Martes 1º de julio de 2014, p. 36
Puerto Vallarta, Jal., 30 de junio.
En la marina de este destino turístico, entre yates fondeados como hoteles de lujo flotantes, un cocodrilo de cuatro metros de largo flota plácidamente todas las tardes.
El ejemplar de Crocodylus acutus se acerca a la orilla, junto a los restaurantes y otros negocios que bordean los muelles y deja entreabierto su enorme hocico.
Decenas de turistas se arremolinan para tomarse fotografías, pero ninguno osa poner un pie fuera de la zona peatonal.
En mayo pasado tres cocodrilos fueron capturados en el río Pitillal, que atraviesa la ciudad desde la montaña que la rodea hasta desembocar en la playa El Holy, una de las más visitadas.
Los ejemplares eran relativamente pequeños: el más grande de dos metros y el menor de menos de un metro. Pero este navegante, al que la salinidad del muelle construido sobre un estero parece no molestarle, es ya parte del paisaje porque aquí nadie se mete a nadar ni acampa en su territorio.
Los expertos en cocodrilos señalan que su estatus de especie protegida les da un poco de seguridad ante la presencia humana y obliga a las autoridades a cuidarlos, pero no garantiza que el crecimiento urbano o de desarrollos turísticos evite su exterminio, ya que apenas se tienen contabilizados unos 150 en el litoral jalisciense, que se extiende casi 200 kilómetros, desde Puerto Vallarta hasta Barra de Navidad.
