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Políticos de Dios
D

urante 500 años la Iglesia católica tuvo el monopolio de lo sagrado en nuestra región, pero la formación de nuevos partidos confesionales evangélicos está transformado el mapa político-religioso de América Latina. Desde mediados del siglo pasado la Iglesia católica dejó de ser la única interlocutora del Estado. Se destaca con vivacidad el caso de Brasil, que mantiene en el Congreso esa nutrida bancada evangélica de diputados que ha impedido avanzar los planeamientos progresistas en su legislación; en Perú fue Fujimori quien, al buscar el voto indio de la sierra, recurrió al apoyo de evangélicos y adventistas, desde su campaña. Entre los casos más paradigmáticos vale recordar cuando los evangélicos pentecostales lograron conseguir del Estado dictatorial de Chile la celebración de un tedeum el día del aniversario de la Independencia en 1974, tiempo en que Augusto Pinochet abrió la esperanza de convertir a los evangélicos en la Iglesia oficial. Está también el gran apoyo que les ofreció el general Efraín Ríos Montt, convertido al pentecostalismo en 1977 en la iglesia El Verbo, de Guatemala, cuando gobernó el país de 1982 a 1983 por un golpe de Estado; él intentó crearse una base civil evangélica haciéndose percibir como el ungido de Dios.

De acuerdo con Jean-Pierre Bastian, los pentecostalismos han surgido de la cultura de la pobreza y cargan estructuras tradicionales de autoridad, reproducen el modelo patriarcal y patrimonial de la hacienda, convirtiendo al pastor en el patrón de una clientela religiosa. “Debido a la competencia religiosa creciente, las sociedades protestantes se pentecostalizaron en el contexto de la desaparición de lo que era una cultura política liberal, propia de los decenios de 1950 y 1960. Ellas rompieron con su origen liberal para adoptar un fundamentalismo similar al de las sociedades pentecostales, con el fin de reclutar miembros nuevos y crecer”. El nuevo bloque religioso afirmó un anticomunismo y el apoyo a los regímenes militares, de los cuales se disociaron algunas iglesias metodistas y luteranas (Los nuevos partidos políticos confesionales evangélicos y su relación con el Estado en América Latina, Estudios Sociológicos XVII: 49, 1999).

La irrupción de esos nuevos políticos confesionales nace en sociedades que presentan condiciones favorables para la elaboración de redes clientelares, pero se vienen a reforzar por iniciativas internacionales y exógenas; hoy pueden considerarse una rama latinoamericana de la Alianza Cristiana Internacional de Partidos y de Movimientos Evangélicos realizada en Washington DC en febrero de 1993.

En 1996 surgió en México el Frente de la Reforma Nacional –antecedente del Partido Encuentro Social (PES)–: organizado por la Confraternidad de Iglesias Evangélicas (Confraternice), propuso la formación de un partido evangélico con la meta de combatir al PRI masón, al PAN católico y al PRD marxista. Desde el siglo XIX hay antecedentes: hubo líderes evangélicos del magisterio en tiempos revolucionarios, en 1936 el Instituto Lingüístico de Verano arrancó un plan de alfabetización en zonas indígenas a partir del estudio bíblico, y el pastor Rubén Jaramillo fue defensor del agrarismo en el estado de Morelos en los años 50.

Pero el reconocimiento institucional se abrió en 1992 con la reforma al artículo 130 constitucional. Pertenecen a la Iglesia de Roma casi la mitad de las 7 mil 976 asociaciones religiosas registradas, y se acusa un descenso en la feligresía católica: de 93 por ciento en 1980 al 82.7 actual. Hay 9.9 de otra religión y 4.7 por ciento sin religión alguna. El éxodo hacia grupos evangélicos se confirma porque se cuadruplicó su número: hoy representan 7.5 por ciento. Evangélicos y pentecostales tienen la misma oposición del Vaticano ante los derechos sexuales y reproductivos, con la cual compiten como mediadores ante el Estado. En 2007 Cofraternice promovió la acción de inconstitucionalidad en contra de las reformas del DF que abrieron el derecho al aborto y al matrimonio homosexual.

Como asociación política, el PES participó en coalición electoral con el partido nacional Convergencia en 2003 y con el Partido Acción Nacional en 2006. Desde 2009 estableció alianza estratégica con el PRI, pero cuenta con operadores en todos los partidos. El Estado y los partidos están obligados a actuar en el marco del Estado laico y a definir con precisión el sentido que cobra actualmente esta obligación. Lo sustancial está en evitar la inculcación de principios religiosos en las plataformas partidistas y en las políticas públicas, así como darlas a conocer para ofrecer claridad al electorado.

Evitar actos políticos en los templos es una expresión material que señala la frontera simbólicas que divide la religión y la política. Confunde que López Obrador haya realizado esta semana un acto político en la parroquia de La Soledad, pero valoro que ahí se haya referido al Estado laico: El acto lo hicimos en el auditorio de la parroquia y recordé que un día como hoy, hace 142 años, falleció Benito Juárez, el mejor presidente en la historia de México, que por cierto, sin ser antirreligioso, fue el creador del Estado laico. Si Morena quiere diferenciarse de los partidos confesionales, hoy tendría que defender el derecho a decidir de las mujeres sobre su cuerpo, que está por reconocerse en el estado de Guerrero.

“No se discute con un candidato al martirio –decía Cioran–; el fanatismo es la muerte de la conversación. El Espíritu Santo no es escéptico (enseña Lutero). No todo el mundo puede serlo, desgraciadamente.”

Twitter: @Gabrielarodr108