nteligente, sensible y culta así fue la escocesa Frances Erskine Inglis, quien muy joven llegó a Boston, Estados Unidos, con su madre y hermanas para establecer una escuela para señoritas. Pronto hicieron muy buenas relaciones, entre otros, con el historiador Guillermo H. Prescott, el hispanista George Ticknor y el diplomático español Ángel Calderón de la Barca, quien se enamoró de Frances.
Se casaron en esa ciudad y lo acompañó a México cuando lo designaron como primer ministro plenipotenciario de España en nuestro país, después de la Independencia. Llegaron a finales de diciembre de 1839 y permanecieron hasta enero de 1842. Durante su estancia, la inquieta escocesa, a quien se conocía como Madame Calderón de la Barca, recorrió varios lugares del país y prácticamente toda la ciudad de México y sus alrededores. Su posición diplomática le abrió múltiples puertas, permitiéndole entablar relaciones con diversos sectores de la población.
Sus experiencias las plasmó en deliciosas cartas que envió a su familia, de las cuales se seleccionaron 54, que fueron publicadas en Boston y Londres en 1843 con el título Life in Mexico during a residence of two years in that country y un breve prefacio de Prescott. Fue un éxito de librería, no obstante que el autor era desconocido, pues manteniendo el anonimato sólo aparecían unas iniciales.
Desde luego en México fue identificada de inmediato y suscitó comentarios encontrados. Su visión en general es positiva, sin dejar de ser crítica, lo que no gustó a ciertos sectores de la sociedad; por mencionar a algunos: a Manuel Toussaint el libro le pareció la descripción más detallada y sugestiva de nuestro país
; a Manuel Payno le pareció que las cartas no eran más que sátiras
. La realidad es que da una idea bastante clara de la manera de vivir y pensar de la época, con sus claros y oscuros. Estos últimos no nos gustaron.
Fue Manuel Romero de Terreros el primero en presentar a Madame Calderón a los lectores de español. Él promovió la publicación y traducción de la obra, con el título de La vida en México.
El nombre original de la escocesa poco se recuerda; ha pasado a la historia como madame o marquesa Calderón de la Barca. Muchos piensan que el título nobiliario era del esposo y no es así. Cuando enviudó, ya convertida al catolicismo, ingresó a un convento de donde salió por insistencia de la reina de España para que fuera institutriz de la infanta Isabel. Compartió las vicisitudes políticas de la familia real, los acompañó al exilio y al restaurarse la monarquía, en 1874, el rey Alfonso XII le concedió el título de marquesa.
Con relación a su libro sobre México, parece ser que la hizo sentirse mal el conocer la reacción en nuestro país, en donde había dejado afectos y amistades. Son pocas las personas que la conocieron y que hayan escrito acerca de ella. Una excepción es la que relata en su diario el destacado yucateco Justo Sierra O’Reilly, quien dice: En la primera visita que tuve el honor de hacerle a don Ángel en Washington, me presentó a su esposa. Madame Calderón me era ya conocida como escritora, pues había leído un libro suyo sobre México, escrito con bastante talento y gracia, si bien algunas de sus opiniones no me parecían muy justas (...) Me recibió con la cortesía y amabilidad que le son características y hacen agradable su trato social (...) Puedo afirmar que no le gusta mucho que se hagan alusiones a su libro, y evita la ocasión de hablar de él. Madame Calderón habla con soltura los principales idiomas modernos; es de una instrucción exquisita, y era el alma de la brillante sociedad que en su casa se reunía
.
Sabemos que la marquesa le tomó el gusto a la comida mexicana. La sedujo la variada biscochería y su acompañante esencial, el sabroso chocolate. Para recordarla vamos al Café de Tacuba a sopear un rebanada de alguno de sus esponjosos panqués o quizá una concha o un cuerno, todo recién horneado. Está ubicado en el número 28 de calle del mismo nombre.