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A la mitad del Foro

Otros ocho mil kilómetros de campaña

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San Juan Chamula, escenario a modo para las campañas electorales y visitas presidencialesFoto Cuartoscuro
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an Juan Chamula es bastión del PRI, decían los aspirantes al monopolio opositor. Y ni hablar del templo en cuyo interior los ritos eran ajenos a los católicos romanos, a pesar del persistente mestizaje de los usos y costumbres. Indígenas y pobres, con la maldición del aguardiente como arma en manos de criollos, ladinos y alemanes que explotaban las fincas de café y el resto de los frutos del trópico engañoso cuyos bosques y selvas padecían la quema y troza hasta que se repartió la Lacandona y los ganaderos llegaron para quedarse.

San Juan Chamula, escenario a modo para las campañas electorales y visitas presidenciales. Una imagen que expresa con nitidez el nexo de los tata mandones y el sucesor del tlatoani; ahí visten los chujes de lana negra, con mangas cortas y cinturón de gamuza. Los descendientes de los mayas, de los combatientes de la guerra de castas, recibieron en este agosto tormentoso con ríos que se salen de madre y remolinos que destruyen todo a su paso a Enrique Peña Nieto. En vísperas de la promulgación de las leyes secundarias de la reforma energética constitucional que cierra un ciclo de su largo trayecto en más de 8 mil kilómetros en campaña. Junto a él, también con atuendo chamula, el rubio y delgado gobernador Manuel Velasco Coello, nieto del doctor Velasco que gobernó el estado al que no llegó la revolución agraria, con el lema: Todo México es Chiapas.

Y ha de serlo, porque ayer anunciaba la ONU que 15 por ciento de la población mundial es indígena y sobrevive en pobreza extrema. Ha de serlo porque en las montañas chiapanecas, donde no llegó la revolución agraria, en la entidad del sureste a la que no llegó la fuerza transformadora de Salvador Alvarado, donde no se manifestó partido socialista alguno, donde no se vivió el jacobinismo de Garrido Canabal, ni se padeció el sacrificio de Felipe Carrillo Puerto, el Cristo rojo de los mayas, se apareció en San Cristóbal de las Casas el subcomandante Marcos y desnudó al reformismo del libre comercio, atrapado en la marginación del subdesarrollo y de la miseria de nuestro mundo indígena, que vivía y vive en la pobreza extrema, al filo de la hambruna. Sombras que pasan. ¿Zapatismo en Chiapas y en 1994? De pronto, en la hora de la telecomunicación instantánea y volátil, en boca de todos, en la Internet y en las camisetas que son las pancartas de nuestro tiempo, apareció la frase del zapatismo que Antonio Díaz Soto y Gama adoptó de los narodniki que combatieron a los terratenientes del zarismo: Tierra y Libertad.

Grito de alerta. Quince por ciento de la población mundial, dice Navi Pilay, jurista sudafricana y comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, enfrenta discriminación y exclusión sistemáticas de la toma de decisión política y económica; de ahí que sigan siendo desproporcionadamente afectados por la pobreza. Los nuestros, más de 15 millones de mexicanos, además de padecer el rezago social y económico, la discriminación, marginación, explotación y falta de oportunidades, sin acceso a servicios de salud, vivienda, educación o protección social, son víctimas de despojo de sus riquezas y territorios, acotaría Federico Navarrete Linares, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Por mi raza hablará el espíritu. La de las tres sangres, porque la del México negro se incorporó a la indígena mesoamericana, a la ibérica de siglos compartidos con la mora y sefaradí.

Estos 8 mil kilómetros en campaña no son los del general Álvaro Obregón, del revolucionario nacido en Sonora, vencedor en los campos de batalla de toda la geografía nacional y líder de los radicales que añadieron a la restauración carrancista de la norma constitucional, a los derechos del individuo de la de 1857, los derechos sociales que dieron respuesta al voto particular de Ponciano Arriaga. Los artículos tercero, 27 y 123, ante todo y acordes con la soberanía nacional, la rectoría económica del Estado y el dominio del subsuelo, los hidrocarburos, de las aguas costeras y las ondas y conductos de nuestro espacio atmosférico. La campaña continua de Enrique Peña Nieto es política y electoral. Como corresponde a su tiempo, criatura del poder constituido a raíz de las victorias de Álvaro Obregón, del andamiaje institucional erigido por Plutarco Elías Calles, el nacionalismo social y revolucionario de Lázaro Cárdenas y del sorpresivo impulso finisecular del zapatismo a la democracia del maderismo.

De San Juan Chamula al proceso electoral que empieza formalmente el próximo octubre. Diez partidos políticos del sistema plural en campaña. A PAN, PRI, PRD, PT, Movimiento Ciudadano, Partido Verde y al Panal se suman Partido Humanista, Encuentro Social y Morena, transubstanciación de ésta última, dirían los místicos del largo peregrinar a Andrés Manuel López Obrador y las adaptaciones de su discurso político a la predicación de valores éticos y denuncias fulminantes a la corrupción endémica que alimenta las llamas de esta hoguera de vanidades, pero tiene que anticipar que algunos pasan por la lumbre y no se queman: aquí hay buenos y malos, honestos y corruptos, luz y oscuridad, Ahrimán y Ahura Mazda: así hablaba Zaratustra. Los 10 que teníamos van a multiplicarse exponencialmente; la trilogía de signo izquierdista va a replicar el juego de abalorios de las galaxias: cada militante es un partido, pero los unidos en torno al llamado del cardenismo van a dispersarse bajo el impulso centrifuga de la desmesura tropical y el llamado del puritanismo atávico.

Se acabó el proceso de reformas estructurales que se inició en el instante que tomó posesión del Poder Ejecutivo de la Unión. Ahora que empieza hay que ejercer ese poder y hacer la política que las prisas o la confusión generada por los ajustes del pacto, el proceso de Elba Esther Gordillo, el acercamiento con algunos de los fugitivos del PRI que se hicieron gobernadores al amparo de alianzas entre el PAN ebrio de poder y bacanora, y el PRD dispuesto a unirse a la derecha oscurantista, para derrotar al PRI en los estados, donde conservaba su larga hegemonía, dijeron. Corta memoria: el panista Ernesto Ruffo, en Baja California, fue el primer candidato de oposición que alcanzó la gubernatura en un estado de la República, y lo hizo en la primera elección de gobernador que hubo en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

De cepa cristera, del Yunque, o de la burguesía rural de norte ya quedan pocos: Miguel Márquez, en Guanajuato; Francisco Vega, en Baja California, y Guillermo Padrés, en Sonora. Y cuatro aliados de ocasión: Marcos Covarrubias, en Baja California Sur; Ángel Heladio Aguirre, en Guerrero; Gabino Cué, en Oaxaca, y Rafael Moreno Valle, en Puebla, bajo fuego, nieto del doctor Rafael Moreno Valle, quien también gobernó la tierra de los Ávila Camacho. Vestidos con chuje o de azul con la camisa abierta, los del poder político son como gotas de agua en copa de cristal de la oligarquía.

Enrique Peña Nieto va a buscar la mayoría en la Cámara de Diputados. Y los gobiernos estatales en disputa. Va en caballo de hacienda. El único obstáculo del PRI es la economía inmóvil, la ausencia de empleos, el salario mínimo, cuyo valor adquisitivo ha perdido 70 por ciento de 1976 a la fecha y hoy está 36 por ciento abajo de la línea de la pobreza. Ese caballo de hacienda, o cabestrea o se ahorca.