unca deja de sorprender que en esta cosmopolita ciudad se conserven pueblos que han desafiado la modernidad. Ni más ni menos que en el corazón de la colonia Roma sobrevive el pueblo conocido como Romita, que fue el que le dio nombre a la colonia. La Roma fue una de las más elegantes de la capital a principios del siglo XX, como se puede constatar por las mansiones estilo francés que subsisten y la magnífica traza urbana.
El pueblo de Romita tiene sus orígenes en la época prehispánica, cuando su nombre era Aztacalco, que significa en la casa de las garzas
. Tras la conquista, sus vastos terrenos fueron adjudicados a Hernán Cortés. En el siglo XVIII se le bautizó con el nombre de Romita debido a un paseo arbolado que iba desde el pueblo hasta Chapultepec, muy semejante a uno que existía en la ciudad de Roma, Italia. Aquí se levantó en 1530 el templo de Santa Maria de la Natividad de Aztacalco –que aún existe–, y a instancias de fray Pedro de Gante se bautizaron en él a los primeros indígenas, alrededor de 1537.
Uno de los encantos del antiguo pueblo son sus callejones, algunos decorados con murales, como el callejón de Romita. Aquí se levanta, en el número 8, una linda casa decimonónica de ladrillo donde vivió con su familia el luchador social Gilberto Rincón Gallardo, al salir de prisión en la década de los setenta del pasado siglo. Ahí crecieron sus hijos, que jugaron bajo las ramas de la higuera que daba sombra al patio central. A raíz de los terremotos de 1985, la casa, al igual que el barrio que la rodeaba, sufrió daños y tuvieron que mudarse. Años más tarde la restauraron y la adecuaron para que fuera la sede del Centro de Estudios para la reforma del Estado y posteriormente alojó a la Comisión Ciudadana de Estudios Contra la Discriminación.
A partir de julio de 2004 la dedicaron a centro cultural y se convirtió en La casa tomada, nombre que pidieron prestado al famoso cuento de Cortázar. Actualmente es la sede del Centro Cultural Buzón de Arte, un espacio independiente y de autogestión. Se sostiene con recursos que aportan los integrantes de Tierra de Nadie, colectivo de danza y teatro, quienes administran el espacio. Para conseguir recursos imparten talleres y cursos, entre otros de danza aérea, formidable ejercicio que constituye todo un espectáculo.
La Romita conserva su sabor pueblerino con su plaza jardinada y el pequeño templo que custodia al Señor del buen ahorcado, venerada imagen que tiene su historia. En este sitio se ejecutaba a criminales sentenciados a morir en la horca; antes del asfixiante acontecimiento los llevaban al templo para encomendar su alma precisamente a dicho Cristo. A unos pasos de la plaza se encuentra un pequeño huerto comunitario. Los vecinos son asesorados para sembrar hortalizas. En este añejo barrio filmó Buñuel su célebre película Los olvidados.
Siempre que vengo a la Romita concluyo el paseo a unas cuantas cuadras, en la esquina de avenida Cuauhtémoc y doctor Garciadiego. En este lugar se encuentra una de las mejores cantinas-restaurante de la ciudad: La casa gallega, fundada hace cerca 25 años por don Ramón Romero. Ofrece los mejores platillos de la cocina gallega, en un mano a mano con excelencias de la mexicana, como los escamoles y los gusanos de maguey.
A la izquierda se encuentra el restaurante y a la derecha la cantina con botana, dominó y cubilete. Una gran mesa que muestra las suculencias del día lo recibe en la entrada. Por supuesto, uno de los platos más solicitados son los pulpos a la gallega, que siempre ocupan lugar destacado en la mesa cotidiana. No desmerece el cabrito, la paella y la famosa empanada gallega.
Si es de buen diente no deje de ir a comer los fines de semana que ofrecen un bufet de 30 platillos, con una rica variedad que incluye ensaladas, mariscos, embutidos, pastas, quesos, carnes, Hay un sinfín de postres en que ocupa lugar especial la torta de almendra al estilo Santiago de Compostela.