Opinión
Ver día anteriorMartes 17 de junio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Realidad y cortoplacismo

Guajardo ataca de nuevo

Favor de no equivocarse

¡F

elicidades, mexicanos crédulos e inexpertos!, que todo va de maravilla, porque ya lo dijo el titular de la Secretaría de Economía: A pesar de lo que algunos analistas críticos han comentado sobre la desaceleración de arranque en estos dos años de la economía, no nos equivoquemos, el cortoplacismo en el análisis de la dinámica económica no nos debe engañar.

Touché. Ildefonso Guajardo dio en el clavo: no hay que ser escandalosos ni criticones, porque el cortoplacismo económico mexicano apenas si se ha prolongado 32 años, y contando, con un promedio anual de crecimiento de 2.3 por ciento, y según datos oficiales (que sin duda la realidad los puede tornar aún peores), en estos dos años dicho promedio a duras penas llegaría a 1.9, es decir, el mismo que el inefable Felipe Calderón heredó a Enrique Peña Nieto.

Entonces, al más puro estilo calderonista, el secretario de Economía asegura que la que está mal no es la economía, sino la percepción de los mexicanos que se dejan engañar, es decir, los mismos que a lo largo de los últimos 32 años han pagado, y pagan, la abultadísima factura cortoplacista, lo que invita a pensar que algo raro debe tener la oficina principal de la Secretaría de Economía, pues –con virtudes o sin ellas– todos aquellos que la han ocupado en los últimos sexenios (nueve titulares en seis gobiernos) han dicho, dicen, cualquier cantidad de sandeces (no es problema de una sola institución, desde luego).

Guajardo participó ayer en la sexta Reunión de Cónsules Honorarios de México, organizada por la Secretaría de Relaciones Exteriores, y en su oportunidad aseguró que a México le tomó 20 años concretar las reformas que necesitaba para detonar un mayor crecimiento económico, periodo, dijo, en el que el país no carecía de buenos economistas para impulsar ese cambio en el pasado, sino de buenos operadores políticos para conciliar los intereses de los partidos de izquierda, derecha y centro, como sucedió en este sexenio con la firma del Pacto por México (La Jornada, Ciro Pérez Silva).

El funcionario no definió si esas dos décadas arrancaron en 1982, con Miguel de la Madrid (encargado de derruir el inmueble anterior y comenzar la obra negra del nuevo edificio neoliberal) o en 1994 (al final del sexenio salinista o el inicio del zedillista, responsables de los acabados, detalles y decoración de ese elefante blanco llamado México moderno con 61 millones de habitantes hundidos en la pobreza, entre tantas otras gracias).

Aun así, cualquiera de las dos fechas que Guajardo invita a tomar como punto de partida para concretar las reformas es útil para efectos del análisis cortoplacista, no sin recordar que México creció a un ritmo anual de poco más de 6 por ciento hasta 1981. La reseña se ha publicado anteriormente en este espacio, pero para efectos cortoplacistas vale retomarla.

Entonces, de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón (es decir, el periodo que abarca la obra negra y los acabados del nuevo edificio neoliberal), el ritmo promedio anual de crecimiento económico fue de 2.3 por ciento, casi tres veces menos que con el vetusto inmueble anterior.

Ahora que, según Guajardo, si el equivocado análisis cortoplacista (a todas luces engañabobos) debe iniciar en 1994, entonces tal promedio se eleva a 2.8 por ciento (si se considera el último año de Salinas de Gortari). Pero sí la fecha correcta es el arranque de 1995, el primer año de Ernesto Zedillo, tal proporción se reduce a 2.5, sin considerar el famélico 1.1 de 2013 y el –se presume– raquítico 2.7 de 2014. Si se considera el resultado del periodo 1995-2014, entonces el multicitado promedio vuelve a 2.3.

Por donde se vea, el balance cortoplacista de 32 años, de dos décadas o el correspondiente al primer bienio de Enrique Peña Nieto arrojan el mismo resultado, en el entendido de que en el periodo (el largo, el corto y/o el inmediato) se concretaron todo tipo de reformas, ajustes estructurales, modernizaciones, desincorporaciones, capitalizaciones, coinversiones, transformaciones, adecuaciones, rescates, saneamientos y conexos, para que a estas alturas están vacíos los anaqueles de la venta de garaje inaugurada en tiempos de Miguel de la Madrid y la economía con tasas de crecimiento inferiores a las de Haití.

Pero se acabó la fiesta: ya no tienen mercancía que ofrecer, saquearon la nación, vendieron hasta el último tornillo; utilizaron los recursos públicos para rescatar particulares; sacrificaron a la mayoría, porque se trataba, decían, de medidas dolorosas, pero necesarias para el desarrollo del país; todo lo privatizaron, comenzando por el gobierno, que se convirtió en gestor del gran capital, y aun así la economía se mantiene en el hoyo, en condiciones de crecimiento verdaderamente raquíticas (plazo a escoger: 32, 20 o dos años, según sea su gusto). Y a cada reforma correspondió el mismo discurso: con ella (s), los mexicanos van directo al paraíso y los noruegos llorarán de envidia.

Ahora que la buena noticia, según nos ilustra Ildefonso Guajardo, es que el tétrico resultado económico no es más que un simple asunto cortoplacista promovido por amargados criticones. Entonces, mexicanos futboleros, sean tan amables de no equivocarse ni dejarse engañar, que para eso contamos con luminarias gubernamentales que todo lo explican de maravilla, y mejor resuelven los problemas nacionales.

Las rebanadas del pastel

Pero no sólo en la citada dependencia se cuecen habas y llegan a sesudas conclusiones: Los jóvenes de entre 15 y 29 años en México carecen de cultura financiera, desconfían de los bancos, no ahorran y representan un segmento en el que el crédito al consumo los pone en riesgo de sobre endeudamiento ante la carencia de competencias financieras, según un estudio de Banamex y la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, no recurren a las aseguradoras y el tema del retiro (la pensión) muy pocos lo tienen presente, quizá porque es algo típico que los jóvenes lo vean muy lejano, según la acertada declaración del director general de Banamex, Ernesto Torres Cantú. (La Jornada, Víctor Cardoso). Pues bien, resulta que 54 por ciento de mexicanos oficialmente instalados en la desocupación abierta corresponde a ese rango de edad (el bono demográfico), y los que milagrosamente tienen empleo obtienen ingresos miserables. Entonces, en esas condiciones, ¿de qué tipo de cultura financiera hablan, si muchos de ellos ni para comer tienen?

Twitter: @cafevega