En París desaparece, su novela más reciente, el escritor Héctor Manjarrez (Distrito Federal-1945) evoca la vida cultural y social en la entrañable y mítica Ciudad Luz en la década de los años 60, años antes del movimiento de 1968.

Publicada por Ediciones Era y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, se trata, según los editores, de una novela lírica, divertida, histórica y melancólica.

Manjarrez trae a la memoria el París en el que Charles De Gaulle se encuentra en la presidencia y André Malraux es ministro de Cultura, cuando el belga Jacques Brel y la judía Barbara, son los más reconocidos cantantes de la mítica ciudad, así como cuando Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir se daban cita en el Café de Flore.

Son los primeros años de la década de los 60 del siglo pasado. La última época de París como capital cultural del mundo, considera el también poeta y ensayista.

El movimiento de 1968 fue como el último golpe de teatro de París. Fue como decir: aquí estoy, soy la ciudad de las revoluciones. Pero los años anteriores en los que ocurre la historia de la novela son esos en los que París va perdiendo su lugar como capital cultural.

En esa época, dice Manjarrez, uno sabía que la pintura se había ido a Nueva York, los pintores ya no estaban en París, las galerías eran anticuadas, el teatro en México era mucho más interesante que en la capital francesa y la música destacaba más en Londres.

Lo que sí había, continúa el autor, “era un escenario maravilloso, en el que se movía toda una intelectualidad, desde quienes tenía ya un reconocimiento como Sartre y Beauvoir, y los jóvenes como Michel Foucault y los cineastas de la Nueva Ola francesa. Era la época dorada de François Truffaut y de Jean-Luc Godard. Estaban también el grupo de los situacionistas, que con su propaganda subterránea, minoritaria y escandalosa criticaban y denunciaban a los surrealistas, trotskistas, comunistas, reformistas. De los situacionistas surgió la célebre consigna ‘prohibido prohibir’, que sería retomada años más tarde”.

En esos años París era un escenario maravilloso, en el que se movía toda la intelectualidad, dice el autor en entrevistaFoto Luis Humberto González

Con todo ello, expresa Manjarrez, de cierta manera París tenía razones para sentirse todavía la capital cultural del mundo.

París “tenía ciertas ventajas que ha perdido –al igual que Manhattan en Nueva York–, como barrios pobres, los cuales fueron expulsados a las zonas periféricas. Eso es distinto porque en aquel entonces, se podía vivir de manera miserable y romántica en París”.

En la novela París desaparece el personaje es la ciudad, tan hermosa como despiadada, la cual se dibuja y describe mediante las caminatas y encuentros del narrador y protagonista de la historia.

La historia es narrada en primera persona, por un jovencísimo escritor mexicano, desconfiado pero amigable, que atesora el poco dinero que tiene, pero no es tacaño; que no es audaz para ciertas cosas, pero sí rebelde. Un joven escritor encantado y asombrado por lo que ve y vive. Dispuesto a morir románticamente de hambre, si así tiene que ser, porque así es París, y que en cierto momento es seducido por una sordomuda en la Cinémathèque de Langlois.

Sus caminatas y encuentros lo llevarán a relacionarse, entre otros personajes, con un pintor enamorado (que hace un falso Matisse), una bandita de prostitutas y prostitutos, una mujer amada, un soldado gringo de ascendencia mexicana, con su sensual tía Adela que lo visita, con el atractivo Alain acusado de asesinato, con Didi y Margot, con Jeanne, que se fue a Ámsterdam llevándose consigo una foto de Tláloc, y con una vidente rusa, a través de la cual se manifiesta y expresa un señor francés que conversa y debate con André Breton en el más allá.

La novela se inspira, aclara el autor, en algunos hechos y personas que conocí; otros son sencillamente personajes literarios, que a partir de la imaginación corresponden a esa época.