Carlos Arruza XXIV
el cielo al infierno…
Tras del triunfo y la cornada en Sevilla, los bonos de Carlos se fueron a las nubes y cuando le pidieron tomara parte en el tradicional festival de Los Reyes Magos, no se hizo del rogar y, algo inusitado en la Real Maestranza de Caballería, donde los máximos galardones son las dos orejas, en esa ocasión le otorgaron a Carlos el rabo, con lo que, creemos, está más que dicho todo.
Estaba incontenible.
Don Andrés Gago y varios amigos le aconsejaron que permaneciera en España en el invierno y así poder asistir a varias ganaderías, pero él no quiso escuchar razones, pues su propósito era refrendar en ruedos mexicanos la carretada de sus triunfos en cosos hispanos, así que se embarcó, contando los días que le faltaban para llegar a Veracruz –32 que fueron– y dispuesto, además, a cumplir el contrato que había firmado con Antonio Algara, una miseria ya que Tono pensó que Carlos no pasaría de ser perico-perro en el toreo.
Y bien le dijo.
–Mire, Tono, en cuanto al dinero, respeto lo hablado y firmado y espero que me alcance para pagar la cuadrilla y el fotógrafo y ojalá que aquí me vaya tan bien como me fue allá.
–Carlos, eres todo un hombre, vengan esos cinco.
Y sí que lo fue.
+ + +
Desilusiones mil.
Más tardó Carlos en llegar a la capital que en darse cuenta que todo era frialdad para su persona y, preguntando por aquí y por allá, supo que los matadores contratados para esa temporada no darían un solo centavo a la prensa corrupta (verdaderas aves de rapiña que aún pululan por ahí) y quienes así lo hicieran serían multados y severamente sancionados y expuestos.
Nuestro biografiado se sumó a ese acuerdo y aún antes de vestir de luces le comenzaron a atacar con argumentos
tan ruines y estúpidos, como el torero hispano-mexicano, el criollo, el hispano
y fue entonces que una parte del público comenzó a pensar que era español, y si bien aquí se ha querido y se ha respetado a muchos toreros hispanos, a Carlos, por ser criollo, se le repudiaba, algo imposible de entender ya no digamos explicar.
Y no fue todo.
Para su reaparición en México alternó, nada más y nada menos, que con Joaquín Rodríguez Cagancho, un auténtico ídolo de los mexicanos y que fue recibido con sonora ovación, en tanto que Carlos permanecía en el callejón y si salió a saludar fue por invitación del gitano y eso sí que fue –y con sobradísima razón–una espada que se le clavó muy hondo.
No había de otra.
En la crónica de ese festejo en El Redondel don Alfonso de Icaza Ojo, dejó constancia del torerismo de ambos matadores que cortaron una oreja cada uno.
¿Y al día siguiente?
El inolvidable periodista licenciado don Carlos Septién García El tío Carlos, fue la excepción y escribió días después, una crónica, en la que la verdad tomó su justo sitio.
¿Y los otros?
Los informadores
de los diarios, hicieron, literalmente, pedazos a El Criollo, al que tomaron como cabeza de la suspensión de pagos
, y si así decidieron hacerlo los rateros aquellos fue para que entendieran
los de casa y peor se pusieron las cosas cuando algunos matadores decidieron olvidarse de su compromiso y comenzaron a soltar la lana
, siguiéndoles los demás.
Poco hombres.
Carlos se quedó solo y sin dar un sólo centavo, así que los prensívoros
lo tomaron por su cuenta y al grito de guerra, lo desgarraron y, más aún: uno de ellos tuvo el atrevimiento de escribir que Arruza era un español renegado.
Hijo de su…
Así que cumplió Carlos con lasdos corridas que había firmado y, con el corazón destrozado, las alas y los sueños hechos trizas, sintiendo que la afición de México estaba dudando de sus múltiples éxitos en España y que si había toreado allá era por ser hijo de españoles y no por méritos en campaña
, decidió volver a la península, sintiéndose profeta fracasado en su propia tierra.
Todo un infierno.
+ + +
En fin, para consolarse en algo, se compró una flamante camioneta para viajar cómodamente en la temporada española y en compañía de su amigo el picador Curro Chávez, emprendió viaje a Nueva York, para embarcarse de ahí a España.
Pero…
+ + +
Ya llegó a fregar
.
Sí, nos vamos.
(AAB)