Rock mexicano actual: el miedo de la industria
l rock mexicano se ha mantenido estático y no ha tenido ‘relevo generacional oportuno, por lo que ahora se recurre a las bandas con trayectoria para ser titulares de festivales’: Zurdok”, encabezó CNN México el jueves 29 de mayo una nota http://bit.ly/1kIk0lT en el marco de la gira de regreso a los escenarios de dicha banda regiomontana. Aseveración que llamó la atención de este espacio, pues la manera en que fueron tomadas las declaraciones del cantautor Chetes (Luis Gerardo Garza) y del guitarrista David Izquierdo en senda entrevista, sin un contexto adecuado podría faltar a la precisión de lo que realmente sucede y confundir a quienes se hallan fuera de nuestra incipiente industria, no porque mientan estos respetados músicos, sino por el enfoque erróneo que le dio el medio al tomarlo como un hecho o una verdad definitiva, y no como una perspectiva del grupo en función de su experiencia. Buen pretexto para abundar sobre el estatus de la actual escena del rock hecho en México.
La división de pensamiento comienza cuando se quieren aplicar en 2014, criterios de los años 90, cuando las disqueras tenían altísimos presupuestos y no existía la venta y/o intercambio de música digital. Bien afirma en dicha entrevista el mismo Chetes: “Las disqueras no invierten y los nuevos proyectos no logran sobresalir. Las nuevas bandas tienen todas las herramientas: redes sociales y demás. El ‘problema’ es llamar la atención entre tanta información. En el cambio a lo digital, las disqueras todavía están viendo cómo hacer negocio y no arriesgan en artistas nuevos. Con Zurdok la disquera arriesgó y no importaba si no eras número uno en ventas; ahora si no vendes, la disquera te da una patada”.
Si bien es cierto lo antes descrito, es pertinente aclarar el punto de vista. Esto no es un problema
de los músicos (no es que ahora tengan menor calidad, por lo cual no tienen la aprobación
de la industria), sino de las mismas disqueras transnacionales: desde que éstas vieron descender sus ganancias (a partir de que los artistas pueden vender de manera directa su música por la vía digital), en ciertos casos empezó también a controlar los espacios donde actúan las bandas. Así, foros y festivales acostumbrados a las taquillas abundantes de antes, comenzaron a limitar sus carteles sólo a bandas que llenen de forma masiva. Muchas nuevas bandas dejaron de estar en la mira empresarial: quienes contratan dejaron de apostar por ellas. Así, el entusiasmo de inicios de los dosmiles entre músicos empezó a decaer, en medio de la frustración por no tener dónde tocar; por dejar de incentivarse la competencia equitativa.
Este bloqueo aisló de los escenarios a artistas que desde 2004 aproximadamente, vieron en redes sociales y demás medios autogestivos, una manera más efectiva y directa de ofrecer su música y obtener ganancias sin intermediarios. Claro que con un costo: aunque es más seguro y va a nichos específicos, es más lento y artesanal, a diferencia de cuando las disqueras invertían grandes cantidades en marketing masivo. La consecuencia es que aunque hay bandas de calidad, no alcanzan a ser visualizadas por grandes audiencias, salvo casos excepcionales que han sabido trabajar en redes sociales, como Carla Morrison, Enjambre, como ejemplos.
El problema radica en que empresarios (y a veces la gente de medios) esperan las ganancias o exposición mediática de los años 90, cuando hoy las condiciones no son las mismas. Alejados de la escena subterránea, en vez de alentar el desarrollo de música emergente, recurren a bandas del pasado. No está mal: la trayectoria es valiosa. Pero como también dijo Izquierdo: Sería interesante que estuvieran presentes nuevas grandes bandas con las de hace 15 o 20 años
. Para ello, lo idóneo sería que la industria de conciertos (se ve difícil que las viejas disqueras lo vuelvan a hacer, aunque ni falta que hace, dados los beneficios de la independencia), tal y como se hace en Inglaterra o Estados Unidos, reconociera estos cambios y se uniera al impulso de nuevos talentos, que sí los hay, pero sigue temerosa de conocer y por ellos apostar.
Así que el rock mexicano no se quedó estático. Hay muchos buenos músicos. Pero hay miedo a arriesgar entre quienes dan espacios, o quizá hay desconexión con lo que gusta a las nuevas generaciones y sí es visible, por ejemplo, en blogs como Club Fonograma o Mehaceruido; en las cientas de bandas que se inscriben a los IMAS; en festivales como el Nrmal o en emisoras como Ibero 90.9, Reactor 105 y RMX radio.
El cambio de esquema tiene que implicar el saber que las bandas emergentes gustan a la gente de otra forma
: ya no a nivel supra-numérico sino en intensidad: audiencia menos numerosa, de lento crecimiento, pero fiel y segura. Así, la clave del desarrollo de la escena está en volver a arriesgar, en modificar parámetros y expectativas, y en generar espacios adecuados a la nueva relación que hay entre bandas y público. (Recomendaciones de conciertos: www.patipenaloza.blogspot.com).
Twitter: patipenaloza