El Papa incómodo
EPN prepara visita
¿Cuál Francisco vendrá?
Izquierda sin energía
orge Mario Bergoglio ha resultado toda una revelación bajo el nombre de Francisco. Ha hecho asomar a la superficie varios de los puntos más difíciles y complejos del mundo de las sotanas y los crucifijos, a diferencia de la simplona mediaticidad carismática de Juan Pablo Segundo, tras la cual se encubrió un manejo conservador y cómplice del Papado, tanto con poderes políticos y económicos como con órdenes y personajes como los legionarios de Cristo y Marcial Maciel (por mencionar ejemplos particularmente llamativos, pero no los únicos y tampoco los peores).
Así fuera por un inteligente sentido de protección y supervivencia, la estructura dominante de la corporación global del catolicismo romano debería aprovechar los iniciales arrestos justicieros del pontífice argentino, aunque en realidad lo que está sucediendo es un silencioso cerrar de filas de los segmentos más oscuros de esos mandos eclesiásticos, amenazados por declaraciones fuertes y algunos actos ya significativos del peculiar presidente del Estado denominado El Vaticano. En ese marco de milenarios vaivenes y contrapesos, el propio Francisco ha celebrado la santificación de dos papas de posturas y conductas distantes, Juan XXIII y Juan Pablo Segundo, lo mismo que ahora ha hecho a su vocero, Federico Lombardi, intentar una especie de retractación de lo publicado el domingo en La Repubblica, el diario italiano a cuyo fundador, Eugenio Scalfari, dijo entre otras cosas que los asesores vaticanos le habían señalado que alrededor de dos por ciento del clero forma parte del mundo criminal de los abusos sexuales contra menores de edad. En esa franja, según las palabras atribuidas a quien suele ser llamado Su Santidad, habría arzobispos y cardenales. El vocero Lombardi ha dicho que la entrevista no fue lo que usualmente suele entenderse así, que las palabras no fueron grabadas y que no se permitió al pontífice revisar lo que a su nombre se iba a publicar.
Palabras de tal calibre, pronunciadas por un personaje que es considerado infalible en condiciones específicas relacionadas con la enseñanza dogmática en temas de fe y moral, obviamente lastiman el barniz de pulcritud con el que suele manejarse en público ese gremio. En México, por ejemplo, ha habido constantes señalamientos de protección a pederastas contra uno de los cardenales, Norberto Rivera, y contra arzobispos como Alfonso Szymanski y Luis Morales Reyes, en San Luis Potosí, y José Luis Chávez Botello, en Oaxaca, en los correspondientes casos de los sacerdotes pederastas Eduardo Córdova Bautista y Gerardo Silvestre Hernández.
No está claro cuál de esas facetas papales será la que visite México, conforme a los preparativos que ya realiza el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, quien está de visita en México para afinar detalles de la gira papal con la encopetada sacristanía de la parroquia nacional (ayer hubo una comida en la otra Catedral del Zócalo capitalino, la resguardada por el Estado Mayor). Si viniera el Francisco que habló con claridad a La Repubblica sobre la ‘‘lacra’’ de la pederastia clerical, cosas buenas habría para un país en el que buena parte del poder eclesiástico está entregado a los poderes políticos y económicos, practicante incluso de aberraciones como éstas.
Pero es posible que venga el Francisco reculante, el que da marcha atrás a sus palabras o las envuelve de pragmatismo inmediatista. Es de esperarse que la preocupación sobre los migrantes de Centroamérica a Estados Unidos (el visitante Parolin participará en México en un coloquio sobre el tema) se traduzca en acciones gubernamentales que mitiguen el horror largamente permitido contra esos hermanos en viaje. Pero la Iglesia cupular también conseguirá cesiones del poder peñista. Por ejemplo, mayor presencia y participación en los medios de comunicación, el debate público y la educación. Recuérdese que reformas recientes buscan dar al clero la oportunidad de ‘‘orientar’’ el voto o las acciones cívicas y políticas, pero no ‘‘presionar’’.
En el Congreso mexicano avanza en tanto el milagro de la división y disminución de los peces energéticos. Tanta ha de ser la voracidad expresada en los dictámenes propuestos para que diputados y senadores los aprueben por mayoría simple, que el propio Silvano Aureoles (el perredista que está en espera de que Peña Nieto lo impulse como candidato a gobernador de Michoacán por parte de la ‘‘oposición’’ consentida) se ha atrevido a advertir que con las nuevas normas podría estarse en presencia de un proceso de desmantelamiento de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad. Según la nota puesta ayer por Enrique Méndez en el portal de La Jornada, sería muy grave que se tratara de una acción premeditada para favorecer ‘‘negocios particulares’’.
En el mismo reporte se menciona que Ricardo Monreal, coordinador de los diputados de Movimiento Ciudadano (pero también uno de los políticos cercanos a AMLO), habló del error que han cometido los partidos de izquierda al no caminar juntos para impedir las reformas que afectan al país. La gravedad del caso, enfatizó el zacatecano, requiere de ‘‘una posición común y no testimonial’’.
Mientras tanto, el Instituto Nacional Electoral aprobaba ayer, como mero trámite, la asignación de las primeras partidas presupuestales para los tres nuevos partidos que buscarán confirmar su registro en las elecciones federales de 2015, a las que en esta primera vez deberán concurrir obligadamente en solitario, sin posibilidad de alianzas. Los partidos del Frente Humanista, Encuentro Social y Movimiento Regeneración Nacional recibirán, cada uno, 36.3 millones de pesos por lo que resta del año, todo correspondiente a una bolsa común entre los partidos existentes, que ahora son diez, y sin que se incremente este año el presupuesto del ramo.
Y, en tanto el delegado perredista en Miguel Hidalgo, Víctor Hugo Romo (de la corriente patrimonialista encabezada por Amalia García), sigue enredándose con el asunto de la fiesta panteonera que por cumpleaños realizó una amiga suya en la Rotonda de las Personas Ilustres, ¡hasta mañana!
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