La decepción
altaba un paso que dar en el Estadio Castelao, en Fortaleza. Los holandeses estaban atenazados por los nervios y por el cansancio, el Tri manejaba el partido hasta que, en un abrir y cerrar de ojos, dejaron la iniciativa a los tulipanes que, a empujones y con cero juego, primero empataron y minutos después asestaron la puntilla a la selección nacional.
Sigue vivo el estigma, sigue vivo el deja vu. No hay modo de voltear la tortilla maldita. Toda derrota es amarga por principio de cuentas, pero ese tipo de derrotas marcan a sangre y fuego. Brutal frustración una vez más.
A la postre, el magnífico gol de Giovani dos Santos ejerció un efecto anestésico en los futbolistas mexicanos. Lenta e inexorablemente fueron replegándose cerca del estupendo Guillermo Ochoa.
Y cuanto más se acercaba el pitazo final, más se encogía el Tri ante los empujones holandeses. Los europeos no jugaron a futbol, sino a balonazos. Sacaron de pronto fuerzas de flaqueza después del tiempo muerto a falta de 15 minutos para el final y lo que debió servir para que Miguel Herrera ordenara adelantar líneas, sirvió para que el Tri diera un pasito más hacía la retaguardia.
También contribuyó el flojo arbitraje del portugués Pedro Proença, quien sacó de quicio a los dos equipos. Se comió un claro penal de Héctor Moreno a Robben y marcó, discutible pero inapelable, otro de Rafael Márquez al citado jugador holandés. Punto final.
Pero no se perdió por esa razón. Mal negocio presentarse una vez más como víctima, como hizo Herrera en sus primeras declaraciones tras el partido. México controló todo el primer tiempo y parte del segundo, y exhibió mayores prestaciones físicas que los jugadores europeos.
Hay otras razones que explican esa dolorosa derrota, y esas razones deben ser dilucidadas autocríticamente por el cuerpo técnico y por los jugadores.
Para ganar un partido decisivo, como el de hoy, no es necesario jugar mejor que el rival. A veces es más importante la consistencia, no desmayar aunque el depósito esté medio seco. Y eso hizo Holanda en Fortaleza. ¡Adiós!, Cielito lindo.
¡Pura Vida!, Costa Rica
Con un jugador menos, con sus piernas fundidas, con la mente sosteniendo el cuerpo a duras penas, y con un corazón generoso, Costa Rica logró lo que horas antes no pudo México. Ya están en cuartos de final por primera vez en su historia.
Alegra ese triunfo. Van ahora a enfrentar a Holanda, pero hubiera sido lindo ver un México-Costa Rica. Lás-ti-ma, Mar-ga-ri-to.
Twitter:@josetxoZ