Sábado 19 de julio de 2014, p. a16
La última obra que grabó se llamó Goodbye.
Y se despidió de manera muy bella: pulsó por última vez su contrabajo y de él nació poesía.
Porque poesía contiene el que resultó su disco póstumo, premonitoriamente titulado Last Dance, publicado apenas días antes de su muerte, ocurrida el viernes 11 de julio, hace una semana.
La última danza, y con licencia poética El último vals ocurrió en la casa de su amigo-hermano Keith Jarrett y fue consecuencia de una obra de dimensiones poéticas: el hermoso álbum titulado Jasmine, que grabaron en el hogar jarrettiano.
Keith lo puso así: ‘‘Charlie Haden y yo estamos condenados a perseguir la belleza de por vida”.
Y la alcanzaron. He aquí la prueba: disfruten esta pieza del álbum Jasmine, titulada: Where can I go without you (o lo que es lo mismo: Sin ti soy nadie), que precisamente enlaza el disco Jasmine con el ahora póstumo: Last dance, pues en ambos está esta pieza de belleza inconmensurable. Hela aquí, en un vínculo de YouTube: http://goo.gl/7wdsyl.
La mancuerna Haden/Jarrett nació hace medio siglo, cuando Ornette Coleman le dijo a Keith: ‘‘Charlie toca la música, no el contexto; tiene oído de cristal”. Entre los muchos tesoros discográficos que produjeron en su primera etapa como camaradas, comparto con alegría la siguiente obra maestra. No pierdan de oído el contrabajo, desde que irrumpe al inicio, unos acordes después de que entra el piano de Jarrett (minuto 0:38), hasta que al final (a partir del minuto 9:20) se queda con todo el peso de la música, en un fascinante pendular de clepsidras. Disfruten esta obra tan preñada de belleza e intensidad: http://goo.gl/hRGxpk.
Lo que pocos saben es que Charlie Haden (6 de agosto 1937- 11 de julio de 2014) fue un hombre de izquierda.
Su compromiso social lo llevó a fundar, hace 45 años, un combo sensacional, un dream team: la Liberation Music Orchestra, que se dedicó a hacer música en contra de los bombardeos gringos en Vietnam y en favor de los derechos civiles. Entre sus filas hubo solamente gigantes: Carla Bley, esa flaca sublime, orquestadora magistral; también: el egregio Gato Barbieri, Ornette Coleman, Don Cherry, Paul Motian.
En su primer disco grabaron, por si hubiera duda, Song for Che, composición de Haden en homenaje al Che Guevara. A continuación les pongo el link. Disfruten la paráfrasis de Hasta siempre, esa pieza-emblema que compuso Carlos Puebla en memoria de ‘‘tu entrañable presencia/ comandante Che Guevara”: http://bit.ly/lkDAEQ.
Durante un concierto en Lisboa, con Ornette Coleman y la Liberation Music Orchestra, Charlie Haden anunció por el micrófono que la siguiente pieza, Song for Che, la dedicaban a los movimientos de liberación de Angola y Mozambique. Fue hecho preso de inmediato por la dictadura de António de Oliveira.
Pero Haden no cesó en su lucha. Tenía claridad. En el primer disco de la Orquesta de Música de Liberación, escribió: ‘‘la música en este disco está dedicada a crear un mundo mejor, un mundo sin guerras ni crímenes. Un mundo sin pobreza’’.
Una docena de músicos-activistas, primeras figuras del jazz mundial, ejercieron durante cuatro décadas, comandados por Charlie Haden, la lucha social. El último de los discos de la Liberation, Not in our name, fue grabado hace apenas 10 años, como respuesta a la guerra en Irak.
Charlie Haden creció en una familia de músicos. Su poder estribaba en la voz. El coro familiar era capaz de epopeyas de técnica interpretativa. Pero en plena pubertad, como sucedió con Ma-rain Marais, quien al mudar de voz se perdió en la inmensidad, hasta encontrarse en la viola da gamba, Charlie Haden halló el aposento de su espíritu en el corazón de su contrabajo, pues la leucemia que le fue diagnosticada dañó de inmediato su órgano vocal y su sentido del oído.
Tenía 15 años de edad cuando le fue diagnosticada leucemia. Sobrevivió 62 años a la enfermedad luchando. Haciendo música, es decir: haciendo poesía, pues su manera de tocar el contrabajo, un instrumento que no es tan ruidoso ni espectacular como los demás, convirtió a ese instrumento en un dispositivo poderosísimo. Con él logró la apoteosis de la sutileza.
Porque Charlie Haden fue un maestro sutil. Lo suyo era encontrar la nota exacta que sigue a la anterior, como un maestro que cuida con esmero, delicadeza y concentración, cada una de las palabras que pronuncia, para el fluir.
Claro, uno piensa en Beethoven cuando sabe que Charlie Haden sufría del oído. Una nota de cinco decibeles él la escuchaba como de 50. Y sin embargo, fue el maestro de la sutileza. De la sencillez y el contento.
Por eso tuvo la capacidad de despedirse en paz.
Escuchemos entonces su despedida: la última pieza que grabó (una versión para Jasmine y la última para cerrar Last dance) y que se llama, precisamente, Goodbye y con ella termina el disco. Cuando suenan las últimas notas uno no puede dejar de pensar en las últimas notas de la Novena Sinfonía de Mahler, donde el compositor austriaco se despide: http://bit.ly/1pjTH51.
Maestro Charlie Haden, como le cantaste con tu contrabajo al Che Guevara, así también entono despedida:
¡Hasta siempre!