i bien con este título aprovecho para rendir un tributo a la memoria de Jorge Ibargüengoitia, cuya novela titulada precisamente Los relámpagos de agosto contribuyó a humanizar la imagen de los revolucionarios mexicanos cuando había adquirido ya la rigidez del bronce.
Claro es que no cabe esperar en este texto ni la agudeza ni la gracia del afamado escritor de Cuévano, aunque quizá pueda emularlo en la mala fe... Simplemente me he permitido servirme del título de dicha obra literaria para emprender una referencia a los relámpagos que en este mes de agosto cayeron con toda su fuerza destructiva sobre uno de los grandes emblemas de la Revolución Mexicana y que tanta consistencia política y económica dio al gobierno del Partido Revolucionario Institucional: Pemex.
Lo mismo que sucede con las tormentas de la vida real, en este caso los rayos también se veían venir, pues los negros nubarrones se habían acumulado en el firmamento político mexicano. Sin embargo, tal vez no se esperaban que alcanzaran tal poder destructivo y, en cierta medida, algunos llegamos a pensar que los aguaceros que suelen acompañar a una fuerte actividad eléctrica podían traer algunos beneficios a una institución que, evidentemente, hacía tiempo que reclamaba mutaciones importantes.
No cabe la menor duda de que hacía tiempo que las cosas no marchan bien en esa Casa. En parte por el anquilosamiento en el poder real de la misma; en parte, también, por una serie de medidas gubernamentales tomadas durante la docena trágica
(2000-2012) con ánimo de debilitar más la empresa que habían dado lugar a un enorme rezago.
Los cambios, pues, eran necesarios. Quizá lo malo fue que no se hicieron las modificaciones requeridas, sino que se atacó la esencia misma de la institución, lo cual derivará en un cambio muy importante de las condiciones energéticas de nuestro país que debilitarán enormemente al Estado mexicano y, mucho es de temer, que también a la nación misma.
Tal vez, pecando de optimistas, podríamos suponer que luego se conseguirá un movimiento pendular que permita recular un tanto en la exagerada privatización y extranjerización que se puede prever tal como están quedando las cosas. Supongo que ello dependerá de la capacidad de operación política y de cohesión que puedan alcanzar a tener quienes ya se han manifestado totalmente en contra del estado en que está quedando la cuestión.
Como quiera que sea, de momento la sensación es que sobre el petróleo mexicano, a principios de este mes de agosto de 2014 cayeron unos cuantos relámpagos que, la mera neta, no nos acaban de gustar ni siquiera a muchos que nos esforzamos no hace mucho por sacar al PAN de Los Pinos
, después de la cauda de desgarriates que nos legaron tanto los del primer sexenio como los del segundo. Mas, al parecer, lo que vino después se asemeja más de lo que desearíamos a lo que pensamos que habíamos logrado erradicar.
Ojalá que dichos relámpagos no den lugar a una verdadera tempestad que arrase con todo, como sucedió cuando el viejo régimen porfiriano dio pie a que fuera arrasado por la Revolución.