Parvadas de niños
uién se atreverá a hablar a los valientes niños migrantes de fronteras geopolíticas que deben respetarse, aunque el hambre y la violencia ordenen lo contrario? De por sí, ser niño significa vivir por encima de los límites del tiempo y del espacio y tener una gran imaginación que, si se vuelve acción, lleva más lejos que unas grandes alas.
El fantasma de Herodes recorre la frontera sur de Estados Unidos: la tentación de eliminar el problema por medios violentos y de intimidación. Tal vez esta es la primera vez que los niños en masa constituyen una amenaza para los poderosos, pues aunque Herodes en Belén y cierto faraón en Egipto mataron a tantos inocentes, temían a uno solo que en ambos casos –se dice– logró sobrevivir.
Los menores migrantes son hoy más de 50 mil rostros distintos que reclaman derecho a una vida digna; los fundamentales están, aunque no lo saben, consagrados en la Convención Internacional de los Derechos de los Niños y otros instrumentos legales internacionales sobre refugiados y víctimas de guerra. El éxodo es producido por una gran guerra: la de los ricos contra los pobres en todo el continente. Huyen de la pobreza y de la violencia en sus países (incluido México), de las que también son responsables Estados Unidos, consumidores principales de drogas y cómplices de gobiernos hambreadores y explotadores de nuestros pueblos.
El flujo de menores migrantes continuará, a menos de que se tomen inaceptables medidas violentas, mientras no se desinstale en América Latina el capitalismo depravado. Que no se engañen los gobiernos: no estamos frente a una crisis humanitaria, como las que derivan de sequías o terremotos, sino ante las consecuencias de una enorme crisis ética generada por el sistema capitalista en decadencia. La crisis humanitaria no son los niños migrantes, sino la deshumanización de gobernantes y de las oligarquías que representan.
En Latinoamérica faltan cada día más cosas, pero tenemos cada vez más niños. Para resolver esto se necesitan criterios diferentes de los que impone el capitalismo: el bienestar de la infancia debe ser el eje central de la planeación económica. En la región, hombres y mujeres hacen el amor con la alegría de procrear, porque saben que no faltan espacio ni recursos. Nos falta que lo nuestro realmente nos pertenezca. Sin saberlo, los niños migrantes han ido a gritarlo al norte, para tratar de recuperar los derechos que les han arrebatado. Esperamos que los 3 mil 700 millones de dólares que Obama solicitó al Congreso sean para eso.
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