asado el huracán de la Copa del Mundo, estamos todos de vuelta en la vida real. Y la vida real se muestra un tanto complicada, especialmente para la presidenta Dilma Rousseff.
Para empezar, el viernes pasado se divulgaron los resultados de un nuevo sondeo electoral realizado por el instituto Data Folha vinculado al diario Folha de Sao Paulo. Pese a ese vínculo –la Folha es de feroz y muchas veces irresponsable oposición al gobierno–, el trabajo de encuestas y sondeos del instituto es respetable y respetado.
Dilma perdió dos puntos. Sigue como favorita, ahora con 36 por ciento de intención de voto declarado por los entrevistados. Su competidor más directo, Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), se estacionó en 20 por ciento. A propósito de las innúmeras paradojas de la política de mi país, el PSDB de socialdemócrata tiene poco o casi nada: son propuestas del mismo y bien conocido neoliberalismo que llevó tantos países al naufragio. Así las cosas. El tercer candidato, Eduardo Campos, del Partido Socialista Brasileño (PSB), que de socialista tiene la sigla y nada más, perdió un punto: ahora tiene 8 por ciento de las intenciones de voto.
El gran problema –y la nueva preocupación– para Dilma y su equipo de campaña se refiere a la ahora prácticamente asegurada convocatoria a una segunda vuelta. El sondeo divulgado el jueves pasado indica que en una confrontación directa, Dilma y Aécio Neves están técnicamente empatados: 44 por ciento para ella, 40 por ciento para él. Vale recordar que en febrero la diferencia era de 55 a 27 por ciento, de acuerdo con el mismo instituto Data Folha.
En los primeros días de junio ya había caído de 47 a 38 por ciento. Pasado un mes y medio, la diferencia prácticamente desapareció.
El dato sorprendió a los estrategas de Dilma. Se estudian, en calidad de urgencia, fórmulas para intensificar la campaña y lograr una victoria en la primera vuelta, pero a la vez se admite que es una tarea muy difícil.
Para enturbiar aún más el horizonte, también con Eduardo Campos, un hipotético y casi imposible encuentro en la segunda vuelta, trae proyecciones preocupantes. A fines de febrero, Dilma tenía 55 por ciento de intención de voto y Campos escaso 23 por ciento. A principios de junio, la distancia era 47 a 32 por ciento, ahora 45 a 38 por ciento.
Es importante recordar que la campaña crece y se define cuando empiece la propaganda por radio y televisión, a mediados de agosto. Si los dos opositores se mantuvieron en las mismas intenciones de voto en la primera vuelta, y saltaron distancias olímpicas cuando preguntó sobre la confrontación decisiva –la de la segunda vuelta–, por primera vez surgen señales de riesgo serio para la candidatura de Dilma a la relección. Es verdad que en la primera vuelta ella dispondrá de mucho más tiempo de televisión y radio (más del doble que Aécio Neves). Pero en la segunda vuelta, el tiempo se divide de manera igual entre los candidatos. También es verdad que Lula todavía no está en la calle, y que su respaldo tiene peso determinante, pero aún así la velocidad con que Neves y Campos lograron acercarse peligrosamente en las proyecciones de la segunda vuelta muestra que podrán ocurrir sorpresas.
Asimismo, de otro terreno brotan noticias preocupantes para el país y, de nuevo, especialmente preocupantes para la presidenta. Los actuales indicadores económicos son desalentadores y despertaron nuevas señales de alarma en Brasilia. Los cálculos del Banco Central muestran que la actividad económica sufrió una retracción de 0.18 por ciento en mayo. Es menos de la mitad de la retracción prevista por el mercado financiero, pero como éste tiene el catastrofismo impregnado genéticamente, que haya sido la mitad no sirve de mucho consuelo. Difícilmente, el PIB de este año superará la marca de 1.2, a lo sumo 1.4 por ciento contra el crecimiento de 2.5 de 2013.
Del Ministerio del Trabajo vienen otras malas noticias. La creación de empleos formales en junio –poco más de 25 mil plazas– ha sido la menor para el mes desde 1998. Por otra parte, el total de nuevos empleos formales del primer semestre –590 mil– sólo supera la del mismo periodo de 1998. La única noticia positiva es que las proyecciones sobre la inflación que, pese a mantenerse en niveles altos –6.5 por ciento en 12 meses–, ya no presionan tanto. De todas formas, permanece, en la opinión del brasileño medio que existe la inflación, y ese fenómeno de pésima memoria planea peligrosamente sobre nuestras cabezas. Los grandes medios de comunicación se encargan de desempeñar esa tarea, martillando un día sí y el otro también que el país vive una espiral inflacionaria que los números no confirman.
Los estrategas de la campaña de Dilma saben muy bien que su principal adversario es precisamente la economía. La sensación de que Brasil vive un deterioro puede contaminar al electorado. Candidatos de la oposición y los medios hegemónicos de comunicación lo saben bien y trabajan muy activamente para fortalecer esa sensación.