Con el puño en alto y amplia sonrisa, el poeta Enrique González Rojo Arthur (DF, 1928), recibió prolongados aplausos y gritos de ¡Bravo, maestro!, al concluir la lectura del poema Un afán, incluido en su libro más reciente, Trincheras.

Así transcurrió el homenaje que se le rindió el jueves en el Museo de la Ciudad de México, con motivo de sus 86 años de vida, que cumplirá el 5 de octubre.

Entre los que ovacionaron al también filósofo, en primera fila estaba la escritora, periodista y Premio Cervantes de Literatura, Elena Poniatowska, quien se sumó a la emotividad desatada por la poesía social de González Rojo.

Respecto de su poema Un afán, el poeta explicó que alude a la propiedad privada, lo que significa privar a alguien del gozo del bien. Hablo de esa propiedad privada y de ese afán de posesión que tenemos los hombres; a eso me refiero.

Inconformidad y rebeldía

En el homenaje, los escritores Cynthia Pech, Hortensia Carrasco y José Ángel Leyva presentaron Trincheras, el libro más reciente de González Rojo, que reúne los poemas Consejos a mi pluma, Nuevos consejos a mi pluma, Un afán, Bajar la torre, Demiurgo del caos y Apuntes para la biografía de mi musa o mi humilde aportación al Bicentenario.

Para Leyva, la inconformidad y rebeldía caracterizan al autor de Trincheras, pues mantiene esta mirada ambiciosa de construir un discurso totalitario, no en el sentido político, sino en el lírico. Pareciera que (González) Rojo prefiere construir un discurso de un callejón sin salida, y la esperanza está en el sentido de que podamos ser más humanos y conmovernos en reconocimiento de los otros, pero es un callejón sin salida, sin esperanza, porque estamos destinados a la muerte.

En su intervención, el también poeta dijo que el poemario de González Rojo es más profundo y desgarrador porque lleva al lector al terreno de la absoluta desolación e incertidumbre.

“El poeta no fabula, habla de su realidad que es absoluta; es la mirada del mundo y no está ficcionando ni engañando. Habla de la situación que estamos pasando, este episodio de absoluta crueldad y de indiferencia ante la existencia del otro.

El poemario nos convoca a reconocernos en la otredad, en el otro, en ese que va pasando y nos saludó, y en el cual podemos ver nuestro propio rostro. Este libro es un manifiesto de un hombre que no declina su vocación de lucha, de batalla, y lo dice de una manera muy elocuente Enrique.

González Rojo, quien se encontraba sentado a un lado de Leyva, escuchaba con atención y con un movimiento ligero de su cabeza, afirmaba cada una de las palabras del escritor.

La poeta y ensayista Cynthia Pech expresó que Trincheras la hace reflexionar sobre el papel del poeta en la actualidad y que el autor comenzó su batalla a partir de posicionar en los primeros poemarios al poeta como conocedor de su oficio, la palabra, y que trabaja desde el compromiso social.

“Creo –dijo Pech– que el interés de la poética de este libro se centra en mostrarnos que las municiones están en cada una de las palabras con las que el poeta engrana frente a nuestro ojos el fusil del oficio y el alcance que tiene la palabra, que nace desde donde se vive la vida ordinaria”.

Cuando llegó su turno, la poeta Hortensia Carrasco explicó que el poemario es un mirar el campo de batalla desde sus páginas, utilizando como armas sus versos que dan la certeza de que hay algo que nos puede conducir hacia una vida más libre, y ese algo es la poesía.