os libros se miden por la emoción que provocan. Lo supo el griego en la antigüedad cuando después de repetir los 24 cantos de la Odisea de manera oral los imprimió en los caracteres de su primer alfabeto. También lo saben los últimos cibernautas que lanzan sus textos a esa red digital que nos comunica como no habíamos imaginado.
No todos los cuentos, poemas y novelas corren la misma suerte. Unos naufragan en las ondas del tiempo mientras otros navegan de manera constante encontrando nuevos lectores. Cuántos libros que nos entusiasmaron de adolescentes no soportan con los años una segunda lectura.
José Agustín conoció ese milagro de encontrarse con el otro gracias a sus libros. Lo conoció desde los 16 años y ahora que cumplió 70 no ha dejado de hacerlo.
Se encontró, adolescente, a un generoso Juan José Arreola que después de leerlo lo estimuló a seguirlo haciendo, pero también a la crítica envidiosa que intentó menospreciar su propuesta literaria tachándola como literatura de la onda
. Esos críticos son los zombies, los muertos vivientes que aún deambulan por algunas redacciones.
A Elena Poniatowska le llamó tanto la atención aquel casi adolescente interesado en la escritura que lo entrevistó en 1965. En dos años –entre 1964 y 1966–, José Agustín ya tenía tres libros publicados: La tumba, su Autobiografía y De perfil.
Los lectores de José Agustín en los años 60 fueron jóvenes. Sus libros abundan en referencias culturales de esos años. Sorprende que los jóvenes de ahora, conectados por la Internet y viviendo en una sociedad de masas que poco tiene que ver con la de aquellos años, continúen leyendo con devoción libros como La tumba y De perfil. También sorprende que una buena parte de ellos, si nos atenemos a los reportes de ventas de sus libros, se hayan acercado a otras novelas del mismo autor como El rock de la cárcel, Inventando que sueño o Vida con mi viuda, una reflexión profunda sobre la muerte y el amor.
¿Qué hilos han tocado los libros de José Agustín para permanecer en el ánimo de los lectores? Algunos han tratado de imitar su lenguaje y se han ido con el viento. Otros más sus temas sin alcanzar mejores resultados.
Hace unos años José Agustín casi pierde la vida víctima de sus jóvenes lectores. Después de una conferencia en un teatro de Puebla, una multitud de jóvenes subió al foro en busca de un autógrafo o de una fotografía y lo hizo caer desde el presídium. Se rompió el cráneo y varias costillas.
Tal vez José Agustín se ha convertido con el tiempo en el mejor y más complejo de sus personajes. El personaje interesado en la contracultura y el uso de las drogas; en el cine y el rock and roll; en el lenguaje como medio para crear tensiones narrativas; en el historiador de la historia inmediata y en el lector agradecido de los libros de otros; en el escritor que respetando a los narradores solipsistas siempre escribe para que otro lo lea en esta aventura que parece arrancada de sus novelas.