Opinión
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67 Festival Internacional de Cine de Cannes
Pretensiones en todas las dimensiones
C

annes, 21 de mayo.

Según sabemos, el camino al mal cine está empedrado de buenas intenciones. Le tocó el turno de comprobarlo al francés Michel Hazanavicius, a quien el triunfo exagerado de El artista (2011), le dio la típica reacción de querer demostrar que es un cineasta serio y comprometido, capaz de ir mucho más allá de la comedia (como si ésta fuera un género menor).

Ahora en The search (La búsqueda) ha realizado un libre remake de la película homónima de Fred Zinnemann (1948), en la que un soldado gringo (Montgomery Clift) ayudaba a un niño checo a encontrar a su madre en el Berlín de la posguerra. En este caso, Hazanavicius ha situado su propio guion en la guerra chechena de 1999, cuando las tropas rusas invadieron esa región con el pretexto de ejercer una lucha antiterrorista. (Lo que ocurre actualmente en Ucrania le daría una oportuna vigencia).

El niño Hadji (Abdul-Khalim Mamatsuiev) sobrevive la matanza de sus padres y carga con su hermano bebé, a quien abandona en una casa. Por azares del destino, Hadji termina bajo el cuidado de Carole (Bérénice Bejo), una delegada de la Unión Europea, que a su vez intenta convencer a las autoridades de Asuntos Exteriores de la situación de genocidio sufrida por Chechenia. Entre un grupo de refugiados, Raissa (Zukhra Duishvili), la hermana de Hadji, intenta encontrar al niño. Al mismo tiempo, se narra el proceso de deshumanización de un soldado ruso (Maxim Emelianov), reclutado a la fuerza que, a través del maltrato, pasa de ser víctima a victimario.

Conforme avanza el colgadísimo relato paralelo de dos horas y media, el asunto se va volviendo más artificial, entre escenas discursivas –en las cuales, Carole, la encarnación del altruismo, enuncia la postura moral del cineasta–, concesiones al melodrama y un inútil juego con el tiempo narrativo. Hazanavicius hasta consigue una mala actuación de Annette Bening, como una rígida trabajadora social.

The search fue recibida al final con una mezcla de abucheos y aplausos, intensificándose los primeros. No parece probable que en esta ocasión, el premio Óscar le sea tan generoso a Hazanavicius, aunque parece haber sido hecha con esa intención.

No se podía esperar algo legible de Jean-Luc Godard y menos cuando su película más reciente se titula Adieu au langage (Adiós al lenguaje). De 83 años, es uno de los dos sobrevivientes –el otro es Jacques Rivette– que quedan de la Nueva Ola francesa y el director más viejo de la competencia. En cumplimiento de su papel de ancien terrible, Godard no se presentó a la función ni subió por la alfombra roja.

Lo que sí hizo fue asestarnos otro indescifrable montaje de imágenes, textos y cacofonía con la novedad de que vino en 3D. O sea, la falsa profundidad a todo lo que da. Así, entre muchos otros elementos, se mezclan escenas de una pareja en su intimidad en el baño (mientras él caga, audiblemente), tomas de la naturaleza viradas de color, la sucesión característica de interrogantes y aforismos pronunciados fuera de cámara, y la repetida aparición de un bonito perro llamado Roxy (un fuerte candidato a obtener el Palm Dog, uno de los premios no oficiales más cotizados). El efecto es un leve dolor de cabeza, que esta vez no es culpa del 3D.

Ya en su parte final, la competencia ha proporcionado pocas películas como favoritas entre los críticos. En la encuesta de la revista Screen, realizada entre colegas internacionales, encabeza la lista la británica Mr. Turner, de Mike Leigh, seguida de la turca Winter Sleep, de Nuri Bilgué Ceylán; la tercera es Deux jours, une nuit, de los hermanos Dardenne. En cambio, los críticos franceses de la revista Le Film Français han preferido la película belga, seguida por la turca. Otra favorita es Timbuktu, del mauritano Abderrahmane Sissako. Así las cosas, cuando todavía faltan cuatro títulos por estrenarse –entre ellos, los de Olivier Assayas y Ken Loach.

Twitter. @walyder