En la frontera sur se mata por cualquier motivo, dice sacerdote director de un albergue
‘‘Las bandas andan como perros sueltos que atacan a quienes vienen huyendo de la violencia’’
A los que buscan acceder al sueño americano les han quitado hasta la dignidad: María Rigoni
Lunes 30 de junio de 2014, p. 15
Talismán, Chis., 29 de junio.
En la frontera sur de México ‘‘los pandilleros siguen andando como perros sueltos, las muertes no se cuentan y un viacrucis de amputados está sembrando de sangre todo el camino de un ferrocarril que a veces parece haberse vuelto guillotina.
‘‘Las pandillas destruyen todo. Matan por cualquier cosa a los que se les oponen, a los que no quieren unirse o a los que no les pagan la renta’’, afirma el sacerdote Flor María Rigoni, director del albergue Belén y miembro de la congregación de los misioneros scalabrinianos.
Ganador del Premio Nacional de Derechos Humanos 2006, el religioso sostiene que el reclutamiento forzado y la violencia que se vive en Honduras, El Salvador y Guatemala dejan como ‘‘única posibilidad salir de sus países, porque los pandilleros les han quitado hasta la dignidad a quienes migran’’.
Abunda que ‘‘quedarse sólo les ofrece dos caminos para vivir: la pandilla y la droga para el muchacho, la prostitución para la muchacha’’.
La violencia es lo que ha empujado a niños y jóvenes a huir de sus naciones. En los meses recientes se ha incrementado también el flujo de familias enteras que han abandonado sus pertenencias y propiedades para emigrar a Estados Unidos.
Las células de la Mara Salvatrucha se han convertido en la principal causa del éxodo centroamericano, coinciden migrantes, directores de diversos albergues, así como Mario González, cónsul de Guatemala en el municipio de Arriaga, y el delegado del Instituto Nacional de Migración (INM), Jordán Alegría Orantes.
Los encargados de los albergues alertan de nuevas amenazas para los migrantes que han cruzado hasta México o han denunciado algún delito, el arribo de pandilleros o sicarios que viajan ocultos entre los grupos de trashumantes y se infiltran en los albergues para enganchar mujeres para prostituirlas o para asesinar a quienes los han delatado.
‘‘Han empezado a llegar bandidos, claramente bandidos que ya no puedes llamar migrantes. Tenemos que empezar a hablar de ello porque en los grupos hay miembros del crimen organizado que utilizan a los migrantes como escudos humanos; son buitres de carne humana’’, señaló el sacerdote Flor María.
Asimismo, Carlos Bartolo Solís, director de la Casa del Migrante en el municipio chiapaneco de Arriaga, afirma que ha tenido que ser más selectivo con los migrantes necesitados para identificar a los delincuentes: ‘‘Hemos detectado casos de hombres y mujeres que se alojan en la casa para enganchar, para vender droga, para convencer a los viajeros de que se integren a los maras’’.
El cónsul de Guatemala en México, Mario González, señaló que ‘‘desde principios de año aumentó el flujo de niños y familias completas que abandonan su país. ‘‘Creímos que a raíz del problema de hacinamiento de menores en Estados Unidos disminuiría el flujo y que los adultos no viajarían más con sus hijos. Pero ha resultado al revés, debido a que los grupos criminales han difundido mentiras y dicen en las comunidades que hay una ley en Estados Unidos que permite que sean asilados los pequeños o padres con hijos. Pero eso es mentira, y la violencia que provocan los maras ha hecho que más familias o niños decidan salir de sus países, solos o acompañados’’.
Hondureños y salvadoreños que se encuentran alojados en un albergue en la ciudad de Tapachula dijeron una frase que han convertido en su lema: ‘‘Si tengo que morir de hambre y de vergüenza en mi pueblo, en mi país, déjame morir dando un paso hacia el horizonte’’.
Olga Sánchez Martínez, directora del albergue Jesús El Buen Pastor del Pobre y el Migrante, apunta: ‘‘La migración de niños y niñas ha crecido; su marcha ha sido obligada por la violencia que viven en sus naciones. Están escapando de la delincuencia porque los pandilleros y narcotraficantes los están forzando a integrarse a sus bandas.
‘‘También, con los migrantes están llegando miembros de la delincuencia, maras y grupos de narcotráfico que vienen en busca de personas para matarlas. Por eso el albergue se encuentra trabajando de manera discreta y con las puertas cerradas, porque a veces hay gente muy peligrosa afuera vigilando’’.
El delegado del Instituto Nacional de Migración, Jordán Alegría Orantes, revela que han recibido testimonios de centroamericanos –que deben ser repatriados desde la Estación Migratoria Siglo XXI–, quienes indican que los principales factores para la migración radican en las condiciones de violencia que viven, ya que las pandillas los extorsionan y también se han denunciado casos en los que los hombres son obligados a unirse a esas bandas.
‘‘Los migrantes han dejado todo y, para que las bandas no los detecten, se van prácticamente con lo que llevan puesto. En México se les da un trato humano, se respetan sus derechos y desde que llegan se les informa la posibilidad que tienen de convertirse en refugiados a través de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados’’, aseguró Jordán Alegría.