ascual Orozco, Pancho Villa y Emiliano Zapata fueron capacitados, armados y entrenados por un agente especial de una conspiración para elevar a Madero al poder. Esta afirmación, que se repite tres o cuatro veces a lo largo del libro que mencionamos hace 15 días (Leopoldo Mendívil, Secreto 1910) es, como dijimos, una calumnia. En estos días me puse a buscar en los autores conservadores y neoconservadores argumentaciones o pruebas de esta calumnia, sin encontrar un solo documento que avale la patraña inaudita que con la mano en la cintura repite nuestro autor. Ruego por un documento, suplico pruebas.
Quienes hemos estado en los archivos, trabajando según las reglas del quehacer histórico con fuentes y testimonios directos, podríamos hablarles de algunas pequeñas compras de armas y de su introducción a México de contrabando, en octubre y noviembre de 1910, lo que no hace diferencia ni resulta significativo y, sobre todo, no apunta a ningún poder político ni económico del país vecino.
Esa sola patraña (entre cien) demuestra la ignorancia total del autor sobre el periodo histórico del que escribe. Podríamos contarle muchas cosas: por ejemplo, que en vísperas de la revolución Madero no sabía quién era Zapata; que ni Orozco ni Villa eran importantes en los planes rebeldes de Madero. La imposibilidad de llevar armas a Morelos desde la frontera. El hecho cultural de que los rancheros de Chihuahua y los agraristas de Morelos no necesitaban ser armados por potencia extranjera ninguna, porque ya estaban armados. Y otra buena cantidad de cosas. Y le habría bastado leer La guerra secreta en México, de Friedrich Katz, para entender, con pruebas, documentos y un profundo e inteligente análisis, el verdadero alcance de la injerencia extranjera en la revolución.
Pero el autor va más allá de su ignorancia escandalosamente ofensiva sobre el tema y la época de que, se supone, se ocupa. No sólo descalifica esta revolución, sino que ignora todo lo relativo a las revoluciones armadas, pues asegura que se requiere armamento de última generación para derrocar a un gobierno, cuate
(y se sigue y lo repite). En efecto, según nuestro autor, sólo una conspiración financiada y armada por una potencia extranjera puede terminar con un gobierno, nunca el pueblo. Una vez más, podríamos contarle la historia de las revoluciones, pero ya que está en este tema, hacemos una sola recomendación, pues basta: Santiago Portilla, Una sociedad en armas.
Su tercer libro, Secreto 2014, repite esta visión de la historia y tonterías igualmente gordas. La concepción de la historia y de la lucha social del señor Mendívil puede explicarse perfectamente a través de una novela que refleja de manera precisa la ideología del imperialismo británico: El señor de los anillos. En efecto, en la tierra media, como en el mundo actual, el mal proviene de una fuerza misteriosa, mágica o secreta que aspira a dominar el mundo. La única forma de combatirlo es conocer su secreto y destruir su fuente mágica. Nada de lo que haga nadie contra las fuerzas del mal puede detener su ruta, salvo que se haga consciente o inconscientemente (como hacen los jinetes de Rohan y los caballeros de Gondor… o como en versión mexicana previa, los estudiantes de 1968, a los que fuerzas misteriosas o mejor, un puñado de iluminados, guían por la ruta correcta para despertar a los volcanes: Regina, de Antonio Velasco Piña) para ayudar a los iluminados o al predestinado para cumplir la única tarea que impedirá el triunfo del mal: la destrucción de su fuente mágica o de su secreto. En el libro de Mendívil, movimientos como ocupa Wall Street o #Yosoy132, los integran borregos conducidos por los conspiradores.
Así, los movimientos sociales desvían la única lucha que importa, la de los iluminados o el predestinado. En medio de ello, aparece, como en El señor de los anillos, como en el imperialismo británico, la voluntad de erradicar del planeta a los que sirven al mal: con los orcos (o los zulús, o los militantes de Hamas o los askenazis) no se negocia. Se les destruye sin piedad (recordemos la función del racismo en la era del imperio: http://www.jornada.unam.mx/2013/ 09/24/opinion/023a2pol ).
Es lo último que escribo sobre una novelita sin sentido que se presenta propagandísticamente como la revelación de la verdad
. Si escribí de ella no fue por esta verdad revelada, sino por quienes la han presentado. Aunque a fin de cuentas, el jefe delegacional de Miguel Hidalgo, el senador conservador y el periodista estridente me tienen sin cuidado. Pero, ¿de verdad comparte estas nociones el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas?, ¿de verdad presentó este libro?
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