Política
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Nosotros ya no somos los mismos

Los afanes de la legisladora Purificación Carpinteyro

A

peguémonos a la agenda anunciada, pero también a un protocolo que, en la tierra desde la que escribo la columneta, se observa rigurosamente: ladies first. (También se les cede el asiento a las damas en el transporte urbano. Esta atención no incluye el Metro, aunque estoy seguro que construyéndolo se conservará la costumbre).

Encabeza el reparto de este performance semanal doña Purificación Carpinteyro. Ella, por méritos múltiples, es nuestra vedette principal. Tan pronto se dio a conocer la subrepticia grabación de doña Puri y el acaudalado don José Gutiérrez Becerril (que en verdad debe ser muy acaudalado pues ya se apropió de la señora Carpinteyro al nombrarla “mi Puri” con un tonito desenfadado y pleno de sospechosismo) se desató una catarata de recriminaciones y condenas, debido a que la señora, como la suave patria, ha sido siempre igual, fiel a su espejo diario. Nació pirrurris, creció, ha vivido y es pirrurris. ¿Por qué se le exige, de golpe, una estructura ética o política que ella jamás ha presumido? Su conducta de hoy es acorde con la de su vida pasada. Por eso, yo que soy asiduo de las letras siempre sabias y las ideas honorables del maestro Bernardo Bátiz, estando absolutamente de acuerdo en todo su discurso sobre el bien común y la razón esencial del trabajo legislativo, pienso que la pobre Puri ha sido tratada con rigor excesivo. Dice don Bernardo que “cuando los representantes populares legislan para beneficiar a particulares o a un sector de la población en perjuicio de otros (…) cuando lo hacen en favor de empresas privadas como son la televisoras, traicionan su propia naturaleza”. Esta última expresión me trajo de inmediato a la cabeza la fábula atribuida a Esopo (sin que éste lo haya negado hasta la fecha) del escorpión y el sapo. No la voy a repetir por conocida, pero recuerdo el trágico desenlace: al costo de su propia vida el escorpión pica al sapo y su única e inapelable explicación es precisamente esa: no tengo elección, es mi naturaleza.

La mayor parte de su vida profesional, salvo dos o tres añitos en el servicio público, la señora Carpinteyro la ha dedicado a los negocios y además de manera muy destacada y reconocida: fue seleccionada como La mujer de negocios 2006. Su naturaleza es evidente. Sus estudios, saberes y trajines tienen el mismo sentido y razón: business. La bella Carpinteyro no es académica ni investigadora, no pertenece a la congregación de las carmelitas descalzas, o a la de las adoratrices esclavas del santísimo, no es voluntaria o militante, artista plástica (y de ser bohemia, sería muy light). No le demos vueltas, ella es una businesswoman total desde el primero de mayo (que ironía, día del trabajo), de 1961. Por supuesto, también es diputada y nada menos que por Iztapalapa (¿Cuánta gasolina se gastará entre esta delegación y la colonia Vistahermosa, donde ella vive?), pero a una diputación caída del cielo o subida del PRD no se le hace fuchi, sobre todo si eres de la idea que no necesitas que te den, sino que te conformas con que te pongan donde hay... manera de legislar para compras de futuro. Pienso que el contrato (¿de arrendamiento de curul o de prestación de servicios profesionales?) entre la señora Puri y el PRD no contempló muchos puntos que debieron ser previamente considerados. Si el partido privilegió los saberes de la señora sobre la militancia y méritos partidarios de sus aguerridas lideresas debió haber exigido contraprestaciones y garantías suficientes. Ahora no hay lugar a reclamos. La respuesta sigue siendo válida: la naturaleza, compañeritos Zambrano y Aureoles, la naturaleza.

Cuando se hizo pública la charla privada entre doña P y don P, de inmediato las lenguas viperinas clamaron: ¡Merecidísimo castigo del Señor! ¡La midieron con la misma vara! ¡El que a hierro mata a hierro muere! ¡El que la hace la paga! Tranquila, doña Puri, la mayoría de las afirmaciones sentenciosas de la llamada sabiduría popular son pamplinas. Yo conozco a miles que comenzaron a hacerla desde que tuvieron uso de razón y no pagaron jamás nada en su vida, bueno ni a Gayosso. Otros mataron no sólo a hierro, sino también a acero, a salarios de hambre, peculados, defraudaciones, contratizas, perversiones del sufragio, torturas, genocidios y, o siguen tan campantes como el inolvidable Johnnie Walker o pasaron tranquilamente a retirarse con su absolución, santos oleos y misas de cuerpo presente. Algunos tan suertudos que lo hicieron en la plena y grata realización de un connubio no muy ortodoxo. Además, doña Puri, usted simplemente se acogió a otro dicho: a donde fueres haz lo que vieres. Usted se formó en el cogollo calderonista y observó, o cuando menos, eso sí, escuchó, de los afanes crematísticos y obsesión de ascenso socioeconómico de sus monaguillos y, seguramente, siguiendo con los clásicos, se dijo: ¿Y yo por qué (no)? Con la diferencia en su favor de que, merced a su aguda prospectiva, entendió claramente que unas reformitas por aquí y otras por allá serían un abono irresistible para hacer producir, en menos de lo que canta una legislatura, las promisorias heredades de las concesiones. El seed money sería como el pan bíblico que alimentó a los judíos durante más de seis sexenios. Pero Mexiquito es más fértil y productivo que el desierto del Sinaí, así que pronto un abundante cash flow haría exclamar a unos ya crecidos gritones: ¡Lotería! ¡Lotería!

