Opinión
Ver día anteriorDomingo 13 de julio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La Jornada en Brasil 2014
Cosas del futbol

Tristeza

D

e vivir, Vinicius de Moraes hubiera compuesto hoy la canción más triste de su fantástica y productiva vida. Y Toquinho estaría como siempre, a su lado, presto a hacer mancuerna con el inolvidable hacedor de sueños y saudades.

Tristeza absoluta. La verdeamarela entró hoy en la unidad de cuidados intensivos. Su estado es grave dentro de la gravísima gravedad. Dicen los galenos brasileños que ni la respiración asistida es suficiente.

En sus dos últimos partidos de Brasil 2014, la canarinha, generosa y huérfana como nunca antes, recibió 10 goles y marcó uno.

En un encuentro que no debió jugarse porque, entre otras cosas, nadie quería jugarlo, Brasil y Holanda se despidieron del Mundial 2014 por la puerta de atrás. No fue maracanazo. Y no fue porque era un triste juego entre 22 tristes jugadores que, como nada se jugaban, entristecieron a todo mundo. Una tarea más para la anquilosada y arbitraria FIFA, la gran derrotada de la gran cita futbolera universal. Sólo cabe esperar que Brasil 2014 sea el principio del fin de ese organismo, al menos tal y como lo conocemos. Es una lacra con afán de lucro desmedido y nada más.

Con todo y el carácter lúgubre del partido, la torcida no abandonó a su equipo. Llegaron hasta los que habían jurado no llegar. El Mané Garrincha era en las gradas una marea amarilla. Los brasileños son cosa seria. Aman, matan y mueren con pasión y convicción. Son punto y aparte, para bien y para mal.

Tristeza ver a la selección que llevó al futbol a la categoría de arte desmoronarse sin solución de continuidad. Es incomprensible que la cuna del jogo bonito sea hoy el hazmerreír del planeta futbolero.

La final

Este domingo chupará faros el Brasil 2014. Fuera de Alemania y Argelia, ningún otro equipo llenó el ojito del arriba firmante. Y eso no va ni a misa mayor, conste.

La lógica, algo que los alemanes aman sin pudor ni recato, dicta que ellos se impondrán a una Argentina que, sin el chaparro y magistral Javier Mascherano, hubiera sucumbido irremediablemente.

Escribía Jorge Valdano en El País que, a estas alturas, de Messi no se espera que juegue, basta con que aparezca. Y sí, le sobra razón al sabio y encantador de serpientes llamado Valdano. Que aparezca y marque la diferencia.

Ahí descansa la sorpresa. La albiceleste, además de encomendarse a las apariciones de La Pulga, ganaría enteros si Ángel di María estuviera apto para la gran cita. Su sociedad con Messi puede ser letal para una no tan efectiva defensa teutona.

Si en una de esas la flauta de Hamelin suena, tal vez el domingo la tristeza que hoy deparó la verdeamarela sea menos de la mano, o de los pies, de la vecina Argentina.

Twitter: @josetxoZ