asta el buzón de mi correo electrónico llegó un mensaje desde Medio Oriente. Me apresuro a abrirlo y lo leo con atención. La religiosa María Hanna, de las dominicas de Santa Catalina de Siena, priora de esa congregación en Irak, escribe una larga y detallada carta sobre la situación a la que se enfrentan en la frontera entre ese país y Siria. Por diferentes vías de comunicación, rápidamente la hizo llegar a sus hermanas y hermanos de orden en todo el mundo. En ella nos pone al tanto de la situación que viven los pueblos del norte de Irak y privilegia la voz y el sentir de las personas que violentamente son desplazadas de sus lugares de origen. No se entretiene en compartir que entre ellas se oye decir: Es difícil tener esperanza en Irak o confiar en los líderes políticos
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El conflicto al que hace referencia se inició en un contexto donde reina la violencia, producto del intervencionismo estadunidense, que no cesa desde que se propusieron invadir aquellos territorios. Describe también los sentimientos que se producen frente al despojo, la violencia estructural y la persecución. Este conflicto ha desplazado de manera violenta y forzada a más de 500 mil personas y mantiene alrededor de 30 mil atrapadas en las montañas de la frontera con Siria. Todo esto en los últimos cuatro meses. Las principales ciudades afectadas son Sinjar y Mosul. Ambas albergan sobre todo a cristianos y yazidíes, estos últimos miembros de un grupo que profesa una religión antiquísima y previa al islam en la región. En la misiva, y pensando en las miles de personas que ahora padecen sufrimientos, ella se pregunta: ¿Hay algún tipo de final a la vista?
Y agrega: Apreciamos todos los esfuerzos que se han hecho para proporcionar ayuda, pero nuestro caso es mucho más grave. Estamos hablando de dos minorías religiosas que han perdido sus tierras, sus hogares, sus pertenencias, su trabajo, su dinero
. Algunos se han visto separados de sus familias y sus seres queridos
, añade, y todos son perseguidos a causa de su religión
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Por ahora todo parece indicar que no hay posible solución inmediata, pero sí sabemos del origen de esta debacle: la política estadunidense, que en el Oriente Medio cerca y destruye por todos lados. La invasión de Irak conducida por ellos no sólo ha abierto el camino para el caos en ese país, sino que ha alcanzado a los países vecinos y con ello se ha ampliado exponencialmente la violencia. Hoy la causa del conflicto se atribuye principalmente al avance del Estado Islámico en Irak y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés) en la zona norte. Se trata de un grupo armado que agrede, ataca y controla comunidades a rajatabla y sin compasión alguna, al mismo tiempo que las fuerzas estadunidenses aprovechan para reactivar su presencia y control en el territorio, so pretexto de combatirlos. Así se constató la semana pasada, cuando el gobierno de Estados Unidos envió a más de trescientos militares con el argumento de resguardar las sedes de su cuerpo diplomático, y ésta con su declaración de guerra. A propósito, el editorial de La Jornada señaló el pasado 13 de agosto: El panorama regional es hoy mucho más incierto y peligroso que en aquel entonces [2001] y las involuciones están a la orden del día. Prueba de ellas son el nuevo involucramiento militar de Washington en Irak y su incapacidad o su falta de voluntad para abandonar el papel de titiritero y mentor de las autoridades de ese país
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Este intervencionismo, mezclado con el ascenso de las fuerzas del Estado Islámico, genera un verdadero caos en el norte de Irak. Aunque es evidente que el conflicto beneficia la lógica geoeconómica y geoestratégica imperialista. Se nos hace increíble que esto suceda en pleno siglo XXI, pues más que avances hay grandes retrocesos. Irak, al igual que muchos países que han sido invadidos, se coloca en medio de una vorágine de jaloneos entre las fuerzas internas y las fuerzas imperialistas. La hermana Hanna no desconoce esto. En la misma carta reflexiona: Nos preguntamos qué es lo que está sucediendo exactamente: ¿es otro plan o acuerdo para dividir Irak? Si eso es cierto, ¿por quién y por qué?
Ella y sus hermanas religiosas, que acompañan a comunidades enteras en aquel país, saben que la intervención de Estados Unidos en Irak es un flagelo para las personas y pueblos. También son conscientes de que la violencia no se combate con violencia. En la carta dan cuenta de que nadie ha podido negociar con el ISIS la salida de familias enteras que han quedado atrapadas en las ciudades ocupadas. Ahora caminan, y no conciben cómo es que se dirigen a campos de refugiados donde las cosas se mueven lentamente en cuanto a lo que se refiere a proporcionar refugio, alimentos y solventar necesidades básicas
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Según la información que da la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), se dirigen sobre todo a campamentos en la frontera con Siria. Las dominicas, junto con las demás personas desplazadas, jamás se imaginaron que en algún momento de su vida deberían vivir en estas condiciones por causa de su religión y como consecuencia del conflicto global en Irak. Ahora corresponde a las instituciones internacionales como la ONU y su dependencia, el ACNUR, y a las demás instancias de ayuda humanitaria, apoyar en garantizar, por todos los medios posibles, la seguridad e integridad de las personas.
Y en este escenario, resolver retos relacionados con la movilidad, la recepción de apoyos y su integración en los lugares donde se refugien, al tiempo que de manera decidida se busque solucionar el conflicto y permitir el regreso a sus hogares. Como relata la hermana María Hanna: Es desgarrador para las personas escuchar que sus hogares han sido saqueados. Aunque aman sus lugares de origen, la mayoría de ellas está pensando en abandonar el país para intentar vivir con dignidad y encontrar un futuro para sus hijos
. Es urgente que la comunidad internacional se haga eco de aquellos que experimentan en carne propia el dolor de una guerra que jamás pidieron.