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Los pecados de Álvaro Corcuera
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alleció este lunes 30 de junio Álvaro Corcuera, quien fue director general los legionarios y del Regnum Christi. Por motivos de edad avanzada, Marcial Maciel se retiró en 2005 del cargo de superior general de la congregación de la Legión de Cristo, seguramente una salida pactada con Roma por los evidentes indicios del comportamiento patológico del fundador. En 2006 Benedicto XVI de manera generosa ordenó a Maciel que se retirara a una vida de oración y penitencia, tras años de acusaciones de abusos sexuales a seminaristas durante décadas. Álvaro Corcuera, su mano derecha, trabajó en estrecha colaboración con Maciel desde los años 90 hasta ser nombrado superior de la orden, sustituyendo a Maciel. Tiene una herencia maldita marcada por escándalos, denuncias de abusos sexuales de su antecesor, manejos financieros turbios, cuentas millonarias, propiedades, fideicomisos en Bahamas. Una fortuna calculada en 20 mil 500 millones de euros, señalaba El País en esos días. Estruendo y coberturas mediáticas que desnudaban la doble moral no sólo de un personaje siniestro, sino de una institución que lo cobijó y condescendió en el desenfreno de su fundador hasta que en mayo de 2010 la comisión investigadora pone punto final a todas las interrogantes y concluye: el mexicano Marcial Maciel, fundador de los legionarios de Cristo, incurrió en gravísimos y objetivamente comportamientos inmorales. Fortalecen que la Santa Sede intervenga la orden para renovarla. Durante ese periodo Corcuera se resistió a dar crédito a las numerosas denuncias y, ante las contundentes evidencias, dijo no saber de ellas e insistió en que desconocía los delitos de Maciel. De todos modos, los críticos internos de la Legión le reprocharon airadamente por considerar que la cúpula debería haber renunciado cuando se revelaron los datos sobre la doble vida de Maciel y que no podía haber una verdadera reforma mientras siguieran en posiciones de poder actores formados en la escuela del fundador Maciel.

Corcuera nunca se atrevió a develar los secretos de Maciel. Se los llevó a la tumba. ¿Cuántas historias clandestinas compartió Corcuera con Maciel? ¿Cuántas confidencias, disimulos y disfraces encubrió Corcuera? ¿Hasta dónde llegaba la absoluta autoridad y manipulación de Maciel sobre Corcuera, al grado de haber sido su principal encubridor? ¿Cuántas confidencias inmundas se lleva Corcuera a la eternidad?

Álvaro Corcuera nace en 1957 en el seno de una familia con antecedentes eu­ropeos aristocráticos. Estudió en instituciones emblemáticas de los legionarios como el Instituto Cumbres, el Colegio Irlandés y la Universidad Anáhuac, donde concluye la licenciatura en educación. Hace filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y desde 1974 se liga orgánicamente a los legionarios. Es un admirador ardiente y vehemente de Maciel, y a su muerte, en 2008, en medio de numerosas y sólidas denuncias, Corcuera sigue cultivando el culto a la personalidad de un personaje a todas luces sinestro. Hay que leer la melosa homilía funeraria donde casi lo coloca a la altura de un santo, un mártir de la fe y un hombre que siempre dijo a los grandes desafíos que le aproximó Dios. Quizá aún tenía esperanza de que a su muerte se apagaran las denuncias mediáticas e iniciar una beatificación. En verdad las enmieladas palabras del posicionamiento de Corcuera ante la muerte de Maciel son una verdadera pieza patética de simulación, doble discurso y cinismo institucional.

Corcuera jamás condujo la orden durante su mandato 2005-2012. Menos sin Maciel. Los que llevaban las riendas eran el financiero y calculador Luis Garza y Evaristo Sada. Incluso el delegado pontificio Velasio de Paolis, encargado de llevar la renovación de los legionarios, comentó en un informe al Papa, filtrado por la prensa, que estaba convencido de que Corcuera no tenía dotes de gobierno, que era tibio e inseguro. Corcuera fue un continuador de la identidad institucional sectaria, elitista y antievangélica de Maciel. Fue siempre institucional y hasta el final defendió la identidad de la orden con base en las constituciones que propiciaban que la orden tuviera más rasgos de secta empresarial que de congregación religiosa. En cierta forma cargó con toda la tormenta mediática externa así como con las fisuras internas de los legionarios, que demandaban verdaderas y firmes acciones para recomponer un navío averiado y a la deriva. Un texto de denuncia redactado por un legionario, en 2009, propone perdones alternativos y en uno de ellos se lee: Perdón, porque ni Álvaro Corcuera ni Luis Garza ni Evaristo Sada han sabido dejar sus cargos a pesar de haber perdido toda la credibilidad.

La muerte de Corcuera se presenta en una coyuntura muy particular. Porque el papa Francisco aún no ha dado su aprobación a las nuevas constituciones que los legionarios elaboraron en su capítulo general extraordinario de inicios de 2014. Tampoco la elección de un nuevo director, Eduardo Robles Gil. Al parecer el Papa aún no está convencido del todo de los cambios propuestos en la orden, a pesar de haber colocado a dos personas en la cúpula del gobierno legionario. El Papa está por dar a conocer el nombre de un asistente o interventor pontificio que testifique la veracidad y hondura en los cambios trazados, con lo cual se confirma que la reforma y restructuración legionaria está todavía incompleta y que el Papa no ha quedado satisfecho, aunque las propuestas fueron avaladas por el cardenal Velasio de Paolis. Algunos legionarios macielistas ya se veían en la recuperación o normalización de su autonomía y el anuncio ha caído como balde de agua fría.

La muerte de Corcuera no cierra un ciclo. Probablemente sea una señal de debilitamiento del ala dura macielista que sigue gobernando, simulando cambios para que todo siga igual. Adonde vaya Corcuera acompañará a Maciel, su gran maestro. Por fin Marcial Maciel ahora ya no está solo; tiene en compañía a uno de sus más apasionados discípulos.