Crece el flujo de mujeres y deportadas en albergues de Tijuana, afirma religiosa
Herlinda vivió allá 15 años, regresó a su tierra y se volvió a ir por las amenazas de secuestro
Miércoles 2 de julio de 2014, p. 8
Tijuana, BC.
Al igual que en Centroamérica, en México la violencia que generan grupos criminales ha provocado que menores de edad y familias enteras huyan de sus comunidades y traten de ingresar a Estados Unidos. En esta ciudad fronteriza los albergues para migrantes han sido impactados por el flujo de quienes huyeron de entidades como Guerrero y Michoacán, ante la amenaza de ser secuestrados o desaparecidos por integrantes de grupos criminales.
En uno de los refugios, la religiosa Salomé Limas Huichapa atiende a dos mujeres que abandonaron sus pertenencias y narra que a raíz de la violencia se ha incrementado el flujo de mujeres que quieren llegar a Estados Unidos, y también el número de deportadas
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El albergue de la Madre Asunto, que sólo atiende mujeres con hijos, tiene capacidad para 40 migrantes. “Rara vez se ha llenado, pero de agosto de 2013 a la fecha hemos recibido de un solo golpe, en varias ocasiones, grupos de hasta 25 muchachas menores de edad y mujeres con hijos que han sido deportadas de Estados Unidos. Su presencia nos pone al límite y por eso sólo las albergamos una noche.
Nos cuentan que lograron ingresar ilegalmente y a los pocos días las detuvieron y deportaron a México. Muchas tuvieron que volver a sus lugares de origen, porque sólo allá tenían algún familiar que les tendiera la mano. Con la violencia que se está viviendo en Guerrero y Michoacán se ha incrementado la llegada de mujeres. Hace unos meses ayudamos a 23 con uno o dos hijos que salieron de Michoacán; buscaban asilo en Estados Unidos, pero fueron rechazadas.
Herlinda vivió en Estados Unidos más de 15 años. Allá se casó y tuvo cuatro hijos. Todos tienen la nacionalidad estadunidense. “Mi esposo decidió, en 2009, que regresáramos a nuestra tierra. Ambos somos de la zona de Tierra Caliente, en Michoacán.
“Con lo que ahorramos en Estados Unidos compramos una casa y pusimos un negocio. Todo iba bien hasta que las bandas comenzaron a amenazarnos, a decirnos que nos iban a secuestrar. Mi hija más grande tiene 14 años. Hubo quien nos dijo que se la iba a robar. Ya era mucho. Cada semana nos pedían dinero y nos dio miedo.
“Vendimos todo y con eso pagamos el viaje a Guadalajara y de allí hasta aquí (Tijuana). A los niños los mandamos primero; como ellos tienen la nacionalidad estadunidense no tuvieron problema. Mi esposo y yo tratamos de ingresar con un pollero y nos detuvo la Patrulla Fronteriza.
“A mi esposo y a mí nos esposaron. Nos llevaron a unas oficinas; nos quitaron todo lo que llevábamos y nos mantuvieron como cinco días en unos cuartos fríos; no supimos si era de día o de noche. Luego nos llevaron directo al consulado, como si apenas nos hubieran detenido y que nos regresan a Tijuana.
Mis hijos estuvieron con mi suegra en Los Ángeles, California. Duraron tres meses, les pedimos que regresaran a México porque intentamos pasar como ocho veces y no pudimos hacerlo. Ahora ellos lloran, quieren regresar a Estados Unidos porque aquí no conocen a nadie y casi no hablan español. Estamos viviendo en el albergue porque se nos acabó el dinero y no hay quién le dé trabajo a mi esposo. Intentaremos pasar porque a Michoacán no podemos regresar
, narró Herlinda, mientras su hijo más pequeño, de tres años, se abrazaba de su pierna.