l pasado 26 de agosto, el presidente del PRI, César Camacho, anunció su intención de someter a consulta popular la propuesta de eliminación de 100 diputados y 32 senadores de representación proporcional. Según Camacho el triunfo de Enrique Peña Nieto en la elección presidencial de 2012 se explica porque en la página 46
de su libro ilustrado
aparecía la dicha propuesta, la cual probablemente
–afirma– le ganó el voto de muchos millones de mexicanos. Lo menos que se puede decir de esta aventurada interpretación del sufragio popular es que exagera. Primero, porque parte del presupuesto –difícil de comprobar– de que millones de mexicanos
leímos a Peña; en segundo lugar, porque sostiene que el número de diputados era un tema de preocupación para los votantes más importante que la seguridad pública, el desempleo, el estancamiento económico y otros temas que a mi manera de ver tenían precedencia sobre un asunto relativamente secundario como es el número de diputados, y en tercer lugar, porque frente a un tema que es a estas alturas del partido casi trivial su explicación del triunfo relega a segundo término otras más convincentes como, por ejemplo, el descontento de los ciudadanos con el PAN en el poder; o el rechazo a la restauración del autoritarismo del PRI. Si yo fuera Peña Nieto estaría molesta con Camacho, por su muy particular lectura de las prioridades de mi programa de gobierno, que contiene propuestas más ambiciosas.
No contento con pretender que nos desayunemos la rueda de molino de que la reducción de plurinominales fue el tema que movilizó a los votantes, César Camacho presenta un segundo argumento que suena hueco: la supresión de 100 plurinominales contribuye a disminuir el gasto público
. ¿Y qué tal si más bien se reduce la propaganda gubernamental? ¿Cuántos millones de pesos nos ahorraríamos si la Presidencia de la República dejara de publicar planas enteras en los periódicos en las que anuncia el próximo Informe de gobierno? ¿Cuánto ahorrarían los gobernadores si dejaran de anunciarse diario en los medios?
Cuando habla de ahorro, el presidente del PRI canta para la galería, y para todos aquellos a quienes nos disgusta el despilfarro de funcionarios y políticos que manejan los recursos públicos como si les pertenecieran. Sin embargo, no hay pruebas de que efectivamente crea lo que está diciendo. Los demás argumentos que acompañaron el anuncio de la consulta son todavía menos convincentes. Reducir el número de diputados va a mejorar la calidad del debate parlamentario.
¿Por qué? ¿Cuando son más se atarantan? ¿Si son menos hay menos fiestas?
El PRI tendría que recordar que antes de desmantelar una institución hay que saber por qué se construyó. En este caso la propuesta hace a un lado uno de los argumentos de mayor peso de Jesús Reyes Heroles, quien como secretario de Gobernación anunció en Chilpancingo el primero de abril de 1977 la madre de todas las reformas políticas de los últimos 40 años, que han dado lustre a la tradición reformista mexicana. Reyes Heroles dijo en esa ocasión que la reforma se proponía captar el complicado mosaico ideológico nacional
, que describió como una corriente mayoritaria
, y pequeñas corrientes que difieren de la mayoritaria, pero forman parte de la nación
. Me supongo que la complejidad de la que habla el discurso es hoy más intensa que entonces, cuando las opciones políticas reconocidas se reducían al PRI, sus adláteres, el PAN, y la lucha armada. Menciono esta última como opción política reconocida porque el propio Reyes Heroles se refiere a ella para explicar su propuesta.
Sin embargo, el argumento de entonces que no ha perdido relevancia es el que sostiene que la unidad democrática que habría de propiciar la reforma supone que la mayoría prescinde de medios encaminados a constreñir a las minorías e impedirles que puedan convertirse en mayorías
. Eso es exactamente lo que no ha ocurrido. La mayoría no sólo no ha prescindido de los medios a su disposición para constreñir a las minorías, sino que los ha utilizado con gran liberalidad y ha creado nuevos instrumentos para seguir haciéndolo. Estas conductas pueden ejemplificarse con repetidas experiencias en los estados. Una vez en el gobierno, el PRI moviliza recursos públicos para avanzar sus campañas políticas, comprar votos, inundar los medios de comunicación con sus candidatos y sus mensajes, y tantas estratagemas a las que han recurrido en los estados para sofocar la consolidación de fuerzas políticas que difieren del PRI.
Ahora, desde el gobierno federal, los priístas remplazan el espíritu de Reyes Heroles con el espíritu de Alfonso Martínez Domínguez, la mancuerna de Luis Echeverría. Cuando fue presidente del PRI en 1968, se dedicó a dinamitar la reforma de las diputaciones de partido. Ahora los priístas se preparan para desde el poder imponerse con 38 por ciento del voto que obtuvieron en la elección de 2012, a las minorías de oposición, que sumaron 57 por ciento del voto. Sería mejor que Camacho diera sus verdaderas razones, porque camuflajeadas en argumentos de austeridad y eficacia son más oscuras.