ONG: en algunos casos, hijos de deportados son adoptados allá
Lunes 21 de julio de 2014, p. 15
Tijuana, BC.
Cuando Juan de Dios Torres, como muchos mexicanos menores de edad o adultos, fue deportado a México por Estados Unidos, había pasado varios días en un centro de detención migratoria sin hablar con ningún diplomático mexicano. Vestía zapatos sin agujetas, pantalones viejos y sin cinturón.
Como a todos los adultos, los agentes de la Patrulla Fronteriza le ataron las manos con cinchos de plástico desde que lo sacaron del centro de detención hasta poco antes de ser entregado a funcionarios mexicanos en una puerta que se encuentra en el muro que Estados Unidos construyó para evitar que los migrantes entraran en su país.
Tijuana, Baja California; San Luis Río Colorado, Sonora, y Nuevo Laredo y Matamoros, Tamaulipas, son los principales puntos por donde Estados Unidos deporta migrantes mexicanos.
A los centroamericanos que detienen los estadunidenses los envían en avión hasta sus naciones, siempre y cuando los cónsules de sus países los reconozcan como connacionales.
En México, el Instituto Nacional de Migración (INM) atiende a los deportados nacionales; para los mayores de edad, en sus oficinas cuenta con áreas donde les ofrece trabajo, servicios de salud y apoyo para retornar a sus entidades.
En cuanto a los menores –tanto mexicanos que deporta Estados Unidos como a los centroamericanos que son rescatados–, ubica a sus familiares y los lleva hasta sus lugares de origen; en el caso de los extranjeros, coordina esas acciones con los consulados respectivos.
Juan de Dios vivió 17 años en ciudades de California; en las recientes dos semanas fue deportado en tres ocasiones.
“En cuanto te detienen te esposan las manos. Una vez que estás en la estación migratoria hacen mucho papeleo. Investigan cuántas veces has pasado y otra vez te toman tus huellas dactilares y fotografías. Cuando terminan, te llevan a unos cuartos. A veces te tienen dos, tres o más días. Hay estaciones donde te dan de comer burritos y refresco o sopas instantáneas. A veces los gabachos son racistas. Se portan mal en el hablado y te dicen cosas en inglés como si no entendieras. Te gritan ‘wetback!’ (espalda mojada); a veces, en español ‘¡pinche mojado!’ Es normal en ellos, son gente racista.
“Hay estaciones en que dicen que no tienen teléfono y no puedes hablar con nadie para avisar que fuiste detenido, y puedes llamar hasta que te entregan a las autoridades mexicanas.
Esta es la segunda vez que me avientan en Tijuana; otras ocasiones, como para que no intentes regresar, te mandan a otro lado, hasta Tamaulipas o Sonora
, narró mientras recibía atención del personal del INM para inscribirse en el Seguro Popular, en una bolsa de trabajo, y definir si aceptaba que le pagaran la mitad de su boleto de regreso a su natal Monterrey.
La abogada Esmeralda Flores, integrante de la Casa del Migrante en Tijuana, señaló que muchos mexicanos que han sido recién deportados de Estados Unidos fueron separados de sus hijos. En algunos casos porque se dice que cometieron un delito, aunque haya sido menor. Para recuperar a sus hijos, los padres deben cumplir desde México con una serie de requisitos, por ejemplo, tener buen empleo y casa segura; pero resulta que, como fueron deportados con lo que llevaban puesto, no tienen documentos que acrediten su personalidad, ni tienen con qué acreditar niveles educativos, así que no siempre pueden cumplir. El número de casos de este tipo ha crecido; en algunos los menores son niños nacidos en Estados Unidos, lo que los convierte en ciudadanos de ese país y entonces se pretexta que el Estado busca lo mejor para ellos.