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Un sitio simbólico, dijo Rosario Robles; zapatistas, en la mira del gobierno

La actual etapa contrainsurgente inicia en Las Margaritas con la Cruzada Contra el Hambre
Enviado
Periódico La Jornada
Sábado 24 de mayo de 2014, p. 16

San Cristóbal de Las Casas, Chis. 23 de mayo.

La actual etapa contrainsurgente sobre los zapatistas da inicio formal el 21 de enero de 2013, cuando el presidente Enrique Peña Nieto pone en marcha la Cruzada Nacional Contra el Hambre, su programa social insignia. ¿Dónde? En Las Margaritas, Chiapas, la entrada tojolabal a la selva Lacandona, en una región relacionada directamente con el municipio autónomo rebelde San Pedro de Michoacán. Qué casualidad. Otra vez, el que fuera escenario predilecto de la política indigenista (por llamarla de algún modo) de los gobiernos panistas, a cargo de Luis H. Álvarez. Siempre bajo ocupación militar, un escenario predilecto de la guerra de baja intensidad.

La iniciativa pudo presentarse en otros muchos lugares significativos del país, menos remotos y más hambrientos. La cruzada, proyecto nacional a cargo de la Secretaría de Desarrollo Social, va dirigido a los más hambrientos de los pobres. Pero el gobierno del PRI retornado y su socio local PVEM vinieron a lanzarlo lo más cerca posible de La Realidad. Fortuito no fue. Implicó traer hasta Las Margaritas los poderes de la Unión –dipu­tados, senadores, magistrados, gabinete presidencial, procuradores, generales y almirantes–, 30 gobernadores con comitiva, diplomáticos extranjeros, medios nacionales e internacionales. El alarde logístico hubiera sido imposible sin una base militar a la mano: Copalar, en Comitán, uno de las sedes principales del Ejército federal en Chiapas.

Aunque estaba en el aire una reciente movilización zapatista, y en el acto había unos 15 mil indígenas afines al gobierno, apenas se habló expresamente de indígenas, y nada del ¿escucharon? zapatista. El punto único: a qué pobres se les iba a aplicar primero la nueva receta del Banco Mundial. Pero era inocultable que apenas el 12 de diciembre de 2012, en cinco ciudades chiapanecas, incluyendo Las Margaritas, 40 mil bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) habían marchado en silencio, sorpresiva y elocuentemente. En respuesta, el gobierno de Peña Nieto soltaba un as con aquella inauguración de los juegos del hambre. En esa ocasión, la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, dio a conocer que la Cruzada Nacional contra el Hambre arrancaría en 400 municipios. Aseguró que habría dispositivos antidemagógicos y un ejército de promotores. Y dijo que el municipio de Las Margaritas era simbólico, aunque no explicó qué simbolizaba.

Ignorados rutinariamente en el discurso gubernamental federal, los pueblos zapatistas habían movilizado el día del fin del mundo maya más jóvenes indígenas que nunca, pacíficos y sobrecogedoramente ordenados bajo la lluvia fría. Entre ellos se encontraba Galeano, quien meses después participaría como votán o guía de los alumnos de la Escuelita zapatista, y que un año y medio después del magno acto oficial en Las Margaritas sería asesinado en La Realidad por miembros de la CIOAC-Histórica, posiblemente presentes en el acto de Peña Nieto, que tendieron dos emboscadas a las bases zapatistas este 2 de mayo. En la segunda cayó Galeano, vecino de la comunidad. Otros 15 compañeros suyos resultaron heridos, algunos de bala.

En la agresión participaron panistas, así como verdes, afiliados al partido del gobernador y del actual edil de Las Margaritas. Tienen todos en común haber sido cercanos, cuando menos desde 2004, al comisionado federal para Chiapas Luis H. Álvarez, quien después presidiría la Comisión Nacional de Pueblos Indígenas y les daría trato especial, como revela en sus memorias, tituladas Corazón indígena (FCE, 2012).

En contrapunto, y sin abandonar su papel de intelectual orgánico del revisionismo antizapatista, en enero pasado el investigador Marco Estrada Saavedra consideró derrotado al EZLN, no obstante que “el gobierno mexicano ha evitado –en cierto sentido se podría afirmar incluso que por fortuna– toda campaña política y militar que reactive el conflicto armado”. (¿En cierto sentido por fortuna?) Exagera la presunta dependencia económica (una de sus tesis predilectas) de los zapatistas a la ayuda solidaria internacional (Nexos, enero de 2014). Con base en este mito, inexplicablemente popular en los corrillos académicos de San Cristóbal de Las Casas, el sociólogo de El Colegio de México había interpretado un año atrás la marcha de 40 mil zapatistas como una suerte de intento desesperado del EZLN para llamar la atención de las ONG.

Así como no ven la guerra permanente, los académicos en este campo tampoco ven el trabajo cotidiano de miles de productores de café, miel, maíz, que cosechan hortalizas y crían animales en las comunidades tradicionales y en las creadas en tierras recuperadas. No ven que los pueblos en resistencia practican el comercio, ofrecen servicios públicos, gobiernan sin corrupción ni sueldo. Los estudiosos ignoran la tramoya de los peligrosos juegos del hambre: la dependencia (esa sí) a Oportunidades, los proyectos productivos, la nueva cruzada, la titulación forzada de predios, los desgarradores procesos electorales, la asignación de recursos con fines divisorios. La guerra por otros medios.