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En un gimnasio al aire libre vive el deporte al que entregó su vida

Da miedo renunciar a lo único que sabemos hacer: Coreanito

Abandonó el boxeo cuando supo que no volvería a ganar una pelea

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El entrenador Francisco Coreanito Mateos (derecha), durante una sesión de guantes con el caricaturista de La Jornada, Gonzalo RochaFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Jueves 11 de septiembre de 2014, p. a15

A pesar de su miedos, Francisco Coreanito Mateos abandonó el boxeo cuando supo que no volvería a ganar una pelea. La última etapa de su carrera se había convertido en una colección de derrotas ante peleadores jóvenes que buscaban provecho en el declive de un pugilista acabado.

El temor a renunciar a lo único que sabía hacer en la vida lo obligó a aceptar cualquier oferta, aunque fuera la artimaña de algún empresario que quería beneficiar a un prospecto de estrella. Era dinero y lo necesitaba, pero sobre todo porque él requería subir al cuadrilátero tanto como el aire para respirar.

El 26 de noviembre de 2010 perdió por última vez. Fue la séptima derrota en ocho combates. Ya no sirvo para esto, recuerda que se dijo a sí mismo aquella noche en la que dejó de mentirse con la posibilidad de seguir activo.

Cuando lo cuenta no lo hace con gestos de pesadumbre o arrepentimiento, sino con la misma afabilidad con la que conduce su gimnasio al aire libre en los Viveros de Coyoacán, donde consiguió mantener su sueño del boxeo pero de otro modo.

Da miedo dejar de hacer lo único que uno sabe, comparte el Coreanito, de 41 años, entrecerrando los ojos achinados que le regalaron el apodo, un par de rendijas risueñas coronadas por las cejas marcadas de surcos pelados por los golpes.

No hay visos de amargura, porque a pesar de que en dos ocasiones perdió la oportunidad de ser campeón nacional, consiguió clasificarse como noveno en el ránking del Consejo Mundial de Boxeo. Ser uno de los 10 mejores del orbe en cualquier oficio es motivo de orgullo, dice sin presunción, como si hablara de otra persona.

No cualquiera, agrega cuando recuerda los logros que sumó en su carrera. Discretos, tal vez, pero no son regalados.

La mayor conquista en 25 años de trayectoria del ex peleador fue ganar el cinturón de la NABF (federación norteamericana perteneciente al CMB) al veracruzano Cruz Carbajal, quien unos años después fue campeón mundial. En el muro del gimnasio, un mural retrata aquel combate en el que consiguió su único título.

No me parezco mucho, pero se supone que soy yo cuando gané el cinturón de la NABF, justifica las figuras a colores que intercambian golpes en la pared. A pesar del trazo un poco infantil, el Coreanito se emociona al verlo, porque congela el momento más importante de su vida deportiva.

El boxeador es como un artista; ambos somos entretenedores y vivimos de los aplausos. Por eso uno no quiere dejarlo, porque después uno queda en el olvido, dice al evocarlo.

Sin embargo, cuando se desprendió de los cuadriláteros otro proyecto lo mantuvo cerca del deporte al que entregó su juventud. Con 10 mil pesos en el bolsillo, el pago por su última derrota, construyó en 2010 el gimnasio al aire libre en los Viveros de Coyoacán, donde ahora es instructor de alrededor de 40 aprendices.

Me capacité para dar clases, porque aunque ya tenía experiencia profesional, tuve que aprender a enseñar de una manera más completa, refiere con orgullo.

No finge buscar a un futuro campeón del mundo, porque la mayoría de sus aprendices son vecinos del barrio de Coyoacán, gente que no tiene hambre ni necesidades, y de ahí difícilmente sale un monarca, asegura.

Pero ese gimnasio y su etapa como profesor le permiten gozar de otros placeres. Disfruta, por ejemplo, del respeto que le prodigan los alumnos que encuentran en el boxeo un método para estar en buena forma o que adquieren una disciplina basada en el esfuerzo y la dedicación.

No tengo dinero y vivo al día, pero no me siento frustrado. Vivo de lo que más disfruto y con eso me considero un hombre feliz, dice con la misma satisfacción de quien acabara de ganar un título del mundo.