uchas personas de mi generación vivimos con la idea de que hablar de dinero era muestra de mala crianza. Crecimos con la errada sensación de que en casa el dinero nunca falta. Donde come uno comen 10, fue un acerto repetido una y mil veces en la mesa familiar y en casa de mi abuelo. El deseo era la única razón para que el agua multiplicara los panes y los frutos de la tierra. Así, reproducida casi al infinito, esta cultura familiar iberoamericana propició que la economía se convirtiera, para muchos en nuestra sociedad, en un ámbito de difícil comprensión y, por la falta de conocimiento mínimo, pareciera un universo muy complejo. Esta situación, en la práctica y al cabo de los años, se tradujo en una escasa cultura del ahorro y en un uso poco responsable y eficiente de los instrumentos financieros.
De ahí la importancia de brindar formación económica y financiera en el proceso educativo para propiciar un cambio en los patrones culturales relacionados con el uso del dinero. Y que esto genere, además, ciudadanos conocedores y conscientes de sus derechos y responsabilidades, con finanzas claras, buenos historiales crediticios, y sólido patrimonio personal, familiar y comunitario. Parece claro, la educación financiera es clave para promover una economía sana en nuestras naciones.
Con el paso de los años mis coetáneos extrañamos materiales con temas financieros y económicos en la educación formal. Así como la sociedad logró introducir en los textos educativos casi todos los asuntos relacionados con el sexo, conociendo las crisis por las que pasamos en los últimos años es el momento de que lleguen a nuestros niños los temas económicos cotidianos.
Porque hoy, en materia de inclusión financiera, en México los datos son contundentes: sólo 28 por ciento de la población mayor de 15 años tiene una relación formal con un banco, frente a 31 por ciento en Colombia, 56 por ciento en Brasil y 99.7 por ciento en Dinamarca. Y si en las grandes ciudades nos decimos globalizados y cosmopolitas, la realidad nos dice que sólo 1.5 por ciento de la población mayor de 15 años de nuestro país usa el celular para el pago de cuentas, mientras que en Gabón lo hace 41 por ciento y en Kenia 61por ciento.
De allí que sea tan importante para el futuro de nuestros países que se aprenda desde la infancia el desarrollo de competencias para la cultura financiera. Entre todo ese cúmulo de temas se puede trabajar en el uso sustentable de los recursos económicos, en la diferencia del ahorro a corto, mediano y largo plazos; en la relación del trabajo y el ahorro, en la idea de que todos los trabajos y oficios tienen un valor; en ayudar a tener conciencia de que el tipo de ingreso condiciona el gasto, aprender a gastar con responsabilidad, a introducir elementos de valoración crítica del consumo, analizar la relación costo-calidad para formar consumidores responsables, comparar precios, aprender a elaborar un presupuesto, a tomar decisiones para prever el futuro económico familiar.
Los niños y los jóvenes mexicanos no pueden seguir formándose en estos temas como si el mundo se hubiera detenido hace varios siglos. Una sola institución que yo conozca ha emprendido en nuestro suelo esa tarea. Se trata del Museo Interactivo de Economía, el MIDE, primer museo en el mundo que tomó la iniciativa para apostar por la educación financiera y económica de los jóvenes. Impulsado en sus orígenes por el Banco de México, el MIDE está dedicado a la divulgación de la economía y la promoción de la educación financiera. De acuerdo con su manera de expresarlo, su meta es que los visitantes reconozcan el papel de la economía en su vida cotidiana
. Hoy el público que más lo visita es el que tiene entre los 18 y los 25 años.
En sus salas de exposiciones se enseña lo que significa la competencia, la libertad de emprender, el respeto a las instituciones, la tarea de pagar impuestos, y la responsabilidad social que todo esto conlleva. En ellas se abordan los conceptos fundamentales de la economía a través de historias y momentos de la vida cotidiana. Allí se piensa que es necesario aprender que la salud financiera y la competitividad de nuestros países comienzan desde el entorno familiar más próximo. El MIDE es un ejemplo de éxito, ya abrió una senda, habría que aprovechar su experiencia y hacerla cada vez más ancha.
Es claro que en materia financiera y de economía, el conocimiento es lo que puede permitir a los hombres y mujeres de nuestro territorio elegir; optar entre alternativas para ser más libres y más iguales.
Crear las condiciones para hablar de dinero sin velos es una de las mil y un formas de impulsar el ejercicio de la libertad, la construcción de ciudadanía, la promoción de la competitividad, el fortalecimiento de nuestra Independencia y el desarrollo de países como el nuestro. Aprender a contar en casa es, sin duda alguna, fundamento de la equidad que es base y sustento de la democracia, de la cohesión social y de la libertad como ampliación de oportunidades para el desarrollo pleno y feliz de las personas, las familias y sus comunidades. Vamos, es una invitación, aprendamos a contar sin pudor.
Twitter: @cesar_moheno