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“La mayor parte de su vida la señora Capinteyro la dedicó a los negocios. Su naturaleza es evidente, es una businesswoman, pero además nació pirrurris, creció, ha vivido y es pirrurris, y también es diputada por Iztapalapa; ¿cuánta gasolina se gastará entre la delegación y la colonia Vistahermosa, donde vive?”Foto Notimex

Con todo respeto para la señora Carpinteyro, unas breves consideraciones finales. Aunque se domine la tecnología de punta a veces es preferible recurrir a métodos del pasado, los mensajeros, por ejemplo. Una convocatoria de la trascendencia de la que usted dirigió a don Pepe era por demás riesgoso formularla vía telefónica (entiendo que esta afirmación es como platicarle la aparición de la virgen a Juan Diego), las líneas tienen un emisor, pero muchos receptores. En mis tiempos se decía: cuidado con lo que dices, hay golondrinas en los alambres. Las más eficaces que llegamos a tener eran de marca GB (Gutiérrez Barrios). ¿No era mucho más seguro utilizar un propio o hasta un ajeno, pero de total confianza?, sobre todo sabiendo que el mensajero no corría peligro alguno, pues las noticias que llevaba eran más que prometedoras. Sófocles advirtió hace algún tiempo: Nadie ama al mensajero de malas noticias, y ya en el extremo, Tigranes, emperador de Armenia, le cortó la cabeza al imprudente mensajero que le dio una mala nueva. De lo que podemos estar seguros es que Cleopatra del Ponto, su cónyuge, jamás se atrevió a decirle un viernes por la noche: te tengo una mala noticia mi amado Tigranes, hoy me duele la cabeza. Una cosita más: ¿Qué necesidad de ser tan lucida y fachendosa y hacer publicar en reputadas revistas datos que no deben ser conocidos ni siquiera a reclamo del Ifai?: mi pequeña choza mide mil 800 metros. ¿No sería más conveniente y discreto decir “mi lugar es… cómo les diré. Bueno, piensen en una casa de interés social del Infonavit, multiplíquenla por 36 y júntenmelas?” En el país el número de madres solteras, muchas de ellas adolescentes, de mujeres que con desesperación buscan su hombre (uno sólo), en la oficina, la fábrica, la escuela, el Metro, bares, cafés, Internet o los avisos de ocasión, son millones. No se vale que usted, tan soberbiamente, les presuma su capacidad de dobletear. No se menciona la soga en casa del ahorcado, ni menos se presume el menú del banquete en un albergue de indigentes. Y el colmo doña Puri, de un momento a otro usted se atreve a hacer trizas a tres de mis ídolas de la infancia: Lauren Bacall, Betty Grable y Marilyn Monroe. Las tres bellísimas pero vulnerables modelos que unen sus fuerzas para poder conquistar un marido millonario, y cuando evidentemente lo consiguen sus sentimientos las traicionan y reivindican la fuerza demoledora del amor. Claro que esto sólo puede darse en una fantasía hollywoodense ( How to marry a millionaire. Jean Negulesco, 1953). Yo, sin pretender ser obsequioso, confieso que prefiero la versión autóctona que dio usted a conocer en alguna publicación del corazón (y las finanzas): de entre las filas clasemedieras seleccionó dos especímenes muy a su modo, los formó y, muy por encima de las exigencias de la Ley Federal del Trabajo o acuerdos prenupciales, al manumitirlos poco tiempo después les brindó una indemnización amplia cumplida y bastante: los hizo millonarios. Ahora en el mundo del gim, el spa, el fitness, el club de banqueros o el piso 51, la Coparmex, los Caballeros de Colón y, en fin, en el rutilante universo de los entrepreneurs, una interrogante persiste en sus fantasías oníricas: ¿ How to marry a Puri?

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