l endurecimiento del programa Hoy no circula, decisión tomada en el marco de la Comisión Ambiental Metropolitana, que agrupa, además del Distrito Federal, al estado de México, Hidalgo, Morelos, Puebla y Tlaxcala, es más que una pifia: constituye un error multidimensional con consecuencias negativas para la economía de buena parte de los habitantes de la megalópolis, para el medio ambiente, para la salud institucional y para la gobernabilidad; especialmente, la del Distrito Federal.
Recordemos: el Hoy no circula empezó a aplicarse en la capital del país en 1989 como medida para reducir la contaminación atmosférica mediante un procedimiento simple, claro y parejo: sacar de circulación 20 por ciento del parque vehicular. Fue una solución eficiente, si bien impulsó la adquisición de segundos coches
viejos por familias e individuos para movilizarse el día en que su vehículo original descansaba. En 1997 se estableció la exención a automóviles fabricados después de 1993, mucho menos contaminantes que los modelos anteriores por estar equipados con control electrónico del motor, inyectores de gasolina, sonda Lambda y convertidor catalítico. Tenía sentido.
Pero esa nueva generación de automotores con catalizador y sin carburador dio por resultado motores mucho más longevos, que pueden funcionar con un grado aceptable de emisiones siempre y cuando reciban el mantenimiento adecuado, y no habría debido establecerse, en consecuencia, un límite de edad para que dejaran de circular a diario, a condición de que aprobaran las verificaciones, independientemente de los años de uso que tuvieran encima. Y a condición, claro, de que se emprendiera un combate eficaz a la corrupción que prolifera en los centros de verificación y que permite obtener el engomado a cualquier cosa humeante, dato que difícilmente podría ser novedoso o desconocido para las autoridades. En todo caso, éstas consideraron más fácil prejuzgar y asumir en automático que un automóvil viejo es un automóvil mal conservado. De esta manera se dio al programa un sesgo clasista, porque a menores recursos del propietario mayor es la edad de su vehículo, y se le puso al servicio de una industria automotriz que sueña con que los automovilistas estrenen coche cada año. En 2008 se impuso la restricción de un sábado al mes para los vehículos con calcomanías uno y dos.
Ahora, con el pretexto demagógico de cuidar la salud
de los habitantes, las autoridades aplican otra vuelta de tuerca contra los jodidos, empujan a las clases medias hacia las concesionarias automotrices y fomentan una nueva escalada en el crecimiento del parque vehicular. Si realmente se pretendiera mejorar la calidad ambiental de la megalópolis bastaría con reducir las cuatro categorías de vehículos particulares hoy existentes a dos –cero para los automóviles con convertidor y catalizador, y uno para los vehículos de carburador–, combatir frontalmente la corrupción en los verificentros para asegurar que los coches que circulen lo hagan en condiciones mecánicas adecuadas, independientemente de su edad, y, sobre todo, remontar el enorme rezago en el desarrollo de un sistema eficiente, seguro e integral de transporte público urbano, suburbano e interurbano.
Las expresiones de descontento golpean con mayor fuerza al Distrito Federal y pueden desembocar en escenarios de ingobernabilidad. Cabe preguntarse si a las autoridades chilangas se las llevaron al baile o si asistieron a él por voluntad propia y con pleno conocimiento de causa, como parece ser que viene ocurriendo en otros asuntos. Se dice incluso que los bloqueos han estado azuzados por el priísmo, lo cual no tendría nada de extraño: cuando hay una vaca muerta es usual que los zopilotes vuelen en círculos encima de ella. El problema es que este gobierno capitalino ha puesto ya muchas vacas muertas a disposición de los carroñeros.
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