cosa, dada la discografía apabullante de La Consagración de la Primavera, que incluyó en 2013 una edición conmemorativa por el centenario: una caja con 20 discos compactos con 38 versiones diferentes, de igual número de directores y de orquestas, que se suma a otras consagradas, entre ellas la de Gustavo Dudamel (Barquisimeto, Venezuela, 1981).
Por cierto, los jóvenes Yannick Nézet-Séguin y Gustavo Dudamel figuran en la breve lista de los muy probables para suceder en la batuta de la mejor orquesta del planeta, la Filarmónica de Berlín, a sir Simon Rattle, quien anunció que en 2018 dejará esa orquesta.
Hace 10 años, cuando era un joven desconocido de 29 años pero ya con visos de genialidad, Sergio Vela trajo a México a Yannick Nézet-Seguin para que dirigiera durante dos semanas consecutivas a la Filarmónica de la Universidad (la Ofunam). Esas sesiones quedaron para la historia; en la primera de ellas cimbró la Sala Nezahualcóyotl con la Segunda Sinfonía de Sibelius y antes dirigió dos obras para violonchelo y orquesta, con la también joven solista Denise Djokic: las Variaciones Rococó de Chaikovsky, y el impresionante Concierto para Violonchelo de György Ligeti. En el segundo programa, Yannick abrió con una obra convencional: la obertura a El cazador furtivo, de Weber, para equilibrar con dos exquisiteces: La Noche Transfigurada, de Schönberg y la transcripción que hizo este autor austriaco al Cuarteto de piano y cuerdas de Brahms.
Hoy este joven canadiense ya es una de las máximas personalidades de la batuta en el mundo y su nuevo disco, con La Consagración de la Primavera, ya es un referente entre melómanos, como lo son sus discos anteriores, con obras de Mozart y Chaikovsky, además de La Canción de la Tierra, de Gustav Mahler, también con una lectura profunda.
Nézet-Séguin entiende la música en su relieve y hondura. Sabe del valor del silencio en la música y por eso su Consagración comprende secciones sorprendentes, como el pasaje célebre anterior al episodio Glorificación de la elegida
con sus 11 golpes brutales pero a una velocidad tan lenta que los sonidos de los intersticios entre las frases hacen tanto furor como los sonetos de William Shakespeare.
En el final de la Novena Sinfonía de Gustav Mahler también el silencio transfigura: Yannick detiene el tiempo en los instantes finales de la obra, a tal punto que ni siquiera el fragor de las lágrimas en su rostro se escucha, mientras el público, en ese concierto en vivo, se quedó estaqueado, en silencio absoluto durante más de un minuto interminable.
En manos de este gran maestro de la dirección de orquesta, todos los sonidos, todos los misterios, todos los personajes, acciones, lugares y sueños que hay en la partitura de Stravinsky cobran vida y se mueven en libertad: rugidos de bestias, alaridos de valquirias, chasquidos de cópulas, gritos de lujuria, cantos de aves de lugares insondables. Un bendito cataclismo.
En cuanto termina la obra, siguen en el disco tres obras de Bach transcritas por Leopold Stokowski, el director nodal de la Orquesta Filadelfia, de la que ahora es titular el joven Yannick y se queda guindada en la mente una melopea final, también orquestada por Stokowski, de la autoría precisamente del famoso músico bizco don Igor Strabismo.
He aquí a otro joven consagrado, al igual que Gustavo Dudamel: Yannick Nézet-Séguin.
He aquí el futuro. Hoy.